I. Quizás en el futuro Sia revelará que su personaje de la cantante con peluca cubriendo el rostro es una gran metáfora sobre voz y apariencia en el mundo del pop, donde prima la uniformidad. Ella lo sabe bien. No solo es figura por derecho propio bajo un disfraz, sino una de las compositoras más demandadas del rubro y está presente en este regreso de Katy Perry, Witness, una obra que lleva su nombre pero difumina sus rasgos.
II. A propósito, Katy Perry y Miley Cyrus, paralelos y cruces. En 2013 lanzaban discos donde la primera lucía (casi) natural en portada, mientras la segunda estrenaba look retro futurista ochentero de cabello corto y engominado. Ahora intercambian papeles en sus respectivos retornos. Katy es la andrógina y Miley digna de una postal en la campiña tras declararse libre de drogas.
III. Katy dice que entró en una nueva fase pero Witness no lo testifica. Persiste Max Martin, el productor de pop más influyente de los últimos 20 años, que ya tuvo a cargo Prism (2013), el sólido disco anterior de la cantante. Katy, de voz excepcional -demostrado en la Pista atlética en octubre de 2015 en uno de los mejores shows de esa temporada-, a ratos resulta irreconocible entre efectos y excesos de producción. Comprensible cuando se trata de intérpretes mediocres -por eso el vocoder tiñe todo el reggaetón-, pero no en este nivel de figura.
IV. Witness se monta en planos fotocopiados a Prism: synth pop, soul de ojos azules, dance de inicios de los 90, baladas. Por lo mismo la renovada etapa de la que habla Perry no es tal más allá del nuevo peinado. Con exactas directrices y menos inspiración, el álbum se extiende innecesariamente en 15 temas (un tercio menos habría sido mucho más efectivo), con la pretensión de que el exceso de cortes, la aparente versatilidad y sofisticación del sonido logren distraer de los problemas de fondo, incluyendo la abundancia de perilla y la monotonía rítmica.
V. Katy llega tarde al arte impuesto por Taylor Swift, de la canción dedicada al ex famoso. Ocurre en la dramática Miss you more, con remitente al rompecorazones guitarrista y vocalista John Mayer. Un buen tema romántico a la vez representativo de una sensación constante en el álbum: las canciones están okey pero ya existen en mejores empaques. Hey hey hey y Save as draft suenan a Lorde, como Swish swish se rinde ante Britney Spears, con quien Max Martin hizo maravillas en sus mejores días, con mucho menos talento entre manos. Witness deja en la bruma a Katy Perry y cuesta entender por qué una artista realmente dotada como esta, con una pausa discográfica de cuatro años, no logra expresar su indiscutida calidad.