Del rechazo al asombro: la historia de Sgt. Pepper en Chile
El disco salió cuatro meses después que en Inglaterra y fue incomprendido por el público. Sonó por primera vez en radio Balmaceda y la revista Ecran le dedicó la primera gran reseña. Con el tiempo, hasta Víctor Jara quedó maravillado con la nueva era Beatle. Aquí, Culto reconstruye la pedregosa ruta que siguió el álbum más aplaudido de la historia para llegar a Chile.
Cualquier beatlemaniaco chileno que haya leído la prensa a principios de 1967 tenía motivos para inquietarse. Alentados por la determinación que el cuarteto tomó la temporada anterior de no tocar más en vivo para refugiarse en el estudio, los medios locales presagiaban una y otra vez el inminente fin de la era Beatle.
La revista Ritmo especulaba en febrero de ese año que "todos piensan que los dignos sucesores de los Fab Four serán los Rolling Stones". Pero en abril, los titulares rozaban la tragedia. "¿Comenzó el ocaso?", encabezaba una pequeña nota alojada en un rincón, pero que se leía como una lápida, ya que aseguraba que el mánager Brian Epstein había viajado a EE.UU. a buscar nuevos contratos para sus dirigidos, aunque había vuelto a Inglaterra con las manos vacías. "Nadie se interesó por sus pupilos. 'Ahora tenemos a The Monkees', fue la respuesta que recibió en todas partes", culminaba.
Ese texto apareció justo dos meses antes del 1 de junio de 1967, el día en que el mundo conoció Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, el álbum que llevó a la música popular hacia una nueva dimensión artística y estética, y que de paso, selló la inmortalidad de The Beatles. Estaba claro que la prensa chilena, y buena parte de la prensa del planeta, poseía la brújula equivocada.
De alguna manera, la desacertada información no sólo era consecuencia de un mundo poco conectado, donde la contingencia musical sólo rebotaba como un lejano y retrasado eco. También respondía a la mirada candorosa con que se seguía observando a la banda, como si nunca hubieran despegado de los gritos, las chasquillas y las corbatas, casi desconociendo la evolución que los había empujado al LSD, los bigotes y el misticismo oriental.
"No habían canciones para bailar, tenía una instrumentación distinta, era un álbum muy raro. Eso que se dice, que acá todo el mundo quedó loco e impresionado a la primera, es mentira. Los que seguían a los Beatles por la facha, por el período de la beatlemania, llegaron hasta ahí no más, se echaron para atrás", recuerda Mario Olguín, líder del grupo Beatlemania.
Jorge Cassis, publicista y en ese tiempo cerca de graduarse del colegio, fanático acérrimo de los ingleses, cuenta que su experiencia también tuvo más de shock que de goce: "Mi hermano me lo trajo desde EE.UU. y, como no había audífonos, lo tenías que poner en el tocadiscos del living y ahí la casa se llenaba de música india, después una jauría de perros, luego una orquesta. Me preguntaban '¿qué cresta estás escuchando?', yo les decía 'los Beatles' y nadie entendía nada, tenía que dar mil explicaciones".
En síntesis, Sgt. Pepper no significó un cisma profundo en la sociedad chilena, como sucedió con los títulos anteriores, salvo en círculos acotados de músicos y conocedores. Por lo demás, el impacto por los originarios de Liverpool era reciente.
La primera vez
Según el libro Historia social de la música popular en Chile, a mediados de 1963 los locutores Raúl Matas y Pepe Abad compraron en Londres el single "She loves you", para luego entregárselo a Ricardo García de radio Minería, quien lo programó sin demasiada repercusión.
El remezón telúrico vino recién a mediados del año siguiente, coincidiendo con el estreno de El club de los Beatles, con Agustín "Cucho" Fernández en radio Santiago, espacio que estableció clubes de fans, auditores fieles y reuniones de seguidoras en todo el país para intercambiar cancioneros, fotos o revistas.
Pero a inicios de 1967 los gustos estaban más disgregados. El "Pollo" Fuentes dominaba las portadas de todas las revistas y el tema más escuchado de ese primer trimestre fue Porque yo quiero, de Salvatore Adamo.
