Andy Warhol fue un profeta de su propio tiempo. Muchas décadas antes de que la televisión inventara los reality shows y de que las redes sociales aparecieran y apoyaran el ascenso de pequeñas estrellas, el artista ya había predecido que en el futuro todo el mundo sería famoso por 15 minutos. La frase de alguna forma sentó las bases de la actual cultura de las celebridades y es hasta hoy un reducto de esperanza para todos aquellos jóvenes que buscan fama, aunque Warhol sabía que la influencia de las verdaderas estrellas -aquellas con un aura de fascinación natural- era eterna. El mismo se convirtió en una de ellas.
Tercer hijo de un matrimonio de inmigrantes eslovacos en Estados Unidos, Andrew Warhola nació en 1928, en medio de la Gran Depresión, y se crió en un barrio modesto de Pittsburgh, donde desde niño solía asistir al cine. Desde esa época empezó a adorar a las estrellas de Hollywood y a coleccionar sus fotografías, que se resguardan en varios álbumes personales hasta hoy. Quizá la devoción católica bizantina de su familia también influyó: iban todos los domingos a la iglesia a venerar las doradas imágenes de los santos, que para el pequeño Warhol parecían ser tan inalcanzables como las figuras del espectáculo.
La fama, la veneración y la muerte fueron algunas de las obsesiones vitales que el pionero del arte pop utilizó como motor de su obra y que ahora son el eje central de Andy Warhol: icono del arte pop, exposición que trae 228 obras al Centro Cultural La Moneda -la mayor que se ha hecho del artista en el país- y que se abre este miércoles.
Entre las piezas hay dibujos, pinturas, esculturas, grabados y películas que recorren la trayectoria del artista y que provienen de su museo en Pittsburgh, Pensilvania. "Desde muy temprana edad Warhol escuchaba los programas de celebridades, sus entrevistas en la radio, y les enviaba correspondencia. La colección de archivos dentro del museo tiene un retrato firmado de Shirley Temple, dirigido a un joven Andy Warhola", cuenta a Culto Jessica Beck, curadora del museo y de la muestra, quien viajará especialmente para inaugurar la exposición en Chile.
"Cuando Warhol se consolidó más como artista comenzó a pensar en la política de la celebridad y la forma en que los medios de comunicación contribuyen a un atractivo muy específico de esa cultura. Con esta idea también viene una fascinación por la muerte. Para Warhol, la celebridad y la muerte se alinean de cerca", agrega la curadora.
La exposición en Santiago recoge esa fascinación doble con piezas como el famoso retrato de Marilyn Monroe de 1967, producido después de su suicidio, y el de Jacqueline Kennedy de 1964, también realizado poco después del asesinato de su esposo, el Presidente John F. Kennedy. "En gran parte de la obra de Warhol, la fascinación por las celebridades está intrínsecamente conectada con la idea de la muerte pública", dice Beck.
Además hay una serie de retratos polaroid de los 70 donde aparecen figuras del espectáculo como Mick Jagger, Debbie Harry y Miguel Bosé, y colegas artistas como Keith Haring, Robert Mapplethorpe y Jean-Michel Basquiat.
Tres disparos
Radicado en Nueva York, Warhol se formó como publicista y se hizo una buena reputación a fines de los 50 trabajando como ilustrador para anuncios comerciales de zapatos. De esa cercanía con el marketing nació la inspiración para sus primeras obras de arte que lo posicionaron de inmediato en la primera línea de la vanguardia artística; en 1962 hizo su primera exposición en la Gran Manzana, donde exhibió piezas fundacionales como el díptico de Marilyn Monroe, las latas de sopa Campbell, 100 botellas de Coca-Cola y 100 billetes de dólar.
Warhol aplicó entonces los mismos principios de cómo una estrella de cine se transforma en un icono cultural para darle un valor extraterrenal a los objetos de uso cotidiano, logrando al mismo tiempo situarse como uno de los principales cultores del arte pop. Parte de esta temprana producción se exhibirá en Santiago: hay dibujos de zapatos, helados y carteras de fines de los 50; rarezas como una serie de pinturas sobre el Test de Rorschach y sus conocidas esculturas de cajas de sopas Campbell y jabón Brillo, de 1964.
Para la curadora, la estética de Warhol es otro sello esencial de su trabajo y se ve reflejado en la exposición. "Lo que más me gusta de esta muestra es que se destaca el maravilloso y muy sofisticado uso de color de Warhol. En sus pinturas abstractas, en sus retratos de celebridades y de la socialité, uno puede ver cómo el color es siempre brillante. Creo que al público de Santiago le encantará ver este lado de la práctica de Warhol que está muy investido en grandes ideas sobre la pintura. No es sólo la sopa de Campbell y Marilyn Monroe", dice.
Aunque en un comienzo fue atacado por el círculo más purista del arte -a quienes les resultaba inadmisible que un artista se rindiera de esa forma al consumismo-, Warhol fue apoyado por varios galeristas y artistas que veían en su movida algo más trascendental: el reflejo de un cambio cultural. Warhol se transformó rápidamente en un experto agente. Fundó The Factory, su centro de operaciones por la que se pasearon todo tipo de figuras culturales de la época, ya sea por las fiestas que ahí se hacían o para aparecer en las películas experimentales de Warhol. Desde allí también comenzó a apadrinar y colaborar con futuras estrellas como la banda The Velvet Underground. "Warhol invirtió en las cámaras más modernas y se dedicó a la formación de la cultura juvenil, con artistas contemporáneos como Keith Haring y Jean-Michael Basquiat, así como estrellas pop como Madonna y Michael Jackson", dice Jessica Beck.
A fines de los 60 parecía que Andy Warhol había tocado la cima de la fama, pero sabía que todavía le faltaba conocer el lado oscuro de ella. El momento llegó el 3 de junio de 1968, cuando Valerie Solanas, una ex colaboradora de The Factory, diagnosticada con esquizofrenia, le disparó tres veces dejándolo casi al borde de la muerte. Warhol se salvó, pero algo cambió en él. "Antes de que me disparasen, siempre pensé que estaba un poco más para allá que para acá. Siempre sospeché que estaba viendo la tele en vez de vivir la vida", dijo el artista tras el tiroteo.
Para la curadora, el atentado cambió la naturaleza de su trabajo y los años 70 serían su época más tranquila. "El tenía una política muy abierta con los visitantes de The Factory; pero después del atentado fue mucho más celoso con su trabajo y mucho de él se centró en comisiones y retratos", dice la curadora.
"Me interesa ver la obra de Warhol dentro de una construcción social, porque mucho de su práctica está profundamente conectada con la política de su tiempo. Ahora mismo estoy explorando cómo las pinturas religiosas tardías de Warhol están conectadas con la epidemia del SIDA, que estaba barriendo en ciudades como San Francisco y Nueva York en los 80", cuenta Beck.