Corrientes musicales que acompañan a los adolescentes durante esa etapa siempre han existido, pero deben ser pocas las que marcaron tan a fuego sus melodías como lo que generó el "Nü Metal" durante finales de los '90 y hasta mitad de los años 2000. Y especialmente en nuestro país, que con una devoción rara vez vista generó un movimiento que se sustentó gracias a bandas como 2X, Rekiem y Rey Chocolate, los tres más destacados por aquellos tiempos.
Korn fue uno de los pioneros de este movimiento y, si bien e indiscutiblemente, se sabe que los primeros frutos los produjeron Rage Against The Machine y Snot, ellos estuvieron ahí para esa juventud asqueada de la sociedad, pero no de manera política, sino emocional: esa rabia contenida que a veces trae el adaptarse a un mundo para el que crees estar preparado y que te obliga a buscar la fuerza en una melodía que te recuerde que no eres el único. Con su llamativo ritmo a siete cuerdas y una calidad vocal que impactaba, la banda liderada por Jonathan Davis cimentó una ruta que los llevó a la gloria. Claro, y también al suelo en algún momento.
Es importante saber esto para comprender lo que se vivió este jueves en el Teatro Caupolicán, porque es ese mismo público, los que armaron ese movimiento que aquí se le conoce como "Aggro Metal", que llenaban cada lugar donde se realizaron distintos festivales y que, una vez más, estaban ahí para recordar que todo recuerdo del pasado, lo queramos o no, siempre vuelve. Para Korn también ha sido así: después de diversos intentos por recuperar esa calidad que los llevó a la fama, The Serenity of Suffering -su último trabajo- les permitió retratar ese sonido que parecía perdido. De esta forma, los californianos volvían a nuestro país con un show cargado de hits de antaño y que dejaría la vara tan alta como su paso por el mismo recinto en 2010.
Con un leve retraso de 7 minutos y un Caupolicán a su máxima capacidad -con gente que saltaba desde la galería a la cancha- las luces se apagaron. Telón con el nombre de la banda de fondo; Ray Luzier, Munky, Head y el pequeño Tye Trujillo salen al escenario. Los primeros acordes de "Right Now" comienzan a sonar y Jonathan Davis aparece frente a su característico atril de micrófono. Ahí, la primera bengala se enciende y el caos es total: la euforia se adueña de las almas adolescentes en los cuerpos casi treitañeros de los presentes. "Here to Stay" lleva aún más arriba la locura. Son los dueños totales de la situación. Cambio de fondo, ahora con la carátula de su último trabajo y "Rotting in vain", que traía un poco de calma a un teatro de parecía venirse abajo.
Dentro de los grandes hits de los californianos, "Somebody Someone" debe ser una de las más recordadas. Justamente por eso es que al comenzar el punteo de Head se generó uno de los puntos altos de la noche, con un Caupolicán que estaba entregado. "Word Up" y "Coming Undone" -con un guiño a "We Will Rock You" de Queen- mostraban la versatilidad que han adquirido como grupo. Sobretodo con esta última, que representa el momento más difícil y de renovación que vivieron como agrupación. "Insane" cerraría el primer bloque del show y permitiría la primera interacción de Davis con el público, que seguía atento cada palabra que este emitía.
Brazos y puños arriba, dedos medios levantados y "Y'all Want a Single", la canción contra la industria musical, altera las voces de todos y activa los sentidos al punto hacer vibrar el teatro con los saltos. A finales de los '90 apareció el boom de esta nueva rama del metal y también marcó el auge de Korn. Sabiendo esto es que "Make Me Bad" revivió en el público más adulto recuerdos en los que incluso estaba ver el video antes de partir al colegio en el desaparecido Canal 2. Y como la tónica no podía desteñir, Davis se planta en el escenario junto a su gaita. Todos ya saben lo que viene: "Shoots and Ladders". Los moshs no se hacen esperar y golpes de un lado a otro adornan la cancha del Caupolicán. Justo en ese momento -y reviviendo lo hecho en el MTV Icon de 2003- la banda comienza a tocar "One" de Metallica, que si bien no es el target de los presentes, representa un clásico del rock imposible de no disfrutar y corear. Así lo comprenden todos.
Antes de iniciar la gira, la banda anunció al pequeño Tye Trujillo como el reemplazante de Fiedly, quien se excusó por problemas personales. El hijo de Robert -bajista de Metallica- comenzó algo nervioso en sus primeras fechas. Por suerte en nuestro país pudimos tener su mejor versión: acomodado a la banda y disfrutando lo que se genera. Se robó el show para muchos, moviéndose en el escenario y compartiendo con los fans. Tye está dejando de ser el niño que está ahí por ser "el hijo de" y la banda se lo hace sentir. Entre él y Ray realizan solos cada uno para dar paso al cierre del penúltimo bloque: "Blind", "Twist" y "Good God". Todas un recuerdo imborrable de la época más dura de Korn.
Tras un breve receso, la banda vuelve al escenario para finalizar la velada con dos de sus más emblemáticas canciones: "Falling Away From Me" y "Freak on a Leash". Después de casi una hora y media de show, con un público que estaba agotado, Korn se despedía de nuestro país. Su quinta visita se cargó de los clásicos más pesados y confirmaron aún más su gran conexión con el público chileno. Uñetas, baquetas, setlists y hasta un platillo regalaron a los fans, que se mantuvieron inmóviles en el teatro hasta que el último dejó el escenario.
Lo que se vivió la noche de este jueves en el Caupolicán fue el fiel reflejo de un trabajo de años por parte de la banda: ellos están para recordarnos que fuimos jóvenes, que en algún momento lo pasamos mal y sus canciones nos ayudaron a botar la ira que más de alguna vez tuvimos dentro. Korn aprendió también en el camino y con el retorno de Head, volvió a ser lo que lo llevó a conseguir el éxito que logra, a más de 20 años de su primer disco, que sigan llenando sus shows.
El pacto y los recuerdos siguen presentes entre la banda y sus fanáticos. Y al final es lo importante: crecer sin olvidar lo que forjó el carácter.