Michael Jackson vestía de cuero y remaches para hacerse el duro y jamás convenció a nadie. Julian Casablancas hace lo mismo y el efecto, idéntico. La voz de The Strokes, atrapado en el personaje del rockero pasado de revoluciones que parece sostenerse de milagro, ha montado una banda, The Voidz, de caricaturesco aspecto, como un grupo de heavy metal español de los ochentas. La apariencia podría dar lo mismo o incluso integrar un mensaje mayor -un chiste, un homenaje-. Sin embargo, son sencillamente malos, rematados, y factor importante del naufragio del músico neoyorquino como solista.
En sus dos conciertos como parte del cartel de Lollapalooza, Casablancas demostró displicencia al presentarse con un conjunto cuya cualidad es sonar a la manera de un calambre. El viernes, en el Club de la Unión, que tampoco reúne condiciones acústicas para una tocata de rock, el espectáculo fue lamentable. Partió retrasado más de una hora y cuando comenzó el ruido era ensordecedor, como si cada músico se encargara de tocar lo más fuerte posible, sin noción de unidad. "Instant crush", el éxito con Daft punk, quedó hecho trizas. "Take it or leave it", un temazo de The Strokes, parecía interpretada por una banda primeriza que sólo sabe de volumen.
Ayer, cuando ya no había disculpas por la acústica, Casablancas no se redimió. Al contrario, reiteró las características del triste número previo. La voz, más allá de recrear la sonoridad de una transmisión AM, su rúbrica, era un chillido que competía con la destemplada guitarra líder, a su vez, machacados por un baterista cuya máxima inspiración debe ser el legendario Animal de Los Muppets. A pesar de su interesante disco solista Phrazes for the young (2009) y el gran cancionero que ha compuesto para The Strokes, lo que hoy entiende Julian Casablancas por rock en vivo es sencilla indolencia.