La memoria es un recurso que a veces miente, pero jamás se agota. Así lo cree el protagonista de la película Romance policial (2012) y, con ciertas variaciones, así también lo estima Jorge Durán (1942), su director. Sorprendido por las aparentes contradicciones de su amiga chilena, un joven escritor brasileño empieza a dudar de todo que le cuenta y también a sembrar incógnitas sobre lo que él mismo escribe: ella ha inspirado la trama, pero al parecer es sólo pura imaginación.
He ahí uno de las conflictos en que se mueve Romance policial, la cinta de Jorge Durán que se estrena la próxima semana en el Cine Arte Normandie y en la Cineteca Nacional. El otro tema es menos intelectual y es ya clásica en el realizador afincado en Brasil hace 43 años: es Chile y las consecuencias del régimen de Pinochet en las jóvenes generaciones.
"El tema de la dictadura no se agota con el paso del tiempo,", explica Durán al teléfono desde Río de Janeiro, donde vive. "Por ejemplo, Florencia (el personaje de Daniela Ramírez , tan protagónico como el del actor brasileño Daniel de Oliveira) tiene un recuerdo de infancia ligado a una época oscura de Chile, aunque esto es sólo un pretexto para tirarnos un piquero dentro de su memoria", agrega sobre la cinta ambientada en San Pedro de Atacama.
Con la presencia además de Alvaro Rudolphy en el rol del detective Martínez, Romance policial plantea en la superficie el caso de un crimen en pleno desierto. Bajo aquella capa, sin embargo, hay otra y remite a la infancia de Florencia (Daniela Ramírez), la chica que el escritor brasileño Antonio (Daniel de Oliveira) conoce en el norte y que se ha vuelto inspiración de una mente hasta ahora afligida por el bloqueo creativo.
"Una de las cosas que me fascina del desierto de Chile es que las capas de recuerdos están acumuladas en diferentes niveles de la tierra: cada 30 centímetros van variando y una memoria sustituye a la otra, de la misma manera que ocurre con las recuerdos del cerebro humano", reflexiona el realizador sobre su primera cinta rodada en Chile.
Formado en los 60 en teatro junto a Víctor Jara y Domingo Tessier y tras haber sido guionista de Ya no basta con rezar (1973) de Aldo Francia, Durán partió al exilio en 1974 y se estableció en Brasil, donde fue ayudante de dirección de Bruno Barreto en Doña Flor y sus dos maridos (1976) y guionista de Héctor Babenco para algunos de sus mejores filmes, entre ellos Lúcio Flávio (1977), Pixote (1981) y El beso de la mujer araña (1985), por el que William Hurt obtuvo el Oscar a Mejor Actor.
También desarrolló paralelamente una carrera como director de cine y ha estado tras cinco largos, entre ellos el celebrado El color de su destino (1987), sobre un hijo de chilenos exiliados en Brasil, y Prohibido prohibir (2006), acerca de tres idealistas universitarios de Río. Como se ve, las tramas con jóvenes siempre lo persiguen.
"Al llegar a Brasil me llevé bien con Héctor Babenco, porque él era argentino de nacimiento y los dos hablábamos portuñol en un país extranjero", recuerda. Considerado por muchos como un clásico del cine latinoamericano, Pixote (1981) relataba en estilo documental la historia de un muchacho de 13 años que sufría las consecuencias de un reformatorio juvenil y era utilizado en la guerra entre pandillas de narcos y la policía corrupta. En su momento fue elogiada por críticos como Roger Ebert y Pauline Kael y entre sus admiradores se cuentan los cineastas Spike Lee y Harmony Korine.
"Pixote fue la experiencia mas intensa de mi vida. Estuvimos 90 días metidos en las cárceles de menores en Sao Paulo. Digo cárceles porque eso es lo que son, no son hogares de menores, que son nombres de pacotilla. Lo peor es que el sistema está ahora peor y a nadie le importa. Ni siquiera es un tema en Brasil", cuenta Durán acerca de la película cuyo protagonista murió en 1989 a manos de la policía paulista.
Cuando llegó el momento de rodar El beso de la mujer araña, las cosas habían cambiado y así lo cuenta Jorge Durán: "Escribí el argumento y los cinco primeros tratamientos del guión de la película, que se basa en la novela de Manuel Puig. Pero era una película grande y en algún momento entraron los productores norteamericanos. Ellos trajeron a su guionista y finalmente apareció con créditos de guión firmados por Leonard Schrader (hermano del realizador Paul Schrader). Lo que lamenté es que la historia era casi la misma que había escrito yo. Pero lo bueno es que hablé con los actores William Hurt y Raúl Julia y ellos me contaron que la narración no había cambiado. Es uno de los gajes del oficio de ser guionista".