-Hace tiempo quería ir a un bar irlandés -dije apenas vislumbré nuestro destino.
-¿Por qué?
-Me gusta la mística irlandesa - respondí pensando en cumbres verdosas rodeadas de neblina, castillos de antaño, leyendas celta y música alegre que invita a danzar.
Estereotípico, lo sé…
En la fría tarde que el horario de invierno transforma en noche, verdes luces mostraban el nombre Flannery's resplandeciente en medio de los edificios en las cercanías de Tobalaba.
Las mesas de la terraza, acompañadas de estufas, resultaron más atractivas que el interior. Tras un día de lentas horas enjauladas en un edificio, el frío aire que anunciaba la proximidad del invierno era un mal añorado.
De una semana que recién comenzaba, me estaba quedando con el gusto amargo de los rumores injustificados y los descargos contenidos, pero el día aún no acababa.
Una pequeña vela era la única decoración en la mesa, no hacía falta más para alentar una conversación llena de historias de otros tiempos, otros personajes que contribuyeron a quienes somos.
No soy asidua a las sorpresas. Generalmente busco con anticipación dónde queda un lugar, qué ofrecen y el rango de precios; y esta no fue la excepción. Solo para reafirmar mi decisión di una mirada más a las opciones ofrecidas, pero tenía clara mi elección: Flannery's cream stout de barril.
Un largo vaso lucía el nombre del pub junto a la palabra «craft» (artesanal). El brebaje oscuro contrastaba con dificultad del cielo nocturno, a diferencia de la espuma color canela que coronaba impecablemente aquel licor de la suerte.
La espuma era la encargada de dar la bienvenida. Suavemente se deshace en la boca y pequeños vestigios reposan en las comisuras de los labios.
De pronto, la stout da sus saludos. Esperaba un sabor fuerte, amargo, pero encontré una textura suave, la que dejaba a su paso el recuerdo de una taza de café con un trozo de chocolate. Refrescantemente cálido en un sentido reconfortante, como si hubiese sido aquello que hacía falta para aliviar las heridas de los malos ratos.
Desde el fondo del local se escuchaba "Roxanne". Recuerdo que ese momento vi hacia el semáforo de El Bosque Sur con Arrayán esperando ver una luz roja tal como canta Sting: estaba en verde.
Busqué una coincidencia ridícula, en circunstancias que poca importancia tenía. "Podría sonar U2", pensé como la única banda irlandesa que vino a mi mente.
En 1906, la ciudad irlandesa Ballinrobe fue la testigo de los orígenes de Flannery's. A miles de kilómetros de distancia, esa tradición continúa en Pirque para deleitar a quienes buscan un refugio del estrés capitalino.
Casi como una premonición la siguiente canción fue "Beautiful day" en la voz de Bono. El día había llegado a su fin, pero definitivamente mejor a como había comenzado. Encontré la fortuna del irlandés en pleno Santiago.