Tras dejar a su hijo en el trabajo de papá, Katja tropieza con una mujer que estaciona sospechosamente su bicicleta en la acera. Ambas intercambian una mirada hostil, pero todo parece reducirse a ese desencuentro. Pasan las horas y Katja vuelve por su pequeño, Rocco, y su marido, Nuri. Pero en el lugar nada es lo que fue: hay policías y la vieja oficina está en llamas. Adentro están Nuri y Rocco. Muertos.

Este es el prólogo de In the fade, la intensa nueva película de Fatih Akin (1973), uno de los realizadores más reconocibles del cine alemán en los últimos 15 años. Hijo de una familia turca avecindada en Hamburgo, Akin ha movilizado todo su cine en torno a personajes de su comunidad. En In the fade (inspirada en hechos reales y ambientada en Hamburgo) todo tiene que ver con la inoperancia de la justicia, incapaz de inculpar a los asesinos neonazis de Nuri y Rocco, entre ellos la mencionada chica de la bicicleta.

Por su actuación, visible a todo lo largo del metraje, la alemana Diane Kruger ganó este año el premio a Mejor Actriz en el Festival de Cannes. Se trata de un personaje fuerte y tenaz. Una mujer decidida a hacer justicia por sus propias manos.

La película es uno de los platos fuertes del 13° Festival de Cine de Santiago (Sanfic), que va del domingo 20 hasta el domingo 27 de agosto. Será, además, uno de los cuatro largometrajes de Akin en el encuentro, junto a Contra la pared (ganador del Oso de Oro de Berlín 2004), Al otro lado (2007), Soul kitchen (2009) y El padre (2014), todos con fotografía de Rainer Klausmann, uno de los invitados al encuentro, que presenta la Fundación CorpArtes.

Durante el estreno de la película en Cannes, Akin tuvo un encuentro con algunos medios, entre ellos Culto, en el Grand Hôtel. "Es una de mis películas más personales. Tengo hijos y me gustaría enseñar a través de la película lo que está bien y lo que está mal en mi país", dice el cineasta en una mesa del bar del hotel, en plena Avenida de la Croisette.

"Para mí, hacer películas no tiene que ver con leer los diarios y ponerme a dirigir sobre esa base. Así no funciona. Yo hago filmes a nivel personal y en ese terreno esta historia resuena más en mi cabeza y en mi corazón. Si fuera un alemán o un europeo clásico, tal vez haría algo con terroristas musulmanes, pero no es mi caso", explica Akin cuando se le consulta por qué prefirió hablar de terrorismo de ultraderecha en vez, por ejemplo, de extremismo islámico.

"La película tiene su inspiración en los atentados de la Nationalsozialistischer Untergrund, una banda terrorista neonazi. Dos hombres y una mujer de ese grupo mataron a diez personas entre 2000 y 2007: nueve inmigrantes y un policía", cuenta Akin. Luego sigue con detalles del caso: "Fueron varios bombazos. Durante todo ese tiempo la policía siempre pensó que se trataba de turcos o kurdos, que tenía que ver con las mafias, el juego o ajustes de cuentas. Los familiares pedían que se chequearan los grupos neonazis, pero las autoridades nunca hicieron caso. A la larga, se supo que los atentados habían sido perpetrados por nazis y eso puso en evidencia el racismo de la sociedad, la policía y la prensa. A mí, particularmente, me dio mucha rabia".

El realizador también extiende el significado de la historia a su propia vida: "Dos de las cosas por las que creo que esta película es muy personal es que yo mismo, siendo de origen turco, podría ser un objetivo de los neonazis. Por otro lado, soy padre y tengo hijos, igual que Katja. Albergo miedos similares".

La conexión turca

Dueño de una filmografía que en un principio fue comparada con la de Rainer Werner Fassbinder, por la energía y el dinamismo de sus personajes, Akin siempre ha transitado por los temas de la relaciones familiares y los conflictos generacionales. En El padre fue aún más lejos en su ambición y propuso una épica que lidiaba con el conflictivo tópico del genocidio armenio perpetrado por Turquía a principios del siglo XX.

En In the fade sale en alguna medida de la órbita turco-alemana al tener como protagonista absoluta a Katja, alemana que enfrenta la miseria nacionalista de sus propios compatriotas.

"Tarde o temprano volveré a hacer otra cinta sobe la sociedad turca, pero por ahora siento que con El padre alcancé cierto nivel que me satisface. Desde Contra la pared hasta El padre estuve luchando de alguna manera con la representación de mi pueblo en el cine", reflexiona Akin.

En In the fade, que se puede traducir como "en la nada", contó por primera vez con una actriz que se mueve en las coordenadas de Hollywood y que se hizo conocida por cintas como Troya y Bastardos sin gloria. "Sabía que Diane Kruger era muy buena actriz: me había impresionado en Adiós a la Reina, de Benoît Jacquot, donde es María Antonieta. La idea de que estuviera en esta película era darle aún más oportunidades a su talento", dice acerca de una intérprete podría postular a un Oscar a Mejor Actriz.

Al hablar de Kruger, Akin también se refiere a las reacciones iniciales por su presencia en el filme. "Cuando se supo que Diane sería la actriz, muchos empezaron a hablar en Alemania desde el prejuicio y la ignorancia. Decían que era sólo una modelo, una chica hipster de Hollywood. Ya se sabe, Alemania, país culto, tierra del Teatro Volksbühne de Berlín", dice refiriéndose al prestigioso escenario teatral con cien años de historia.

Cuando se le consulta si cree que los nacionalismos actuales en Alemania son comparables a los que precedieron a Hitler en 1933, Akin descarta paralelismos: "En esa época Alemania estaba en dificultades económicas y ahora es uno de los países más ricos del mundo. La situación es muy diferente. Sucede que vivimos en un mundo globalizado y todo está conectado. Cambian las sociedades y la gente tiene temor: creen que perderán su identidad y así se alimentan los nacionalismos. Le tienen terror a que otro llegue al barrio y comienzan a construir barreras, a moverse hacia los extremos".

¿Y es acaso la globalización tan buena? Según el director, es más bien inevitable: "La globalización tiene cosas buenas y malas, y es probable que entre las malas estén las decisiones de los grandes organismos, como el G-7, sobre la economía. Pero, a la larga, no puedes ir contra la globalización: es el curso normal de los acontecimientos. Oponerse a la globalización es como oponerse al clima".