Sanfic propone un lado B de los años 60
El director Joao Moreira Salles habla de su cinta No intenso agora, que aborda Mayo del 68 y la Revolución Cultural China desde una peculiar manera.
Hablando con una revista, semanas atrás, la documentalista Maite Alberdi (Los niños) hizo a la pasada una mención que para ella era un dato no menor de la experiencia: su admiración por Santiago (2007), filme de su colega Joao Moreira Salles (Río de Janeiro, 1962). Ganador de la muestra suiza Visions du Réel, el filme gira en torno al rescate del material rodado por el cineasta para una cinta que nunca terminó y en la cual abordaba su propia historia familiar, protagonizada por quien fuera el mayordomo del prominente banquero y diplomático brasileño Walter Moreira Salles, su padre.
Con sus quiebres y sus incertezas, Santiago se transformó en pieza clave de la no-ficción contemporánea. He ahí una razón para entusiasmarse con la siguiente realización de Moreira Salles, hermano menor de Walter Salles (Diarios de motocicleta), la que vino a asomar diez años después. Estrenado en la última Berlinale, No intenso agora entró ayer en la cartelera de Sanfic y volverá a mostrarse hoy y el viernes (ver ficha). Y hay que decir que valió la larga espera.
Inetiquetable en principio, el filme es también una producción a contramano: una obra brasileña con su foco puesto en Europa, también algo en China y un poquito en Brasil. Lo suyo es valerse de películas caseras de su madre, material de archivo y found footage del que se sabe poco y nada. Todo dispuesto y orquestado para abordar ítemes como la Revolución Cultural de Mao, el Mayo del 68 en París y el violento fin de la Primavera de Praga. Todo planteado desde el asombro, la duda y la reminiscencia. Siempre interrogando las imágenes, reconsiderando su estatus, examinando sus periferias.
El lector podría inferir que no es ésta una película latinoamericana de las que esperan en Europa. Y el director, en conversación con La Tercera, le daría la razón:
"Tengo una intuición acerca del tipo de películas que los festivales internacionales esperan de Brasil: tienen que ser ruidosas, con pistolas y muertes, de preferencia al calor de una ciudad soleada y sensual donde la pobreza chocante convive con la riqueza extrema. Hay películas extraordinarias que calzan con ese perfil y el problema, por supuesto, no es la receta, sino la obligación de no desviarse de ella, como si no hubiera otras".
Un camino alternativo, agrega Moreira, es "hacer películas que no se traten de nosotros, sino de acontecimientos que ocurrieron en otras partes. La idea de que los cineastas brasileños están destinado a contar historias acerca del drama social brasileño es extremadamente restrictiva, por no decir claustrofóbica".
Sin perder la hebra del escrutinio autobiográfico, No intenso agora se sumerge en las emociones, la épica y el fervor de momentos y lugares precisos. Y se pregunta, acto seguido, qué pasa después de la intensidad. "No hubo una ruptura ni una reinvención repentina del modo en que vivía la gente", constata Moreira Salles. "Así que ése es ahora el dilema: recobrar los significados. Crearlos, ahora que no están".
Lo anterior no es una minucia. Cerros de películas, argumentales y documentales, se han hecho sobre Mayo y sus alrededores, y es legítimo preguntarse cada vez para qué otro más. El realizador se dice consciente de ello, pero defiende la necesidad de abordar esas historias a través de la historia personal. En esto prefiere citar a su admirado Chris Marker: "Al contrario de lo que dice la gente, usar la primera persona en las películas tiende a ser un signo de humildad. Yo soy todo lo que tengo para ofrecer". Dice Moreira no saber si esto último es cierto, pero le gusta creer que lo es.
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