Sólo como un pequeño vínculo anglo, "Penny Lane" -el single Beatle que antecedió la salida de Pepper- llegó en mayo al cuarto puesto del listado de los temas más populares de la revista Ritmo. Fue la única canción de los ingleses que ocupó un puesto de relevancia en los rankings nacionales en todo ese año. Ninguno de los hits legados por Pepper, como "Lucy in the sky with diamonds" o "When I'm sixty four", trepó alguna vez por las listas de éxitos elaboradas en el país.
Por lo demás, en esa misma semana de junio en que el Sargento Pimienta transformaba el destino del pop, la publicación ponía en su portada al cantante italiano Ennio Sangiusto. De los Beatles sólo había artículos tipo "Paul nos invita a su casa" o que informaban acerca del nuevo hijo de Ringo.
La primera referencia de los medios nacionales al disco apareció el 6 de junio, cinco días después de su lanzamiento mundial, cuando la revista Ecran puso en una de sus primeras páginas una foto de los nuevos Beatles bajo el título "¡Dejen eso dónde lo encontraron, muchachos!" -en obvia referencia a las drogas-, describiendo en el texto que los músicos se reunieron para presentar el single "A day in the life", el que cierra su obra maestra.
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Ejemplo de cómo la revista Ritmo informaba acerca de los Beatles en 1967.[/caption]
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Primera referencia en un medio local al disco. Salió el 6 de junio en Ecran.[/caption]
Hubo que esperar para que esas canciones ganaran masividad. Sgt. Pepper se empezó a vender en tiendas nacionales –como Casa Carrera o Casa de discos Ricardo García- entre la última semana de septiembre y la primera de octubre, aunque los mejores contactados hicieron lo imposible por escucharlo antes.
Quizás la primera vez que sonó alguno de sus temas en el dial chileno fue en radio Balmaceda, luego que el disjockey Robinson Retamales usara sus vínculos con la BBC (donde después terminó trabajando) para conseguirse el álbum y emitirlo para gran parte de Santiago.
Uno de esos auditores fueron los músicos de la banda local Los Mac's, quienes después de encerrarse en un auto para asombrarse con las 13 canciones, se reunieron con Retamales -periodista que ya los había introducido al cuarteto tres años antes- para oír nuevamente la producción. "Era una novedad absoluta. Nos marcó mucho", dice David Mac-Iver, cantante del conjunto, el que ese mismo año editaría Kaleidoscope men, una obra diseñada a imagen y semejanza de Sgt. Pepper.
Pablo Aguilera era un veinteañero que encabezaba un espacio juvenil en radio Corporación y recuerda que un auditor fue una tarde hasta la emisora para facilitarle el disco. "Ahí lo pude tocar. Era una persona que viajaba mucho y era una modalidad muy típica de la AM en esos años", relata.
Eduardo Gatti también contó con la pequeña ayuda de sus amigos: Julio César Pereira, brasileño afincado en Chile y líder del fugaz grupo Los Beatniks, tenía el álbum, un equipo de última tecnología e invitó a un puñado de músicos nacionales a su casa para compartir ese trance epifánico.
Cuando ya estuvo al alcance de todos, Eduardo Carrasco de Quilapayún fue a comprarlo a la disquería de Ricardo García –situada en el centro capitalino- y lo compartió con sus compañeros, incluyendo Víctor Jara, su director musical. Casi por casualidad, Pepper fue el telón de fondo del destino inmediato de todos ellos.
Carrasco cuenta que su deslumbramiento con el disco –que curiosamente salió la misma semana que el debut de los chilenos- definió para siempre la preocupación estética que cruzaría toda la carrera de los hombres de La muralla. El cantante sigue: "Mirando esa portada entendí que el agregado visual de la música era indispensable. Para nosotros y para cualquiera". De modo inesperado, los ponchos oscuros de los chilenos habían trazado un puente con los trajes multicolores de la banda del club de los corazones solitarios.
