Cuando dos parejas compuestas por cuatro amigos vuelven al departamento de una de ellas tras una fiesta de disfraces, no les resta más que rematar la noche con alcohol y cigarrillos en exceso. Lo extraño es verlos aún caracterizados como el Papa, Jesús y Salvador Allende, desparramados sobre el sofá y divagando sin escrúpulos sobre religión, amor y muerte, mas no cualquiera, sino la autoinflingida y satanizada por (casi) todos. El espectador asiste entonces a una trasnochada velada protagonizada por un grupo de potenciales suicidas que, entre sorbo y sorbo, fantasean con cómo sería dispararse a sí mismos y borrarse del mapa.

"El suicidio se plantea entre ellos como una alternativa real, casi terapéutica y liberadora, aunque para otros pueda significar nada más que un acto radical y de moda", dice Cristián Plana (1981), el director chileno que recientemente estuvo en GAM con Locutorio, de Jorge Díaz. El mismo texto, que convocó a Alejandro Sieveking y Millaray Lobos, deambulaba entre la lucidez y demencia de una pareja de ancianos que cada semana se encontraba en el mismo lugar y a la misma hora, sin que el espectador supiera quién visitaba a quién en su encierro. En Dioses suicidas, en cambio, la comedia negra escrita por el actor y dramaturgo chileno Antonio Zisis (La muerte de la imaginación) que el sábado llega al Teatro Finis Terrae, Plana ha optado por dejar correr libremente las voces de Leonardo, Julia, Miguel y Pascal, los cuatro personajes interpretados por Alvaro Espinoza, Celine Reymond, Víctor Montero y Paloma Moreno, respectivamente.

"No es casual que estos amigos, que a la vez son pareja y deslizan cierto erotismo entre ellos, hablen de suicidio después de un carrete en lugar de cualquier otra cosa", opina el director. "Lo paradójico, y que fue lo que más me atrajo del texto, es que el mismo tema, con lo delicado y solitario que es, aquí es tratado sin filtro y junto a otros. Eso provoca en ellos una serie de reflexiones abruptas y contradictorias, porque están dichas desde un lugar irreflexivo e inescrupuloso", agrega.

Durante la estática escena en un departamento del Santiago actual, Leonardo (Espinoza) y Julia (Reymond), quienes alguna vez fueron más que amigos y hoy tan solo coquetean a lo lejos, traen a colación las reflexiones del escritor ruso Fiódor Dostoievski (1821-1881), quien 10 años antes su muerte publicó una de sus obras más polémicas: Los endemoniados. En uno de sus pasajes, el también autor de Crimen y castigo anota: "Dios es el dolor del miedo a la muerte. Quien venza el dolor y el miedo, ese será Dios (...) El hombre solo inventó a Dios para vivir sin suicidarse".

Para Plana, con los años las palabras de Dostoievski abrieron nuevas y precipitadas opiniones sobre el suicidio, como ocurre con sus personajes: "Tiene que ver también con un juego sarcástico o paródico, pues estos personajes siguen disfrazados y no de cualquier personaje. Quizás no son ellos quienes hablan, sino esos otros seres a los que representan. Puede que ahí se sostenga el argumento más potente de la obra", concluye.