Se supone que si un tahitiano se encontraba con un extraño inevitablemente le hacía tres preguntas: ¿quién eres?, ¿de dónde vienes?, ¿adónde vas? De seguro se lo preguntaron tantas veces a Paul Gauguin, cuando vivió allí a fines del siglo XIX, que llegó a titular de esa forma una pintura.

"¿De dónde venimos?, ¿quiénes somos?, ¿adónde vamos?", también podría ser el título general del cuadro que resulta de los dos libros escritos por el historiador Yuval Noah Harari sobre el ascenso del ser humano desde una bestia insignificante hasta casi una deidad. En el primero, De animales a dioses, presentaba miles de años de historia del hombre: el Homo sapiens, una forma humana más, una contingencia evolutiva, triunfa y domina el mundo, pero, señala Harari, la especie puede estar cerca de su fin.

Casi como una continuación, en Homo Deus profundiza y desarrolla varios temas explorados en el libro previo, en particular la manera en que la capacidad humana de controlar el medio circundante nos está convirtiendo en algo nuevo, sobre todo a través de la innovación tecnológica y la inteligencia artificial; llega a avizorar el futuro: un mundo optimizado donde los humanos se vuelven inútiles.

En conjunto, ambos libros son relatos animados, provocativos, con adecuadas dosis de desparpajo y mordacidad, que entrelazan grandes temas (el desarrollo de toda una especie) con pequeños detalles (las dificultades cotidianas de la vida humana en distintas épocas), abarcando una inmensa cantidad de disciplinas, reunidas en un enciclopedismo distendido: arqueología, historia, zoología, lingüística, neurociencias, entre otras. Su perspectiva es tan extensa como generalizadora, pasando de un tema a otro a través de miles de años: puede comparar el Código de Hammurabi (cerca de 1776 a. de C.) con la Declaración de Independencia de Estados Unidos (1776 d. de C.); puede contar la historia del jardín como signo de nobleza medieval hasta llegar a ser una necesidad de clase media urbana. Relaciona la impronta de los faraones egipcios con la de Elvis Presley. Si fuera una pintura, el cuadro resulta tan amplio que no todos los brochazos son igualmente logrados. A veces, sus desplantes sintéticos resultan exagerados, como en ciertos enunciados formularios. Así, señala, en la Europa medieval la fórmula del saber era: conocimiento = escritura x lógica; la revolución científica la cambió a: conocimiento = datos empíricos x matemáticas; y el humanismo ofreció otra: conocimiento = experiencias x sensibilidad.

Antes de convertirse en historiador del pasado lejano y del futuro cercano, la carrera de Yuval Noah Harari estaba dedicada a la historia militar medieval. Profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, De animales a dioses surgió de un curso introductorio que nadie quiso hacer. En su primera página entrega una historia resumida del universo, seguida por una versión sucinta de cómo tres revoluciones (cognitiva, agrícola y científica) han afectado a los humanos. En el corazón del libro está la idea de que el Homo sapiens se convirtió en el ser humano más exitoso por la capacidad de creer en ficciones compartidas (religiones, naciones y dinero, por ejemplo) que le han permitido colaborar y organizarse masivamente.

En el recuento de Harari, durante casi dos millones de años compartimos el planeta con animales y otros humanos, como los neandertales y demás miembros del género Homo (Homo erectus , Homo rudolfensis, etc.). Pero 70 mil años atrás se produjo una revolución, la cognitiva, que le permitió al Homo sapiens pensar y compartir no sólo información sino también forjar mitos comunes y cooperar en grandes comunidades. Se convirtió así en el gran depredador, superando a las especies humanas físicamente más fuertes y a las fieras peligrosas. Este espectacular salto en el escalafón tuvo sus consecuencias: los cazadores-recolectores remodelaron la ecología del planeta antes de la primera aldea agrícola (ejemplifica con la extinción de la megafauna australiana y americana): el hombre se convirtió en un "asesino ecológico en serie".

