A Norton Maza (1971) le gusta poner al espectador como testigo privilegiado de los acontecimientos más inesperados. Por ejemplo, en El rapto, el artista hace que el público asista al momento exacto en el que una joven encapuchada y con una bomba molotov en la mano está siendo abducida por una nave espacial; o en La barrera del sonido, el efecto físico que se produce cuando despega un F16, dotado de una velocidad supersónica, es recreado por una estela congelada y suspendida en el aire, construida con cientos de juguetes y objetos cotidianos en miniatura. Para Maza, estas escenas constituyen un comentario político y humano sobre las tragedias del mundo actual, las que al mismo tiempo funcionan como una ficción artística cargada de ironía y poética.
Ambas obras son parte de la muestra Vestigio de frontera, que el artista chileno exhibe hasta el 22 de julio en el Centro Cultural Matta de Buenos Aires, espacio que funciona al alero de la embajada chilena con la dirección de María José Fontecilla.
La muestra se completa con dos obras más de Maza, ambas inéditas en Chile. La primera es la reproducción a escala gigante de dos metralletas de guerra, una M16 (utilizada por EEUU) y una AKA 47 (arma usada en URSS), ambas hechas en madera como si fuesen juguetes de niños.
La segunda pieza fue exhibida ya en Los Angeles, en la feria LA Art Show, en enero pasado, y se titula Deep impact, una instalación montada a modo de pieza de museo: consiste en un globo terráqueo de unos 30 centímetros, en el que el artista construyó muros en las fronteras de todos los países, para aludir a la política anunciada por el presidente Donald Trump en EEUU. "Había sido invitado a esta feria por la curadora Marisa Carciolo y sentí que era el momento y lugar idóneo para hablar sobre el tema de la inmigración, los refugiados y finalmente el racismo, que es algo que nos afecta a todos. Son temas que vengo trabajando hace tiempo, pero que ahora con Trump en el poder cobran mayor fuerza", cuenta Maza.
En la obra, un meteorito amenaza con impactar la Tierra, mientras otras explosiones se suceden dentro del globo, justo en lugares de guerra internacional como Irak y Siria, pero también hay sitios locales como el conflicto mapuche en la Araucanía chilena. "En el fondo son temas globales, que se repiten en todas partes, en todos los noticiarios", dice. "El problema del racismo es algo brutal que se está viviendo ahora también en Santiago con la llegada de inmigrantes haitianos, por ejemplo, y es una pena porque es como si fuéramos un país sin memoria, como si no recordáramos cuando tantos chilenos se exiliaron por motivos políticos y económicos, y cómo fueron bien acogidos afuera. Creo que los muros físicos al estilo de Trump son preocupantes, pero lo son mucho más los muros simbólicos que se levantan entre los seres humanos ", agrega.
Nacido en Lautaro en 1971, pero criado entre Francia y Cuba, Maza reconoce en el imaginario infantil otra clave esencial de su trabajo; sus obras siempre tienen una faceta lúdica: juega con las proporciones, utiliza personajes de la cultura popular, y la mayoría de las veces incluye directamente juguetes reciclados en las instalaciones. "Mi trabajo tiene mucho que ver con mi vida personal, y la infancia que pasé en dos lugares tan distintos me marcó mucho. En Francia podía jugar con los juguetes más modernos, mientras que en Cuba no teníamos nada, jugábamos con la lluvia o con tarros y palitos que convertíamos en camiones, fue entonces que comencé a volverme escultor", dice Maza.
Luego de presentar su obra El rapto en el Museo de Bellas Artes, el año pasado, el artista decidió concentrarse en llevar su trabajo a una dimensión más internacional. "No tengo proyectos en Chile por ahora. Voy a exponer nuevamente en Los Angeles y luego en Denver con la curatoría de la argentina Marisa Caichiolo, y en septiembre me voy a México a hacer una residencia y a exponer mi trabajo en Guadalajara y en el DF", cuenta.
En un mes más, sin embargo, lanzará en Santiago el libro-catálogo de Vestigio de frontera, editado por Puro Chile, que ya presentó en Argentina, con textos de la curadora trasandina Gabriela Salgado.