Primeros acordes, la peste y la muerte: la infancia de Violeta Parra inspira montaje familiar

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Ayudándole a sentir lleva por título la obra escrita por Manuela Infante que mañana llega al GAM. Dirigida por Juan Pablo Peragallo, la pieza protagonizada por Catalina Saavedra utiliza lenguaje de señas.


"Personal sanitario de Ñuble enfrenta profilaxis de la viruela", tituló el periódico El Día de Chillán, en 1921. Hacia el interior, en el lluvioso y lúgubre Lautaro, sus habitantes rara vez habían oído hablar de esa peste mortal que a la fecha había cobrado cientos de víctimas en todo el país. Ni un solo niño había sido diagnosticado en el hospital, y a esas alturas el control preventivo era tal que no existía posibilidad de que algún afuerino que se encontrara de paso la hubiese traído consigo. Sin embargo, un día los viejos, niños y animales comenzaron a morir.

"Por causa de mi peste se murieron como veinticinco personas.

En ese tiempo no había remedio para este mal. Sin embargo, yo me salvé porque los diablos malos no se mueren nunca", recordó la artista y cantautora chilena Violeta Parra en una entrevista para la Radio Universidad de Concepción, en 1958. Aquél, decía la autora de Gracias a la vida, de quien este año se celebra su centenario, había sido su primer y temprano acercamiento con la muerte. También con la música. Fue su madre, Clarisa Sandoval, quien recordó el mismo episodio: "Parece que tenía tres años la Violeta cuando nos vinimos a Santiago.

Después volvimos al sur, cuando mi marido fue nombrado profesor en el Regimiento Andino N°4. Ibamos en el tren nosotros y ahí la niña recibió la infección… Yo no sabía qué era… ¡porque se hinchó tanto! Por suerte llevábamos frazadas y la envolví bien, así que nadie se dio cuenta. Y llegamos a Lautaro con la niña enferma, sin que nadie supiera de qué", contó en la biografía El canto de todos de Patricia Stambuk y Patricia Bravo.

El doctor le aconsejó a los padres que su hija evitara hablar y tener contacto con sus hermanos o cualquier otro niño o adulto, incluidos ambos. Su silencio, les dijo, evitaría que otros siguieran contagiándose. Y al no poder hablar, se comunicaba a través de su cuerpo, mientras la peste contagiaba al pueblo: es cuando el doctor y un fraudulento fabricante de ataúdes vieron en la misma un fructífero y cruel negocio. La muerte, en tanto, se le aparece a Violeta a veces en sueños, y en otras, como es sabido, en las andanzas de su propia vida.

"Ella solo quería pronunciar palabras, aprender a tocar guitarra y cantar en las calles.

Esa anécdota en su vida, tan particular y tan suya por lo demás, rescata en parte el espíritu de Violeta Parra", opina el director Juan Pablo Peragallo, quien mañana estrena en el GAM Ayudándole a sentir, una pieza dirigida al público familiar que transita por los primeros años de vida de la artista. Coproducida por Fundación Teatro Mil, el montaje tendrá además una función gratuita el próximo 8 de agosto, a las 11 horas, en el Centro Cultural Lo Prado. "Su enfermedad es una manera muy gráfica de exponer, a mi parecer, su sentir, su cercanía con el pueblo y su tenaz intento por siempre estar lo más comprometida con él, y haciendo lo que mejor sabía además", añade.

Tras estrenar en 2016 El corazón del Gigante egoísta, una reescritura de Oscar Wilde que ponía el acento en la inclusión, Peragallo volvió a entrelazar aquí su trabajo con el de la directora y dramaturga Manuela Infante (Xuárez). "Queríamos contar ambas historias, la del Gigante y ahora la de Violeta, a un público que no necesariamente fuese solo adulto ni infantil. Aquí hablamos sobre la muerte, la pasión de un artista y un ideal de vida que da para varias reflexiones dependiendo de quién vea el montaje". Para Infante, en tanto, "era muy interesante que la obra tratara de un personaje que descubre la música, pues surgió la pregunta de cómo justificar o integrar la aparición del lenguaje de señas en la obra, y aunque estaba resuelto por las indicaciones del médico, la idea ya estaba, y fue de Juan. El quiso que esta obra fuese inclusiva", dice.

Visualidad

La actriz Catalina Saavedra (La nana), quien da vida a la madre, encabeza el elenco que completan Cristián Carvajal, Natalia Valladares, Gabriel Urzúa, Nicolás Poblete, Julio Ojeda y María José Siebald, en el rol de Violeta Parra. "Ella no solo la interpreta magníficamente; además, nos preparó a varios en la lengua de señas. Creo que no debe existir hoy ningún otro montaje en el que se le dé un espacio similar en la narración de una historia como sucede aquí, y no solo como un recurso comunicativo, sino como un lenguaje artístico", opina Saavedra. Casi al final del montaje, la misma actriz aparece sobre el escenario, convertida en la Violeta ya mayor, pintando un cuadro sobre su infancia: "Recuerda el tiempo en que aprendió a tocar guitarra", explica Infante. "A la vez nos damos cuenta de que ella es quien ha estado recordando toda esta historia, y pintar el cuadro tiene que ver más con la visualidad que con escuchar, así que a partir de esa escena fundacional de la Violeta pintando el cuadro, está la relación entre lo mudo y lo sonoro, lo que suena y lo que no", concluye.

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