Una segunda revolución ocurrió 12 mil años atrás. El hombre domesticó el trigo, o como dice Harari, el trigo domesticó al hombre, pues, a su juicio, la revolución agrícola fue "el mayor fraude de la historia": el trigo no ofreció mucho al ser humano como individuo, sino como especie. Los cazadores-recolectores como individuos eran probablemente más felices, más hábiles, sabían más cosas (su cerebro, de hecho, era más grande). Pero como colectivo, eran más débiles. Con el asentamiento nacen la escritura, los imperios, las grandes religiones.

El otro gran salto ocurre recién hace 500 años, con la revolución científica: el conocimiento obtenido se convierte en poder, un poder que pasa de la conquista de territorios al industrialismo, el viaje al espacio y las armas nucleares. Hacia el final de su primer libro, Harari plantea que la humanidad, una vez conquistado el mundo natural y comenzando a vencer la guerra, el hambre, la enfermedad, creará un cambio que rivalizaría con las revoluciones agrícola y científica: seres creados por los humanos, un futuro poshumano, la idea tan querida por la ciencia ficción.

Su narración requiere una continuación. En Homo Deus un futuro ligeramente apocalíptico es imaginado y descrito. En el libro plantea que en las últimas décadas se ha conseguido controlar la hambruna, la peste y la guerra. Por primera vez en la historia, actualmente (y lo indica con estadísticas) mueren más personas por comer demasiado que por comer demasiado poco, más por vejez que por una enfermedad y más por suicidio que por asesinato. El próximo objetivo de la humanidad es la inmortalidad y, eventualmente, la felicidad (mediante la bioquímica).

Las ingenierías biológica y cyborg permitirán sustituir la selección natural por el diseño inteligente y superar el envejecimiento y la muerte. La biotecnología, la inteligencia artificial y la recopilación y el análisis masivo de los datos personales transformarán los sistemas económicos y, sobre todo, modificarán la subjetividad individual. El Homo sapiens, cree Harari, está por desaparecer, en uno o dos siglos. Cuestionando las nociones de "alma" o "libre albedrío" o la "religión humanista" (la fe en la humanidad) que se desarrolló en formas que fueron del humanismo liberal a Hitler, Harari cree que habrá nuevas religiones: el tecnohumanismo y el dataísmo (el culto de los datos). La naturaleza humana se transformará en el siglo XXI porque hay un "desacoplamiento" entre la inteligencia y la conciencia. Ya hay máquinas (las grandes redes de procesamiento de datos) que pueden conocer nuestros sentimientos y predecirlos.

Su perspectiva es sombría. La redundancia del trabajo (por las máquinas "eficientes") creará una "clase inútil"; sin las ficiones religiosas, el "dataísmo" será sagrado. Triunfará la desigualdad: la longevidad y la posible inmortalidad (o amortalidad) estarán sólo en manos de los muy ricos, una pequeña casta de privilegiados.

Ahora, antes que respecto del futuro, las opiniones más duras de Harari en ambos libros se refieren a las actuales relaciones del hombre con los animales. La cría intensiva o industrial la ve como "el mayor crimen de la historia". Es curioso que le afecte tanto el destino de los animales en un mundo humano, pero las perspectivas humanas en un mundo poshumano parecen no preocuparle demasiado. A pesar de su afán confeso de cuestionar las ideas recibidas y los lugares comunes, hay no poco de "corrección" en sus discusiones sobre el patriarcado o de la ciencia colonialista.

La lectura de Harari es quizá más estimulante cuando se ocupa de dónde venimos que de adónde vamos. Pero no deja de ser levemente inquietante su visión de que las utopías políticas (convertidas en distopías) no serán necesarias; no habrá que imponer a los individuos el poder del Estado, pues el individuo se disolverá desde dentro. Estaríamos al comienzo de una gran transformación, la de construir un mundo sin lugar para nosotros.

Fichas

De animales a dioses

Editorial Debate, 2016, 494 pp., $ 14.000

Homo deus

Editorial Debate, 2016, 490 pp., $ 15.000