Casi caía la noche del viernes 26 de febrero de 2010, y la gran lámpara de lágrimas que aún cuelga de la Sala principal del Municipal de Santiago relucía como pocas veces lo había hecho.
Era una antigua tradición la de bajarla dos veces al año para dejar reposar los casi 800 kilos de los más de 14 mil cristales Bacará que le dan cuerpo, y de paso limpiar las 98 ampolletas que encendidas la vuelven una de las joyas más deslumbrantes del edificio ubicado en el 794 de la calle Agustinas, en pleno centro de Santiago. Pero esa tarde, y a última hora, el técnico a cargo decidió no dar la orden para volver a izarla. Horas después, durante la madrugada del 27/F, el terremoto 8.8 azotó la zona centro-sur del país, y el edificio volvería a sufrir daños que tomarían por lo menos seis meses hasta su reapertura, en agosto del mismo año, pero el cuerpo de la lámpara no se deslizó ni siquiera un milímetro sobre la alfombra roja.
A siete años, y como cada septiembre en la víspera de Fiestas Patrias, los técnicos del Municipal, bajo la dirección del francés Frédéric Chambert desde 2016, volverán a repetir la mantención de la lámpara de cara a la Gala Presidencial del próximo lunes 18, a las 6 de la tarde. Hoy, dos visitas guiadas, a las 13 y 14 horas, le darán la posibilidad al público de presenciar uno de los "rituales" previos a la cita con la máxima autoridad del país frente a un escenario.
Para la ocasión, el elenco estelar del teatro, en la conducción de Pedro-Pablo Prudencio, pondrá nuevamente en escena la ópera La Cenicienta de Gioacchino Rossini, en una versión que convierte al cuento de hadas de Charles Perrault en un dramma giocoso en la voz de la mezzo soprano chilena Evelyn Ramírez y el tenor argentino Santiago Burgi.
La Gala número 107 será la última de la Presidenta Michelle Bachelet como mandataria, pero esta vez tendrá un componente adicional: la celebración por los 160 años del Municipal de Santiago, el primer centro cultural del país.
Escenario de la historia
Encumbrado sobre el terreno que originalmente ocupó la Universidad Real de San Felipe, y donde en 1812 Fray Camilo Henríquez imprimió el primer ejemplar de la Aurora de Chile, el Municipal de Santiago fue concebido durante el primer gobierno del Presidente Manuel Montt (1851-1861). Para comienzos de 1853, y aún sin un teatro que acogiera la incipiente escena artística de la época, Montt encargó al arquitecto francés Francois Brunet De Baines y al ingeniero civil Felipe Augusto Charme de I'Isle el diseño del que se convertiría en el principal escenario para la música clásica en Chile.
Seducidos por la escuela neoclásica, ambos profesionales trazaron los primeros planos de un teatro que albergaría a 1.500 espectadores en su Sala principal, y a otros 250 en una más pequeña, y que ya en el siglo XX sería bautizada como la Sala Arrau.
Las obras aún estaban en curso cuando Brunet falleció en 1855, y fue sucedido por su compatriota Lucien Ambroise Hénault junto al chileno Manuel Aldunate. La inspección final estuvo a cargo del arquitecto francés Charles Garnier, quien hacía poco había diseñado el Teatro de la Opera de París. Recién el 17 de septiembre de 1857, a cuatro años de su concepción, el Municipal abrió sus puertas al público -en su mayoría familias aristócratas que vivían en el centro de la capital- con la ópera Ernani (1844) de Verdi, interpretada por una compañía italiana especialmente contratada.
La tarde del 8 de diciembre de 1870, sin embargo, y luego de una función a tablero vuelto, un incendio destruyó el edificio casi por completo, dejando apenas algunos de los muros de la fachada original en pie. En la tragedia perdieron la vida Germán Tenderini, primer mártir del Cuerpo de Bomberos de Santiago y cuyo nombre rebautizó la calle a un costado del teatro, además del tramoyista Santiago Quintanilla. El edificio fue reconstruido y reabierto el 16 de julio de 1873, y aunque conservó gran parte de su aspecto original, no sería el único traspié en su historia.
Con los años, y mientras incorporaba a importantes instituciones culturales del país, como la Orquesta Filarmónica (1955), el Ballet de Santiago (1959) y el Coro del Teatro Municipal (1962), las puertas del teatro nuevamente fueron cerradas por desastres naturales y accidentes provocados por el hombre. El terremoto de Valparaíso de 1906, por ejemplo, así como un incendio menor en 1924 y otro de mayor magnitud en 2013 -y que obligó a levantar la campaña Teatro de Todos para su reconstrucción-, fueron precedidos solo por el ya mencionado 27/F.
117 años después de su apertura, en 1974 Augusto Pinochet lo declaró Monumento Nacional por Decreto Gubernamental. Y hoy, bajo la tutela de la Corporación Cultural de la Municipalidad de Santiago y con más de 300 actividades al año, se le considera uno de los vestigios arquitectónicos del casco histórico de Santiago y escala obligada para turistas: por su escenario, cubierto por un telón de terciopelo color rojo vino de más de 1.200 kilos, han pasado grandes figuras, como los bailarines Rudolf Nureyev, Mijail Baryshnikov y Anna Pavlova; los cantantes Ramón Vinay y Plácido Domingo; los pianistas Arthur Rubinstein y Claudio Arrau; los violinistas Yehudi Menuhin e Isaac Stern; y las actrices Sarah Bernhardt y Adelaida Ristori. La lista podría seguir y sumar a otros más recientes y de corte popular, como Jorge González, Ana Tijoux y Chris Cornell.
"El Teatro Municipal no es una institución política", declaró Chambert a comienzos de este año a La Tercera, "sino que una institución nacional, con una misión de país".