El Avispón verde es en la carrera de Michel Gondry lo que se conoce como su momento Hombre sin sombra –la verdad, nadie lo conoce así, pero hagamos como que es un término existente por un rato-. En 2000, Paul Verhoeven estrenó la película del mismo nombre, una versión moderna de El Hombre Invisible, y su carrera en Hollywood se esfumó, por decisión propia. Tras haber entrado de lleno en el cine norteamericano con RoboCop (1987), el cineasta holandés pasó la década siguiente conquistando el cine anglo con éxitos como Total recall (1990) y Bajos instintos (1993), además de la menospreciada en su época pero tremendamente influyente Starship troopers (1997).
Pero El hombre sin sombra no sólo fue una decepción de taquilla y vapuleada por la crítica. También significó un desencanto permanente para su director con el mundo del cine comercial. Sintiéndose utilizado por las aspiraciones comerciales del estudio de la película, Verhoeven volvió a Europa y hasta hoy sólo realiza cine allí.
Gondry nunca hizo nada del impacto pop de RoboCop, pero Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004) sí le abrió las puertas del mundo anglo y fue un sorpresivo éxito de taquilla. El francés volvió a trabajar en Hollywood con Rebobinados (2008). Pero luego vino El Avispón verde (2011) y Gondry terminó igual que Verhoeven: decepcionado y de regreso en Europa.
La cinta, basada en el superhéroe del mismo nombre nacido del radioteatro norteamericano, es probablemente lo peor que puede ser una película: olvidable. Nada pasa realmente que se quede en la memoria en la cruzada de un heredero millonario que decide usar un álter ego enmascarado para combatir el mal, a su vez también posando como criminal para distraer a la opinión pública. Con críticas negativas y una recaudación pequeña para sus US$ 120 millones de producción, la cinta probablemente se desvanezca de la historia tan rápido como su trama.
El mayor problema de El Avispón verde no es Michel Gondry. Tampoco lo es —increíblemente— Seth Rogen, quien interpreta al héroe homónimo. Es Christoph Waltz. El papel era el primer rol en el cine del alemán después de Bastardos sin gloria (2009), la película con la que se dio a conocer ante el público internacional y de pasó ganó un Oscar. Por eso, al verlo como el villano de El Avispón…, la decepción es mayor cuando una verdad que hoy es conocida: Waltz realmente no sabe interpretar a otro antagonista que el de la cinta de Tarantino. Su mafioso ruso en la película de Gondry tiene varios de los mismos tics que en Hans Landa resultaban frescos y amenazadores, pero que aquí eran sólo monótonos y apagados. Waltz se seguiría viendo eclipsado por la sombra de su mejor personaje con cada villano nuevo que interpretase en los años venideros.
Pero dejando eso de lado, Gondry es un pez fuera del agua en una gran superproducción. El mismo Rogen lo puso así algunos años después de hacer la película: "Gondry es genial dirigiendo proyectos a menor escala, pero no se adaptó bien a un blockbuster. Era su primera película de más de US$ 20 millones. Eran $ 120 millones. Siempre que pienso; '¿Cuál fue el problema allí?', me digo que simplemente fue el presupuesto" (el actor y guionista tildó también el proceso de hacer la película como "una puta pesadilla", con el estudio revisando constantemente el material). El año pasado Gondry aseguraría que toda la experiencia fue uno de los "momentos más bajos de su carrera".
Quizás mezclar a un director conocido por su experimentación visual y a un actor experto en humor de grueso calibre no fue la decisión más sabia para una cinta que, para recaudar su elevado presupuesto, debía ser lo más familiar posible. Y quizás por eso mismo, no se decide nunca en qué quiere ser, insinuando a ratos ser una comedia, una película de acción, un noir y una sátira, sin ser al final nada de eso. Sólo una película en donde cosas pasan por dos horas y luego dejan de pasar. Nada cambia en el mundo, excepto que Gondry ahora está de regreso en su hogar, y Paul Verhoeven debe andar por ahí cerca.
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