La exitosa presentación de Mon Laferte en el pasado Festival de Viña, los dos conciertos a tablero vuelto de Bloque Depresivo en el Teatro Caupolicán y el trofeo a Mejor Cantautor para Demian Rodríguez en la última entrega de los Premios Pulsar, son algunas postales recientes que sirven para graficar el fenómeno. Tres momentos que, además de representar un triunfo para sus respectivas carreras, tienen un denominador común en lo estilístico: tanto la ex participante de Rojo como el grupo de "Macha" Asenjo y el solista sanantonino alcanzaron estos hitos a punta de boleros, el género musical surgido hace casi doscientos años en Cuba, masificado luego desde México y que hoy, nuevamente, vive días de esplendor en el circuito chileno.
¿Cómo fue que la música que hace medio siglo dominó el mercado y que luego fue despreciada por parte de la sociedad se transformó en el estilo en boga de la escena local? "Las nuevas generaciones lo han ido descubriendo sin el prejuicio que existía antes", afirma el musicólogo Juan Pablo González, sintetizando el devenir de un estilo que hoy disfruta un público diverso, y al que además de las viejas glorias criollas se han ido sumando nuevos exponentes de recorrido estelar, como David "Rulo" Eidelstein, bajista de Los Tetas, y Ana Tijoux, con su proyecto Roja y Negro.
Es justamente en Valparaíso, cuna y epicentro histórico de la variante chilena del género, donde este fin de semana debutará un nuevo evento que celebra su historia y su popular presente. Se trata de Temporales de boleros, festival gratuito que se realizará mañana y el sábado 17 en el Teatro Municipal de la ciudad puerto, y donde se darán cita representantes de las distintas variantes que hoy ofrece dicho estilo musical en el país.
Así, en su jornada inaugural, se presentarán en vivo Los Embajadores de la Isla, una de las más antiguas y emblemáticas agrupaciones de la bohemia porteña, junto al cuarteto The Razzanos, que suma instrumentación eléctrica a los códigos del género, a la usanza de lo que en su momento hicieron Los Angeles Negros. Junto a ellos, la Orquesta de Boleros Jorge Farías, conjunto en el que participan integrantes de diversos grupos de la escena, cuyo nombre rinde tributo a la mayor leyenda del bolero de Valparaíso, fallecido en 2004.
Al día siguiente será el turno de Claudio Silva Rey -ganador del Festival de la Canción Popular Jorge Farías, realizado en abril-, el grupo local Funesto Malapata y, como plato fuerte, Carlos Cabezas, quien hace siete años protagonizó uno de los mayores hitos del redescubrimiento local del bolero, con el lanzamiento del disco solista Has sabido sufrir (2010). Ese LP ocupará buena parte del repertorio que mostrará en el evento el líder de Electrodomésticos junto a de La Orquesta del Dolor, integrada por Camilo Salinas, Danilo Donoso y Fernando Julio.
"El bolero es una tradición que sigue muy presente en la cultura popular de Chile, particularmente en la de Valparaíso, tomando cada vez más fuerza en la escena local. Nos hemos querido hacer cargo de la nueva vitalidad de este género musical, organizando un festival con exponentes de lujo, para reforzar su identidad y traspasarla a un público aún más amplio", explica el Ministro de Cultura, Ernesto Ottone, cuya cartera organiza el certamen con el apoyo de las Escuelas de Rock y Música Popular y el municipio porteño.
El eje del Pacífico
Según explica Juan Pablo González, han sido dos las vertientes principales por las que se ha desarrollado el bolero en el continente: la mexicana, más elegante y orquestada, a la que se plegaron grandes voces chilenas como Lucho Gatica y Antonio Prieto, y otra que surgió un par de décadas más tarde, más popular y que tuvo en Los Panchos y otros tríos melódicos a sus principales cultores. Así, mientras la primera corriente tuvo su gran revival a mediados de los años 90, en gran medida gracias a las versiones que Luis Miguel hizo de los clásicos de Armando Manzanero, es su contraparte la que ha servido de referente a las generaciones más recientes, como parte un fenómeno continental del que también son parte estrellas mexicanas como Natalia Lafourcade y Lila Downs.
"La música de ahora es deudora del bolero que nació en el eje del Pacífico, el de Lucho Barrios y el ecuatoriano Julio Jaramillo, influido por el vals del norte. Ese es el estilo 'cebolla', más lastimero, más de cortarse las venas", explica el director del Instituto de Música de la Universidad Alberto Hurtado sobre el estilo, que pese a su popularidad fue por muchos años mirado con desdén por algunos sectores del país, en gran medida debido a los excesos de sensibilidad de intérpretes como Palmenia Pizarro y Rosamel Araya.
Ahora, décadas después, ese "masoquismo cebolla" es la bandera de lucha de una nueva generación de artistas locales, desde Mon Laferte y sus lacrimógenos shows de desgarrados himnos al desamor, hasta Bloque Depresivo, otros de los responsables de revitalizar este cancionero, cuya imaginería incluye lobos que aúllan a la luna y gilletes ensangrentadas.
"Es algo casi inevitable. Todos los músicos tenemos una necesidad de inspirarnos en algo que sea auténticamente de acá, de aprovechar la riqueza latinoamericana", comenta "Rulo" Eidelstein, quien en medio de su trabajo como bajista de Los Tetas lanzó el año pasado Vendaval, uno de los álbumes más destacados de la temporada, donde el solista le dio una nueva lectura al vals peruano, el bolero y otros géneros de la región.
"Están todos unidos y constituyen una suerte de folklore urbano, más popular, y eso es interesante", agrega el músico, quien mientras continúa con la promoción de su último LP -que lanzará oficialmente en vivo el próximo 8 de julio en el GAM- ya trabaja en su sucesor, para el que pretende continuar su investigación y exploración de diversos ritmos latinoamericanos.