Se veía venir, pero finalmente se concretó en el peor momento posible. A un par de semanas de su mayor compromiso en el extranjero, nada menos que en el codiciado festival Lollapalooza de Chicago, el grupo chileno We are the Grand perdió esta semana a dos de sus cuatro integrantes, lo que motivó la dolorosa decisión de cancelar su viaje a Estados Unidos y abortar lo que pudo haber sido una vitrina inmejorable para dar a conocer su repertorio en un mercado tan importante como el norteamericano.
Y aunque los que se alejaron no eran precisamente miembros clave, el movimiento de piezas al interior de uno de los grupos con mejor futuro de la escena del pop local terminó convirtiéndose en la "noticia musical de la semana", no tanto por el hecho en sí mismo -convengamos que la partida de integrantes le ha pasado prácticamente a todas las bandas del mundo- sino más bien por el pobre y por momentos ansioso manejo de sus protagonistas sobre este asunto en las redes sociales.
Básicamente, y como para entender el tema, los renunciados acusaron al líder del grupo Sebastián Gallardo de apropiarse indebidamente de la marca y de querer tomar control absoluto del proyecto, algo razonable tomando en cuenta que el hombre en cuestión es principal compositor. Por otro lado, Gallardo quien vaya a saber uno por qué se sintió llamado a hacer sus descargos en las mismas plataformas, hizo ver que estaba cansado de las indisciplinas y de empujar solo el carro, cosa que, según acredita el círculo más cercano del conjunto, es totalmente cierta.
Lo concreto, lo que queda para el juicio público, es que este ventilado conflicto se emparenta por las mismas razones con los de otros grupos contemporáneos como Astro y Niño Cohete: la dificultad que tienen ciertos músicos jóvenes a la hora de administrar sus problemas internos cuando el éxito empieza a golpear al puerta. Más claro todavía, que estemos hablamos hoy de esta ruptura se debe exclusivamente a la impericia de estos músicos para manejar este tipo de problemas y más sensible aún para superarlos. Que se hayan tenido que bajar de Lollapalooza Chicago, da cuenta de un feroz error de cálculo, porque Gallardo pudo, por ejemplo, haber sumado a dos parches y zafar o, más pragmático todavía, haber despedido a los hoy renunciados una vez de vuelta en el país.
Le ha pasado a grandes grupos chilenos. Los líderes de grupos como Los Tres, La Ley y Los Prisioneros, sólo por hablar de los más grandes, han ordenado sus filas con tino y calma y sin caer en la tentación de ventilar sus asuntos. Porque entienden que hay que cuidar un proyecto mayor. Quizás es un signo de los tiempos. Esta mencionada ansiedad por leerlo y responderlo todo sin discernir cuál es el escenario más adecuado. Como le ha pasado esta semana a We are the Grand, grupo prometedor como pocos, pero que ha ensuciado su nombre con una cisma ventilada como si se tratara de una pelea entre Mick Jagger y Keith Richards.