Maximiliano Valdés, director de orquesta chileno: "Creo que a la Orquesta Juvenil hay que sacarla al extranjero"
El conductor dirige a Mozart, Schumann y Penderecki mañana y el miércoles en el Teatro Municipal.
Hay por lo menos un gran un lazo que une a Maximiano Valdés (1949) con Europa del Este. Pasa por Cracovia, donde se formó el compositor polaco Krzysztof Penderecki (1933), y llega hasta Varsovia, la capital del gran país eslavo y el lugar donde muchas de sus grandes obras han sido estrenadas. Considerado el más grande músico polaco vivo y ganador de cinco premios Grammy, entre múltiples distinciones, Penderecki es amigo personal de Valdés, quien ha sido el único director latinoamericano en conducir sus obras en Polonia y ahora tiene la oportunidad de estrenar su Concierto para guitarra en Chile.
La composición de Penderecki es parte del programa que, junto a Schumann y Mozart, mañana y pasado dirige Valdés junto a la Filarmónica de Santiago y el guitarrista polaco Lukasz Kuropaczewski en el Teatro Municipal a las 19 horas. Será su primer apronte musical al país antes de dirigir la ópera Rigoletto de Verdi, desde el 14 al 22 de julio. Luego, en enero del 2018, retornará con conciertos junto a la Sinfónica Nacional Juvenil en la Quinta Vergara (Viña del Mar) y el Teatro del Lago (Frutillar).
—¿Cómo es este Concierto para guitarra de Penderecki?
—Es una pieza que refleja la evolución de su estilo en los 80. Es la adaptación del Concierto para viola que él creo en 1983 tras recibir una propuesta de las Orquestas Juveniles de Venezuela. Además tiene un lenguaje accesible al público, a pesar de no tener un sistema tonal tradicional. A final de cuentas lo que importa es el color, la tinta. Y la tinta que hay es, como en todo Penderecki, muy trágica y dramática. Siempre cuento que la primera vez que fui a Polonia me llamó la atención lo serios que eran, sobre todo entre la población de cierta edad, entre algunos músicos que yo dirigía.
—También dirige la Segunda sinfonía de Schumann…
—La Segunda sinfonía refleja el período de mayor tranquilidad y equilibrio de Robert Schumann (1810-1856). Su primer movimiento está muy bien construido y se nota el interés del compositor para colocarse a la altura de la Sinfonía Nº3 Eroica, de Beethoven. El segundo movimiento es bastante complejo y pone a prueba cualquier sección de cuerdas: está al límite de lo interpretable debido a su rapidez. El tercero es muy poético, extremadamente inspirado, con una melodía casi inagotable. El último movimiento es un delirio de alegría, otra vez con indicaciones al borde de lo tocable.
—¿Esos cambios reflejaban su estado mental?
—Es decir, al pobre lo metieron a un manicomio porque tenía unas depresiones tremendas y lo dejaron morir: su mujer, Clara Wieck, tenía giras como pianista, a veces junto a Johannes Brahms, y no se podía ocupar de él.
—En julio dirige Rigoletto…
—Sí. Creo que Giuseppe Verdi se benefició de la trama de El rey se divierte, la obra original de Victor Hugo en que se basó el libreto de Rigoletto. Rápidamente estableció las arias de los personajes y sus ámbitos tonales: un do para Rigoletto, re bemol para su hija Gilda, mi mayor para el Duque de Mantua, etcétera. Me parece que la cohesión es milagrosa. Esta sensación ya la tuve cuando la dirigí por primera vez. Es un mecano donde todo funciona de manera asombrosa. Si a esto le agregamos la gran conjunción con el texto estamos ante casi una novela policial: uno empieza a leerla y no para nunca.
—En enero dirige a la Nacional Juvenil, ¿Todavía cree que las orquestas juveniles en Chile han perdido su enfoque original?
—En algún momento dije: ¿Qué pasa con los planteles superiores de las orquestas juveniles? ¿Qué pasa cuando un joven se ha dedicado durante años a estudiar y a tocar en una orquesta juvenil y de repente eso se acaba? En Venezuela, por ejemplo, las orquestas juveniles de regiones se transforman en orquestas de aquellas ciudades. Sin embargo, ahora en Chile eso está pasando también y creo que bajo la dirección ejecutiva de Haydée Domic y el directorio, el sistema está bien encaminado. Ahora, si dependiera de mí, le daría un estatus más permanente al plantel superior de las Orquestas Juveniles, buscaría a los mejores músicos jóvenes y la llevaría al extranjero, a teatros de Latinoamérica. Por mi parte, voy a hacer todo lo posible por llevarlos al Festival Casals de Puerto Rico en 2019. Ahora bien, este proyectó lo encarnó y lo sacó adelante en su momento Fernando Rosas. Me parece que falta justamente eso, que alguien otra vez lo identifique.
—A propósito de Venezuela, muchos creen que el director Gustavo Dudamel reaccionó tarde al condenar la muerte de un músico de las orquestas juveniles en manifestaciones callejeras…
—No voy a juzgar a Gustavo Dudamel por haber expresado antes o después su opinión. Lo importante es que lo hizo. Somos muchos los que a través de los años hemos estado relacionados con este proyecto y tenemos esperanzas de que en el futuro personalidades poderosas como Simon Rattle (director de la Filarmónica de Berlín) puedan influir para que el programa no pierda fondo ni estructura. Evidentemente la figura de Dudamel es clave y sé que sigue yendo y dirigiendo a la Sinfónica Simón Bolívar. Hace poco conversé con él. El problema es que en Venezuela todo ha llegado a tal punto que ya no hay dinero para nada. No es que no paguen por un concierto, sino que no hay dinero ni para pasajes de avión. Espero que haya cordura y que las Orquestas Juveniles no se contaminen con el clima político del país, que es algo insensato, lleno de acusaciones recíprocas. Estoy en contacto con músicos venezolanos y me cuentan cómo es la vida cotidiana en Caracas. Nosotros no tenemos idea de lo que es salir a la calle y encontrarse con gente buscando alimentos entre la basura. Eso es muy fuerte y ciertamente no lo hemos vivido en Chile.
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