Tal como ha ocurrido con todos los grandes movimientos y transformaciones de la Historia Universal, el devenir de la música popular ha estado siempre en los talentos individuales y las ideas revolucionarias como en el sentido de oportunidad. Así, mientras algunos nombres que en su momento lograron sintetizar el clamor de su época hoy no resisten la prueba del tiempo, otros, menos afortunados, parecieron haber aparecido en el momento y lugar equivocados, y su valía no logró probarse sino hasta varios años después.

En el caso de éstos últimos, lo de los ingleses Slowdive es emblemático. Surgidos en la escena alternativa británica de fines de los años 80 y disueltos en 1995, su propuesta etérea y poco comercial encontró su lugar definitivo recién en una siguiente generación, que hoy los encumbra como referentes y les ha dado el reconocimiento que en su tiempo les fue negado por una prensa musical obnubilada por el grunge y el britpop.

"Sabíamos que había algo de interés en la banda pero la reacción que se ha generado nos ha tomado totalmente por sorpresa", asegura Christian Savill, uno de los guitarristas del conjunto que desde 2014, casi dos décadas después de la publicación del disco que selló su salida del sello Creation (Pygmalion, 1995) y su posterior separación, se reunió para reclamar el sitial en el que los ubicaron Tame Impala, The xx, The 1975 y muchos otros de los grupos que hoy animan los grandes festivales y los citan como influencia. "Hemos podido ir a muchos países a los que no habíamos podido ir antes y no podemos creer que la gente nos conociera allá. Imaginamos que nos íbamos a encontrar sólo con adultos que nos seguían en los años 90, pero ha sido increíble ver a tanta gente joven en los shows", agrega el músico, resumiendo a través de un correo electrónico las sensaciones de una extensa gira de reunión que ha pasado por Norteamérica, Asia y grandes festivales europeos como el Primavera Sound.

A sólo dos semanas del lanzamiento de su primer álbum de estudio en 22 años, titulado simplemente Slowdive, la banda que comandan Rachel Goswell y Neil Halstead alista su primer show en Chile para el próximo 13 de mayo. Será como protagonistas del nuevo festival Fauna Otoño (Puntoticket), evento que reunirá en Espacio Riesco a más de una decena de bandas locales e internacionales que han hecho renacer las capas de guitarras distorsionadas, las armonías oníricas y hasta la postura escénica de Slowdive y del movimiento "shoegaze" (en inglés, "mirada fija en los zapatos"), término que acuñaron los críticos para burlarse de aquellos músicos más preocupados de sus pedaleras que del público.

"Ya no nos molesta el concepto de 'shoegazing'. Pero es gracioso que un término que se usó para definir algo que se creía desechable se haya convertido en todo un género musical. No sé quién inventó la palabra pero me encantaría saber qué piensa ahora", dice Savill.

—¿Cuán determinante fueron las reseñas de la época en la historia del grupo? ¿Fue difícil lidiar con esa crítica siendo unos veinteañeros?

Simplemente era así cómo operaba la prensa musical británica por esos días. Al principio los medios nos apoyaron y nos ayudaron a llegar a un público, pero creo que no estábamos preparados para el giro tan brusco y salvaje que dieron. La prensa tenía mucha más influencia en ese entonces, nos hizo perder confianza en nosotros mismos durante un tiempo e incluso cuestionarnos la dirección hacia la que iba el grupo. Después de un tiempo nos dejó de importar y empezamos a hacer lo que se nos plantara, pero después de sacar Pygmalion creo que la banda llegó a una especie de desenlace natural. Habíamos estado en eso seis años y no creo que tuviéramos otro disco que sacar en ese entonces.

—Hoy se puede ver la influencia de Slowdive, y otros grupos de la época como Ride y My Bloody Valentine, en mucha música nueva. Incluso en Chile hay toda una escena que recupera ese sonido. ¿Por qué cree que ha sucedido este fenómeno dos décadas después?

Es genial que tantos grupos nos vean como una influencia. Cuando formas una banda al comienzo las ambiciones son pequeñas y van creciendo en el camino: la primera tocata, hacer un disco y, en el mejor de los casos, que tu música logre perdurar en el tiempo. No estoy muy seguro por qué tantos grupos están haciendo este tipo de música después de veinte años pero de seguro nos ha beneficiado. Cuando grupos de cierta popularidad, como M83 o Sigur Rós, nos mencionan como referentes, nos han hecho ganar también nuevos seguidores y han llevado a Slowdive a un público totalmente nuevo.

—¿Tiene un sabor distinto tocar frente a públicos que no los han visto antes, como el chileno? El disco saldrá sólo una semana antes de su visita, ahí hay algo especial también.

Estamos realmente muy entusiasmados de ir a Chile. El nuevo disco saldrá justo antes que vayamos así que seguro tocaremos varias canciones nuevas pero también algunas antiguas. Desde que decidimos volver a juntarnos hemos recibido un montón de mensajes de gente de Chile pidiéndonos que fuéramos a tocar. Espero que tengamos algo de tiempo para conocer algo de Santiago, Neil ha estado allí antes (tocó como solista en 2013) y dice que es fantástico.

—Desde que anunciaron su regreso han aclarado que lo suyo no es un acto de nostalgia. ¿Cómo definiría el presente del grupo y el sonido que buscan para su próximo disco?

La intención siempre fue hacer un nuevo disco, pero terminamos haciendo muchos más conciertos de los que pensábamos inicialmente. Aprenderse de nuevo las canciones antiguas fue fácil pero componer y grabar nuevos temas tuvo algo más de dificultad. En ese sentido, es como volver a encontrarse con un amigo que perdiste hace años, pero ese amigo tiene que seguir siendo reconocible. Yo diría que el nuevo disco tiene un lugar entre Souvlaki y Pygmalion. Teníamos que volver a tocar juntos y ver qué queríamos que fuese Slowdive después de tanto tiempo, pero si no funcionaba simplemente no hubiésemos lanzado nada. De a poco, las cosas empezaron a tomar forma, a tal punto que ya estamos pensando en sacar un siguiente álbum.