Hay cosas difíciles de explicar a los hombres, siendo mujer: cómo un buen día de pelo te cambia el ánimo, lo que significa realmente ser acosada en la calle y sentir miedo, o el dolor de ovarios. De distintas importancias y profundidades, lo hermoso de los sexos es que tenemos misterios para el otro. Y así como es difícil explicar lo que significa para alguien de sexo femenino ver a la Mujer Maravilla pegar patadas en pantalla —fascinación, felicidad—, cuando se trata de detallar, las ideas se quedan atrapadas en la distancia entre géneros.
Porque Mujer Maravilla es simplemente una película de superhéroes -en comparación a una película de dignidad artística, como El caballero de la noche-, y ni siquiera es de las mejores: sí, es amena, sí, Gal Gadot vale cinco secuelas y más, sí, el ejército de Amazonas —¡interpretadas por deportistas olímpicas de la vida real!— es un terremoto fantástico de ovarios. Pero los diálogos son pobres, en un punto todo explota volviéndola una superproducción genérica más, y por favor, los nazis hablan en inglés con acento alemán. La trama feminista donde los hombres más estorban que otra cosa, se diluye un poco en la necesidad de pertenecer al mundo popcorn hollywoodense. Algo que fue vital para demostrar que las mujeres también pueden triunfar en taquilla, lo que felizmente ha probado la obviedad de que el mundo está preparado para ver historias de mujeres fuertes y explosiones, al mismo nivel que quiere ver transformers y explosiones, y hombres de acero o hombres murciélago o hombres araña y, siempre, explosiones.
Más allá de su trama y sus aciertos o malos diálogos, lo más importante de Mujer Maravilla es el disfraz. Ahora volverá a ser de los más vestidos para Comic Con, y estará entre los más fantaseados en las camas gracias a cómo lo lleva la grandiosa Gal Gadot. Pero el disfraz en sí mismo es vital para las niñas de hoy, las de mañana y las adultas con entusiasmo.
Ahora las niñas tienen de qué disfrazarse cuando juegan a los superhéroes. Pueden ser parte del juego en igualdad de condiciones. Es como cuando a Rey, de Star Wars, le dieron una espada láser; amamos a la princesa Leia, pero ahora también podíamos jugar a ser Jedi, no mandar a los Jedi con nuestro genial liderazgo. O las muy vapuleadas Cazafantasmas; el overal ahora tiene entalle para chicas. Las niñas de los últimos años han podido explorar el mundo de la fantasía con estupendas protagonistas como Katniss, de Los juegos del hambre, quien comenzó una verdadera locura por las trenzas; o Hermione, de Harry Potter, con su varita. Pero si había que jugar a Superman y Batman, a Thor o Capitán América, la opción era un enterito de cuerina negro al estilo Scarlett Johansson en Los Vengadores: fantasía masculina, más no un objeto de deseo e identificación para las jóvenes y pequeñas. En cuanto a capas, a menos que tu mamá haya sido fanática de Linda Carter, había que remitirse a los hombres. Y eso, desde la primera infancia, diferenciaba que había juegos para mujeres y juegos para hombres, en la omniprescencia cultural que son los superhéroes.
Estoy generalizando, por supuesto, pero para las mujeres (y sobre todo para quienes se identifican como tales), el traje, el estilo y la ropa son parte de nuestra identidad y de nuestra interacción con el mundo. Ya sea si se visten zapatillas Converse o se anhelan los Blahnik de Carrie Bradshaw, nuestra ropa muchas veces es nuestra armadura y nuestra arma de seducción. En el siglo XX la liberación femenina tuvo que ver también con librarse de las restricciones impuestas por la moral al género en vestimenta, como vestidos del tobillo al cuello, o con obligaciones de figuras irreales, como el corset. La minifalda, el bikini y el vestido negro de Chanel fueron armas del movimiento feminista, y corrientes de aire fresco para niñas y jóvenes y mujeres de todo el mundo. En una de las mejores partes de la película Mujer Maravilla, nuestra heroína debe cambiarse el look. No entiende cómo las mujeres pueden moverse y pelear en esos restrictivos vestidos de principios de siglo en Londres, ni menos pegar patadas. Termina eligiendo un look a lo sufragista, para luego ponerse a pelear en un callejón, en un homenaje directo a una escena del Superman de Christopher Reeves. Por supuesto que lo primero que hace en el campo de batalla es volver a su uniforme de Amazona.
Han circulado por todas las redes sociales fotos "inspiradoras" de pequeñas niñas vistiendo las botas, la capa, la minifalda y traje de Mujer Maravilla. No es algo menor: para poder vestir como la superhéroe, esas niñas tienen que haber dejado en el clóset el vestido azul de Elsa (quien ya era una de las princesas Disney de más armas tomar) o la corona. Ahora tienen los dos. Y pueden alternarlos. Pueden ser una Elsa con escudo y espada, si es lo que quieren. Las botas, sabemos las mujeres, quedan bien con todo.
https://youtu.be/R3wDsbkybVw