La Nona tenía siempre todo controlado o por lo menos eso demostraba. Una mujer grande, de carácter, hija de inmigrantes italianos, que no dudó en separarse y en romper las fotos del álbum familiar cuando se enteró que su marido la engañaba.

Una mujer criada en la primera mitad del siglo XX, que tomaba el té en la confitería de la tienda Gath & Chaves y que se propuso establecer un negocio, viajar, enamorarse, sin importar qué dijeran los demás.

"La Nona poseía una cultura de novela rosa que le impedía emplear el sentido común (…) La desconfianza era otra de las características de la Nona, dudaba de todo y, en particular, de la administración del dinero", se lee sobre la protagonista de Tal vez sí, tal vez no, la nueva novela del escritor nacional Germán Marín (83).

Autor de una docena de títulos, entre ellos la trilogía de novelas Círculo vicioso, Las cien águilas y La ola muerta, que ficcionan su biografía y la historia política y social de Chile, Marín está sentado en el café ubicado a un costado de la Municipalidad de Providencia. Entre sus manos tiene una libreta de tapas negras donde escribe, con una letra mínima, su próxima novela. Las primeras 50 hojas están separadas por gruesos elásticos.

"Son las páginas que están transcritas. Ya me las tipiaron. Es una historia contemporánea. Me tiene satisfecho. Creo que me falta un 20% para finalizar", dice sobre el texto titulado Póstumo y sospecha.

En estos últimos meses Marín ha dejado de ir al sector del Drugstore. Allí se lo podía ver, algunas mañanas de la semana, leyendo, escribiendo o conversando con amigos. "No estoy en mi mejor momento. Estoy agotado", repite el autor con fama de provocador y que el año pasado publicó dos elogiadas novelas: Adiciones palermitanas (Alfaguara) y Bolígrafo o los sueños chinos (Ediciones UDP).

Con las manos en su libreta, Marín aporta algunas novedades sobre Tal vez sí, tal vez no, cuya imagen de portada fue sugerida por él: es una pintura de Francis Picabia. Además cuenta que el manuscrito estaba guardado entre sus archivos. Hacia el final de sus páginas se apunta una fecha: "Mayo de 1996".

"En su momento la noté muy dispar con respecto a lo que estaba escribiendo. Entonces la terminé y la guardé. Ahora, al retomarla le hice unas pequeñas correcciones y la ofrecí a Josefina Alemparte, de Seix Barral", señala Marín, quien no pierde la costumbre de fumar.

Sobre el personaje de la Nona agrega: "Es un poco mi madre jugado con total libertad. Es también la búsqueda de la identidad que nunca se encuentra".

Antiguas polémicas

Cuando ocurrió el golpe de Estado de 1973 Germán Marín comenzó a moverse de lugar de residencia en Santiago. Unos meses más tarde se exilió en México, Argentina y permaneció por años en España.

Su primera novela apareció en abril de ese año con el nombre de Fuegos artificiales, editada por Quimantú. En ella se narra la decadencia de la burguesía local a través del protagonista, José Clorindo Inchaurraga.

"Fuegos artificiales constituye el debut auspicioso de un escritor chileno que le hinca el diente a una etapa muy dura y rica en Chile, que va de la matanza de la plaza Bulnes, allá por el año 46, hasta nuestros días", se lee en la reseña de Hernán Lavín Cerda, salida el 15 de mayo de 1973, en la revista Paloma. Solo dos críticas se alcanzaron a publicar en la prensa antes de que el libro desapareciera de librerías.

"Fue retirado totalmente. Me llamaron de la editorial Universitaria y me dijeron que había una nómina de libros de Quimantú que tenían que salir de circulación. Después de regresar a Chile traté de buscar algunos ejemplares, pero no habían. Lo único que supe fue que el Paco (Luis) Rivano tuvo ejemplares", recuerda el autor y cuenta que la novela será reeditada en octubre por Lecturas Ediciones.

Durante su exilio Marín casi no publicó. A su regreso, en 1992, es cuando comienzan a editarse sus más destacadas novelas como El palacio de la risa (1995) y La segunda mano (2009). También los relatos reunidos en Conversaciones para solitarios (1999) y Basuras de Shangai (2007).

Por entonces también estableció relación con nuevos amigos, a quienes llamó "Nenes", en su mayoría escritores más jóvenes. En torno a Marín y sus amigos (Matías Rivas, Rafael Gumucio, entre otros) se armaron algunas polémicas hace unos años, y Patricio Fernández retrató al grupo en su novela Los nenes (2008).

-¿Tiene aún material pendiente?

-Yo prefiero pensar que no. Ya no soy ningún nene y creo que mi próximo libro será el último (dice mientras apunta su libreta). La verdad que desde hace un par de años escribo un tanto cansado. Yo escribo en las mañanas y en las tardes no hago nada, a lo más veo cine. Hace tres o cuatro meses incluso he dejado de leer por agotamiento. No estoy en mi mejor momento.