Los resultados de los últimos títulos publicados para celebrar el centenario del natalicio de Violeta Parra contienen resabios bíblicos con semejanzas a la parábola de los talentos. El homenaje de su nieto Ángel Parra a Las Últimas Composiciones (1966) con la compañía de su hermana Javiera, Álex Anwandter y Manuel García entre otros, refleja a quien prefirió guardar la moneda repasando la obra maestra de la abuela con respeto al original. El Inti Illimani de la facción Coulón, no. Convirtieron este álbum en pieza transada y multiplicada.
Estos músicos veteranos aliados con otros más jóvenes desde que el conjunto original se dividió, festejan los 100 años de la más grande de los artistas musicales chilenos de todos los tiempos jugando con el cancionero, corriendo riesgos, acertando la mayoría de las veces, piezas deconstruidas para ser ensambladas con nuevos colores y diseños.
Con la producción conjunta del director musical de la agrupación Manuel Meriño y el ingeniero Alfonso Pérez, los títulos escogidos, entre insoslayables y otros más recónditos, enfrentan el desafío de arropar composiciones de apariencias engañosas. A pesar del minimalismo instrumental, las canciones de Violeta Parra suelen dar quebraderos cuando son reinterpretadas por su particular noción del tiempo, la melodía y el uso de acordes enrevesados.
Los nombres más legendarios no solo comparten el inicio de sus carreras a mediados de los 60 cuando Violeta enfilaba sus últimos años, sino que en el atardecer de sus trayectorias personalizan esta oportunidad de la misma manera en que Juan Gabriel se despidió grabando Have you ever seen the rain? como si hubiera sido escrita para él. Silvio (Arauco tiene una pena), Serrat (Volver a los 17) y Milanés (Paloma ausente) combinan la esencia de las canciones y una lectura donde las respectivas cualidades quedan manifiestas: la tañido épico de Rodríguez, el fraseo de hombre experimentado y gozador de Serrat, la melancolía congénita y conmovedora de Pablo Milanés. Mon Laferte consigue algo parecido. Qué he sacado con quererte calza perfecto con sus habituales motivaciones líricas de cariño malo. Es uno de los puntos altos del álbum.
Los arreglos de Manuel Meriño son orfebrería pura para dar nueva vida a piezas generalmente redondas. Mantiene el sello de calidad de la legendaria banda chilena lamentablemente dividida con una consecuencia inusitada. Cada facción se toma muy en serio un nuevo álbum. No solo se trata de su público exigente sino también de una competencia.