El reloj marcaba el minuto 80 y La Roja no podía. Jara había logrado cambiar la historia, ésa que normalmente nos jugaba en contra: robó una página del librito uruguayo y, con "picardía" rioplatense, provocó la expulsión de Edinson Cavani. Pero ni así era posible. Los celestes estiraban el chicle. Con uno menos, y aún calientes con el "18" nacional, sacaban a relucir una vez más ese plus invisible que los acompañó desde siempre. Su fin no era otro que alcanzar la definición desde los doce pasos. Y todos un poco lo sospechaban: en los penales lo ganaban ellos. Pero entonces llegó el "Huaso", uno que se acostumbró a las puteadas cada vez que erró un centro o no aprovechó el pincelazo entrelíneas de Alexis. Ahora era el héroe inesperado que permitió seguir soñando con el título. Y el héroe que le cambió la vida a Roberto Meléndez.
Se la cambió porque, desde entonces, se tomó el proyecto de su vida mucho más en serio. Tras la correspondiente celebración, el abogado decidió que debía hacer algo. "Chau Uruguay" fue el resultado. 400 palabras y la emotividad de una victoria para no olvidar: cuando La Roja tuvo más huevos que la selección con más huevos.
Horas después, Barrio Bravo, el sitio en el que Roberto contaba historias a partir del deporte más hermoso del mundo, buscando poner a prueba su pluma, pegaba el salto que necesitaba para convertirse en el fenómeno que actualmente logra cautivar a miles de hinchas del balompié. Fue el puntapié inicial: "Sin el gol del 'Huaso', probablemente Barrio Bravo no hubiese seguido", asegura.
—Muchas de tus historias parten de la realidad, desde un hecho puntual, documentado, y mutan en algo más ficcionado. ¿Cómo nace este estilo, te inspiraste en alguien? ¿A qué apuntabas?
—No me inspiré en nadie. Sí he leído toda mi vida, así que estaba intrínseco en mí el hecho de poder novelar mundos alternativos a lo que va sucediendo. También, dentro del contexto futbolero, a mí me agota un poco el dato, esa manera sobria de explicar, así que sentí que mi estilo de escribir calzaba perfecto en el fútbol. Porque el fútbol tiene una cuestión de tiempo y de identidad súper fuerte. En ese sentido, lo que yo trato de hacer es interpretar a un personaje, más que hacerle un escaneo biográfico. Cuando digo interpretar, digo que hay muchas cosas que se esconden detrás un personaje que no están explicadas, que tienen que ver con su silencio, sus miedos, la manera en cómo se va comportando: tratar de develar lo que no está dicho. Y eso lo voy haciendo a partir de hechos reales; otros derechamente son ficciones, como están en el libro: por ejemplo Rosa, Raúl, Nelson. En definitiva, sentí que el fútbol tiene mucha fantasía y que, al momento de escribirlo, le faltaba eso, a nosotros, los lectores de Chile.
—Un tema que se refleja en la historia que hiciste sobre Garrincha, donde abordaste el lado más oscuro de su vida...
—En el caso de Garrincha, me llamó mucho la atención su relación con Elza Suárez, una relación tan violenta. Me parecía interesante mostrar eso, porque sabía que este libro lo iba a leer mucho hombre. Quería que ese fenómeno estuviera en carne: la historia de un ídolo, un ídolo popular que más encima termina pobre. A lo que voy en ese sentido es que quería reflejar el retiro de un jugador de fútbol, el fracaso cuando ya se va la fama, el tormento sentimental de una persona. En definitiva, la figura de Garrincha, un jugador muy interesante de abordar.
—Caso opuesto es el de George Best, donde apuntaste más a lo futbolístico, quizás dejando de lado la bohemia que siempre lo caracterizó.
—La idea era demostrar una amplitud. Los distintos personajes van contando historias que se van sumando, que van engranando todo. De George Best me gustaba que era muy auténtico, que él no renuncia a su ser aunque sea decadente. Y, claro, lo voy tomando como algo de su propia esencia: que se reconoce en el campo de juego y que, además, es capaz de jugar y coquetear con una mujer afuera de la cancha.
Los primeros días de junio Barrio Bravo, ¿Por qué amamos la pelota? comenzó a poblar las librerías del país. Un sueño que Roberto moldeó desde sus 14 años, cuando leyó Gertrud, de Hermann Hesse. Se enamoró de la literatura, más aún de los clásicos. Y lo decidió: quería ser un escritor. Tenía pasta: uno de sus primeros ensayos, "una comedia distorsionadísima", como él mismo definió, consiguió la aprobación de su profesor de historia, quien le comentó: "Meléndez, usted ya sabe cómo ganarse la vida". El mejor piropo de su vida.
El libro fue un éxito total: a sólo dos días de su publicación, alcanzó segunda edición y llegó al primer lugar de ventas de Amazon.com en libros digitales de fútbol.
Meléndez dividió el texto en tres partes: fútbol internacional, con clásicos relatos que protagonizan Vardy, Garrincha y George Best, entre otros; historias más nuestras, como la tapada del "Superman" a Chilavert o la "culebra" de Lucho Fuentes; y, finalmente, una sección dedicada a la pura ficción: personajes como Guatón Nelson y el Jota nos muestran el lado más barrial de la redonda.
