Disparó al voleo y con munición liviana. Portavoz, uno de los mejores exponentes del hip hop chileno de la actualidad, intentó articular una suerte de queja en su cuenta de Facebook al cuestionar a los que tenían la "osadía" de rapear sin ser raperos. Así de simple y gratuito. La Moral Distraída, que vaya a saber uno por qué sintió la necesidad de responder, utilizó la misma plataforma para interpelarlo de vuelta con un argumento mucho más sólido. En simple, apelando a la inutilidad de disparar al colega habiendo tanto otros destinatarios perfectos para descargar la rima punzante.
El hombre nacido Andi Ferrer Millanao decidió no responder, quizás consciente de que había metido la pata. Pero el intercambio público sirvió como recordatorio de la escasa necesidad de andar a los codazos en un mundo donde hoy reina más la colaboración que el pelambre a la mala. Porque hubo un tiempo en Chile en que eso era práctica común. Lo de cuestionar al otro por sus capacidades musicales o de legitimidad. Desde fines de los 60 en adelante, en que todo se sobre ideologizó, las pugnas era feroces: entre los de la Nueva Canción Chilena y los de la Nueva Ola y los del folclor contra los incipientes rockeros y de ahí en más, bajo la oscuridad de la dictadura, la cosa se acentuó dramáticamente, quizás en parte porque no quedó otra opción que construir identidad a partir de la negación del otro.
Sin embargo, desde el 2000 las cruzas entre nombres de distintos géneros se ha empezado a dar de manera frecuente. El mismo Portavoz viene de colaborar con SantaFeria (en un gran cruce llamado Voluntad Heredada) y sabe lo dolorosa que es la crítica gratuita e injusta como cuando lo descueraron por participar en Lollapalooza 2015 precisamente porque algunos "decretaron" que ese lugar no le correspondía. Su defensa en esa oportunidad fue lúcida: no importa el escenario, importa el mensaje. Por lo mismo no se entiende que hoy intente cuestionar a los que pretenden ampliar su paleta de estilos con lo que tengan a mano.
A diferencia de otras épocas, las colaboraciones para esta generación no surgen del cálculo estratégico sino del real convencimiento de que es posible tender puentes y enriquecer el repertorio. Como bien dicen los de La Moral Distraída en un país tan chico lo que queda es sumar y no declarar propiedad sobre ciertos nichos solo porque eres el más talentoso de la cuadra. Dicho de otro modo, en un barrio tan pequeño mejor juntarse en la plaza y ver qué sale. Porque talento hay de sobra.