Para suerte de sus fans existen al menos dos facetas en Ed Sheeran (26) complementarias a la perfección. La súper estrella británica, que acaba de ser desbancado por el último álbum de sus compatriotas Kasabian del primer puesto en Inglaterra, tras nueve semanas de reinado de su tercer título ÷ -conocido como Divide-, ofrece un cara en vivo que dista de sus intenciones más templadas en el estudio. En directo Sheeran pone sangre en sus abundantes baladas y medios tiempos románticos. Lo demostró anoche ante unas 14 mil personas según la productora a cargo, en el primero de dos conciertos en el Movistar arena que culminan este martes. El público juvenil femenino coreó todas, pero todas sus canciones en hora y 40 minutos de concierto.
La apuesta de Ed Sheeran no está exenta de riesgos porque en el escenario se trata solo de él y su guitarra, tal como lo hizo en abril de 2015 cuando debutó en la Pista atlética. El músico fabrica loops en tiempo real ya sea mediante acordes, golpes a la caja de su guitarra acústica o montando armonías, todo ahí, enfrente de la audiencia, sin músicos que lo secunden, solo la gigantesca pantalla gigante subdividida en diez paneles.
Sheeran apareció puntualmente a las 21 horas con una polera negra con la leyenda Hoax, término que se traduce como engaño o timo. Pero no hay nada de eso. Aunque no figure banda detrás, la artesanía del autor y cantante no deja de impresionar. Sería injusto decir que su sonido por capas deja cabos sueltos, pero también cabe conjeturar si después de tres álbumes de arrasador éxito planetario, la música de Ed Sheeran no merece algo más que ingenio y economía de recursos.
La actual gira confía por completo en el nuevo material. Tan así que interpreta diez de los doce temas de Divide. Arrancó con "Castle on the hill", de las nuevas, pieza de ritmo dinámico y carácter autobiográfico donde relata desde una pierna quebrada a los seis años, hasta remarcar en el coro que gustaba corear Tiny dancer, el clásico de Elton John, una de los primeros pesos pesados de la canción que apadrinó al ídolo pop. Siguió con "Eraser", un corte donde deja en evidencia su admiración por Eminem alternando furiosos pasajes rapeados y melodía. Fue también el primer momento de la noche donde Sheeran puso más énfasis en moverse de un lado para otro que sonreír, subiéndose a los parlantes de retorno para envalentonar a la audiencia en el coro.
A esas alturas estaba claro que el público estaba decidido a cantar cada línea de sus canciones, aunque se tratara de piezas flamantes estrenadas a comienzos de marzo. Intercaló "The A team" de su primer álbum + de 2011 (conocido como Plus) y "Don't" de X (de 2013 identificado como Multiply), para retomar lo nuevo con "Dive", corte que Sheeran presentó como una pieza más escondida en el último disco, aunque la audiencia la siguió íntegra. En "Happier" montó tres líneas vocales en distintos tonos para crear una armonía impecable como acompañamiento. Luego recibió una apabullante respuesta gracias al ritmo de "Galway girl", una canción de tintes folclóricos.
Hacia el final repitió el truco de 2015 -y ya algo en desuso en el circuito de visitas extranjeras-, de vestir la camiseta de la selección. No era necesario. Ed Sheeran ya había conquistado al público y para eso solo necesita guitarra y un puñado de efectos para sus canciones de pop masticable perfecto.