—¿Cuál es el proceso de selección de tus historias? Se puede apreciar un perfil: Garrincha, Best, Vardy...
—Tiene que ver básicamente con los temas, independiente del jugador. Obviamente hay jugadores que me emboban más, pero son los temas. En el caso de Vardy, la historia en sí te va atrapando. El pasaje en la séptimo división de Inglaterra..., es de esas historias épicas que a uno le gusta contar, porque uno siente que, a pesar de todas las adversidades, el hecho de no renunciar es algo valioso. Aunque suene cliché, el hecho de estar con un brazalete en el pie, que no te deje salir de la ciudad, y seguir jugando al fútbol porque amái el juego, porque te sentís libre..., es una experiencia muy valiosa para el día a día de cada persona.
—¿Tuviste la oportunidad de conversar con algún protagonista de tus historias?
—Sí. Tengo el caso de los personajes más externos del libro: Simón, el técnico, y la Iona. Ellos me cuentan una historia súper general, y yo casi nunca agarro los detalles que me van contando, voy agregando mucho de lo propio. se siente el fútbol interpretado, al punto de decir "lo explicái mejor de lo que yo lo podría explicar". Y eso, claro, es un gran elogio. No sé en el caso de los demás, pero nunca he recibido una queja. Al contrario: por ejemplo, Elías Figueroa quiere poner el texto en su museo. Va a hacer un museo en el Playa Ancha y lo quiere poner ahí. Es un riesgo que uno toma. Lo que hace Barrio Bravo es que la literatura sea masiva y, en estos casos, jugar con la realidad, de incluir mucha ficción de repente puede transgredir a lo que estamos acostumbrados.
"Me he cagado de hambre, pero ha sido la mejor hambre de mi vida". Roberto lo dejó todo: decidió entregarse por completo a Barrio Bravo. Ese proyecto que nació con un blog el 2011, en las vísperas de la Copa América disputada en Argentina, y que retomó poco antes del 2015, se convirtió con pasmosa rapidez en una exitosa página y un fanpage que esconde más de 110 mil likes: una especie de hijo.
Meléndez asume el reto. "Despierto con ganas, porque me desafía: es una evaluación inmediata, estái expuesto a que te hagan mierda", dice.
Además, siente el cariño de sus seguidores. "Leí un comentario de un lector que decía 'no hay que descansar hasta que Barrio Bravo sea el mejor escritor del mundo. A la mierda el Chile chaquetero'. Eso me impactó, se transformó en algo colectivo. Y eso es algo fuerte, una responsabilidad que tomo como tal".
—¿Qué opinas del éxito que ha logrado el personaje del Guatón Nelson?
—Fue súper inesperado. Yo creo que es porque representa mucho al chileno, hay una cercanía: es el de la derrota. Es que, generalmente, los hombres nos mostramos muy "machitos", escondemos nuestras derrotas. Y acá exponemos una derrota brutal, poh. Pero igual la saca adelante jugando a la pelota, eso es lo entretenido. El Guatón Nelson es una comedia. Y a mí me gusta mucho hacer comedias, aunque las exploto poco en Barrio Bravo porque tampoco me quiero hacer el payaso. Pero donde me siento más cómodo es haciendo comedias. Por eso, al Guatón Nelson lo gocé, me cagué de la risa. Lo mismo el Jota, que son parecidos. Me cagué de la risa haciendo ese antihéroe penca, donde todos nos vemos replicados en el día a día. Es un personaje muy nacional y me parece que el nombre también es muy bueno: Guatón Nelson.
—¿Y cómo nació?
—Siempre quise tener un personaje que se llamara Nelson. En el colegio tenía un amigo que se llamaba Nelson Felipe. Pero en el colegio decía que se llamaba Felipe no más. Obviamente, cuando descubrimos que se llamaba Nelson lo hicimos mierda, y quedé con la idea de tener un personaje con ese nombre, que fuera de comedia. Y aparece el Guatón Nelson en el texto del "Huaso" y rápidamente leí, encontré muchos comentarios sobre el personaje, así que dije: "ya, voy a hacer un texto del Guatón Nelson para probar". Lo hago, me voy de Santiago a Algarrobo, donde vivo, y cuando reviso, estaba la cagá. Era un hit descomunal.
—¿Hay algún texto que lamentas no haber incluido en el libro?
—Sí, hay dos. "El amor después del amor" de Batistuta, un texto súper bien logrado que debí haber incorporado. Me pasteleé. Y el otro: "Hoyito patá", que lo escribí en el verano y fue un hit. Pero igual era abusar mucho, porque hay como tres de colegio. Era mucho.
—¿Habrá un nuevo libro de Barrio Bravo?
—El público lo pide, jajá. Claramente. El próximo año hay Mundial y esto no se acaba en este libro, más allá de que le haya ido bien, mi intención es seguir, extenderlo, llegar a más países. Éste fue el puntapié inicial. Quiero seguir con la literatura futbolera.