En tanto, Jara vivió casi todo el primer semestre de 1968 en Londres, becado por el British Council, donde experimentó en terreno la atmósfera delineada por los Fab Four y entusiasmado compró esos célebres cuatro retratos de los músicos bajo colores psicodélicos que se venden hasta hoy como posters, tomadas por el fotógrafo estadounidense Richard Avedon, con el fin de regalárselo a cada uno de los Quila. "Los escogió en base a la personalidad de nosotros. A mí me tocó Paul", rememora Carrasco.
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Imagen aparecida en 1968 en Inglaterra y que Víctor Jara regaló a sus compañeros en Quilapayún.[/caption]
Otros grupos locales, como Los Vidrios Quebrados, Los Beat 4 o Kissing Spell, también reportan la influencia de la pieza maestra de los hombres de "Help!" en parte de su trayectoria. Una huella se fue diluyendo de a poco, ya que finalmente los mayores conjuntos que irrumpieron en el circuito a partir de esos días, como Los Jaivas, Los Blops, Congreso o Aguaturbia, tienen una raíz más evidente en la fusión latina o en el rock áspero de Norteamérica, que en la psicodelia británica.
Sin tanta pimienta
El resto de los fans también empezó a adquirir el título, pero en una versión nacional muy distinta a la que se comercializaba en el extranjero. Aunque es muy probable que en ese momento nadie se haya dado cuenta.
Por motivos financieros, el sello EMI Odeón lanzó un vinilo en extremo simple, sólo con la carátula y un sobre, sin la clásica imagen interior de los cuatro músicos a todo color ni las figuras recortables que ofrecía la edición original. En la contraportada, sólo tenía las letras de los temas sobre un fondo blanco.
Pedro Lazo compró el álbum en Casa Amarilla de Viña del Mar, pero sólo cuando muchos años más tarde se fue a vivir a Suecia –luego de trabajar en la industria de caramelos en el país- descubrió que el diseño chileno era un mal chiste.
La periodista Ana Rosa Romo, otra fan histórica, también lo adquirió apenas llegó a las disquerías y le impactó que las líricas vinieran impresas. "Ya no necesitaba buscarlas para traducirlas, como había sido antes", comenta.
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Ambas son imágenes del arte interior de Pepper, pero que no salieron en al edición chilena.[/caption]
El coleccionista de vinilos Víctor Tapia acota que el Pepper criollo tampoco tenía las composiciones separadas en cada uno de los lados, sino que todo era una gran pista en la cara A y otra en la cara B. O sea, era imposible situar con exactitud la aguja del tocadiscos en el inicio de los tracks. Para un país no habituado a consumir un formato en ese entonces atípico como el LP, en una era aún dominada por los singles, fue otro ingrediente que lo consolidó como un bocado aún más difícil de digerir.
La primera gran reseña de la obra apareció en la edición de Ecran del 3 de octubre, donde a dos páginas se resaltaba que los Beatles no estaban acabados como se postulaba meses antes, sino que sólo se habían replegado para sumergirse en una identidad que los cambió para siempre. El titular de la extensa nota era "Los Beatles… de aquí a la eternidad".
"Ellos están allí, con sus melenas de siempre, sus flamantes mostachos estilo Pancho Villa y sus brillantes uniformes militares, rodeados de celebridades", describía el artículo. Luego hablaba de efectos alucinógenos, de meditación en la India, de nuevos recursos técnicos, básicamente todo el lenguaje que definió a los cuatro de Liverpool en ese punto de su escalada creativa. "Claro está que los Beatles ya no son los jovencitos de hace cinco años, melenudos pero con rostros curiosamente inocentes. Todo hace suponer que nos deparan cada vez nuevas sorpresas", concluía el análisis.
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Reseña aparecida el 3 de octubre en Ecran.[/caption]
En lo global, casi todos los medios chilenos que hicieron mención al nuevo cancionero Beatle destacaban en sus títulos el uso de drogas y el protagonismo de ese concepto tan nuevo como sospechoso: la psicodelia.
Con ese trasfondo, la producción se convirtió en una de las más vendidas en el mercado local en el último trimestre de 1967 y García lo nombró en su espacio Discomanía el mejor LP extranjero de esa temporada. Después de todo, la vía chilena a Sgt. Pepper, tal como en el resto del mundo, también había triunfado.
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