Una mujer que sabotea el cumpleaños de su hijo, una mascota perdida cuyo dueño no quiere encontrar y una madre que se va de viaje y no extraña a su familia son algunos de los protagonistas de estas historias, publicadas por Libros de Mentira.
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"Creo que llamó dos veces. Mi madre. Mandó unas postales que llegaron a casa un mes después que ella lo hiciera. Cuando volvió, levemente bronceada, oculta tras unas enormes gafas negras de aeropuerto y vestida con el impermeable negro que no se quitó hasta 2004, mi hermana corrió hacia ella, lloró abrazada a sus rodillas y le preguntó si nos había extrañado en su larga estadía fuera de casa. Mi madre, con esa honestidad impostada que la ha caracterizado en reuniones de apoderados y cumpleaños infantiles, le dijo que no".
Este fragmento pertenece al cuento "Cosmogonía invernal aún en tránsito" de Mónica Drouilly (Santiago, 1980), está basado en su propia vida y en 2013 ganó el Concurso de cuentos de Paula. Hoy forma parte de su primer libro, Retrovisor, que acaba de ser publicado por Libros de Mentira. El volumen agrupa además otros 6 cuentos, en los que todos los personajes "tienen algo que los incomoda, que no sintoniza perfectamente con lo que los demás esperan de ellos", explica la autora. Una mujer que sabotea el cumpleaños de su hijo y una mascota perdida cuyo dueño no quiere encontrar son algunos de los personajes que nutren este universo creado por Drouilly.
—¿Cómo se gestó este libro?
—Yo había escrito un par de relatos antes, el último "Cosmogonía..." ganó el concurso de Paula, lo que fue impactante para mi porque hasta el momento era el único cuento de un tamaño decente que había terminado en mi vida. Creí -y tal vez la otra gente también creyó-, que de ahí en adelante me iba a poner a escribir y pasó todo lo contrario. Yo trabajaba en un banco alemán que me hizo la descortesía de irse de Chile, por lo que tuve que buscar un nuevo trabajo y fui aplazando lo de escribir. Un día me di cuenta de que habían pasado tres años en los que no escribí nada más que e-mails. Me decepcionó mi falta de constancia y decidí tomarme un año, para escribir y hacerlo bien. Postulé al taller literario de Pablo Simonetti y quedé. Él es muy exigente y yo necesitaba esa presión. Entre el par de cuentos que tenía de antes, los que trabajé en el taller y otros que nacieron después, se empezó a generar un libro.
Ingeniera civil de profesión, Drouilly cuenta que durante su niñez siempre tuvo la idea de que por ser buena para las matemáticas ese era su destino inevitable. Durante años dejó de lado su inquietud por las artes y la literatura. "Un día, ya de adulta, me puse a pensar ¿Cómo voy a ser capaz de diseñar un reactor termonuclear y no voy a ser capaz de escribir?", dice.
—¿Es difícil conjugar tus intereses matemáticos-científicos con los creativos-literarios?
—Para mí en mi cerebro, no es tan difícil. Lo difícil es que en la vida práctica son ámbitos que están absolutamente separados. Yo trabajo en un banco y existe el prejuicio de que ahí la gente solo habla de finanzas y solo tienen esos intereses; no es así, son personas múltiples en sus gustos. Me ha costado encontrar el tiempo y el espacio para hacer las dos cosas bien al mismo tiempo.
"Por otro lado, cuando creo, soy muy estructurada. Hago esquemas, qué imagen se conecta con cuál y cómo voy a transitar de una a la otra. Casi hago diagramas con nodos y flechas, porque ese lenguaje me queda muy cómodo. También investigo mucho los detalles: en el cuento 'Retrovisor', que da título al libro, hablo de los ojos de un peluche. No puedo llegar y decir 'el ojo de plástico', leo primero como se llaman los materiales, cómo se cosen... tiene que ver con mi formación y la base científica de mi carrera".
A pesar de que "Cosmogonía invernal aún en tránsito" le abrió puertas, también trajo consigo algunas complicaciones. Así lo relata la autora: "Como es autobiográfico, fue medio polémico en mi familia y es incómodo hasta el día de hoy. Me lo recuerdan cada cierto tiempo de forma no tan amable y yo les trato de explicar que lo cuento desde la literatura y no desde la denuncia".
La autora hace un paralelo entre lo ocurrido tras publicar su cuento y lo que le pasó a la francesa Delphine de Vigan al relatar el suicidio de su madre en Nada se opone a la noche: "Se convirtió en una escritora top de la noche a la mañana y su familia rompió con ella. Los relatos honestos resultan súper atractivos para los lectores y son los mismos que por revelar tanta intimidad te pueden causar problemas en tu vida privada. Yo la verdad, no lo dimensioné, me lo tomé a la ligera y ahora pensaría dos veces antes de jugar con ese riesgo".
Actualmente la autora coopera con el colectivo teatral Piriz + Maraboli en la obra Fin, que se estrenará el 15 de junio en el teatro Sidarte. Más adelante piensa volver a trabajar en finanzas, pero esta vez, sin dejar de lado su veta literaria.