"Más por cariño que por otra cosa", se queda con Salas. Roberto dio cátedra sobre su libro y ahora se relaja: habla sobre lo que más lo apasiona, el fútbol. Y no le tiembla el pulso cuando es consultado por sus favoritos. Admite que Zamorano "era seco", pero consideraba al "Matador" un jugador más completo. "En el partido contra Brasil en el 2000 lo compararon con Rivaldo", recuerda entusiasmado.
También opinó sobre Lio, de quien escribió hace poco y considera el mejor jugador que ha visto. En la eterna disputa lo ubicó por sobre Ronaldo. "Prefiero a Messi. Hace uno o dos años te lo decía a ojos cerrados. La virtud de Cristiano es que ahora te hace dudar, está en un momento increíble", señala.
Y la que más lo complicó: dos verdugos eternos de La Roja, ¿Batigol o El Fenómeno? "En mi vida me marca más Batistuta. Yo fui al estadio en el '91 y el concha de su madre hace el gol. Aun así, sentimentalmente Batistuta".
—¿Por qué elegiste la anécdota en Argentina para escribir de Marcelo Salas? El tema del acento, por ejemplo.
—Con el tema del acento, yo siento que ahí estoy reflejando una conversación popular, una conversación coloquial. El trabajo del escritor es también recoger lo que está pasando en la sociedad. Y, claro, cuando Marcelo Salas se va a Argentina, había un temor generalizado de que iba a desaparecer, que iba a fracasar, porque nunca un chileno había triunfado allá. Desde el sentido de inferioridad que teníamos nosotros y también la mirada peyorativa que tenían ellos hacia el fútbol chileno. Marcelo Salas derrumba la cordillera, y siento que eso es un gran hito. Teníamos al "Sapo" Livingstone, pero muy atrás. En el caso del "Matador", uno tiene fresco el recuerdo, y se puede ver por YouTube: el "¡Sssshileno, ssshileno!". Fue algo muy potente.
—Otro personaje que tiene mucha presencia en tus cuentos es Marcelo Bielsa. ¿Hay algún tipo de homenaje en el libro?
—Tiene una cuota de homenaje. Parto ahí con el Loco Carlos, un perfil de tipo chileno no en sí mismo, porque él es más bohemio. Yo siento que es como un viejo estandarte chileno: más bohemio, que no está coartado por la dictadura, porque la dictadura lo que hace es que esa presunción de la noche se apague. Entonces el Loco Carlos es un bohemio, bueno pa' viajar, ¿cachái?..., pero él se siente atraído, agradecido por Bielsa. Ahí aparece una primera manifestación. Y, luego, lo que yo voy realizando con Bielsa, en los otros textos que aparecen, es elogiar sus principios de juego. Tanto como su personalidad, que es súper atrapante, lo que lo hace un personaje literario. Pero en cuanto a lo futbolístico, y me parece que muchos coincidimos, esa cultura atrevida, del tú a tú, es emocionante, sobre todo para los chilenos que veníamos mal. Y él agarró una generación que era muy buena, pero los hace andar. El otro día comentaban que el hincha chileno se puso más exigente. Más allá de resultado, ya no se conforma con ganar 1 a 0. Ahora tiene que ganar 1 a 0, pero jugando bien, ¿cachái? Ese contenido futbolístico fue lo que entregó Bielsa, un contenido más social, más irreverente, más atrevido, rebelde, que se representa en el carácter de los jóvenes de ahora. Está muy externalizado. Las manifestaciones son ahora naturales y bien miradas. Él aparece en un momento exacto. Ahora, mi tesis es que Bielsa no hubiese servido en los años '80.
—¿Por qué?
—Porque siento que era otro tipo de chileno, uno con perfil más bajo, demasiado sudamericano. El país más sudamericano de los sudamericanos, muy aislados. En ese sentido, cuesta desencadenarse. En cambio, a partir de los noventa, comienza la expansión, la globalización, la inmediatez, Zamorano, Salas, Chino Ríos. Otras maneras.
—¿Y cuál es tu opinión sobre Jorge Sampaoli?
—Con Sampaoli me pasa que nada de lo que ha hecho me sorprende. Siento que la crítica que se le hace, es una crítica en la que no se está pensando en Sampaoli, se está pensando en uno mismo. Se está haciendo un juicio muy kantiano. Él deja a su familia, deja su trabajo, deja a su mujer y a sus hijos. Su moral finalmente es el éxito en el fútbol, por lo que medirlo de otra manera es súper injusto, de acuerdo a su sueño. Sampaoli sigue siendo Sampaoli. Y le ha costado mucho desarrollarse, porque primero parte como un imitador de Bielsa, luego empieza a mirar un poco el juego de Guardiola porque quiere ganar más, porque sabe que el fútbol de Bielsa tiene un límite. Es un tipo súper interesante también. Yo siento que Sampaoli nunca se vincula con el chileno porque está buscando su propio éxito. Bielsa, mientras estuvo en Chile, trabajaba para buscar un equipo mejor, empapar de conocimiento a sus jugadores. Son aproximaciones diferentes, pero valiosas ambas.