Ron Mael, fundador y tecladista de Sparks: "Sabemos que nuestra música es fuerte, importante e incluso respetada"

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La banda estadounidense que irrumpió en los 70 habla del culto que han encabezado desde esos años, consagrados como una de las propuestas más originales del pop anglo y referencia para ilustres como Devo y Morrissey. Además, detallan la trastienda de su nuevo disco y de la resurrección que disfrutaron gracias a Franz Ferdinand.


Dos tipos arriba de un escenario representan una fusión imposible. Un cantante atractivo, de largos rizos, facciones angelicales, un falsete electrizante y un histrionismo que incluye sacudidas, bailecitos y dar pisotones en el suelo. A su lado, en teclados, un músico peinado a la gomina, con un bigote diminuto que recuerda a Hitler o Chaplin, de mirada perturbadora ante la cámara y totalmente absorto en su faena.

El brutal contrapunto de los hermanos estadounidenses Ron y Russell Mael se convirtió en una de las claves del impacto de Sparks, el conjunto que ambos formaron a principios de los 70.

"Tenemos personalidades similares, aunque en las portadas de los discos siempre soy yo el que aparece más caricaturesco. Sin embargo, Russell es más extrovertido, yo tiendo a ser más hermético. Por eso descubrí que para mí era ridículo tratar de ser extravagante en el escenario, soy todo lo contrario. Me sienta bien ser discreto y aun así ser reconocido, cuando muchos sólo tratan de excederse", dice Ron Mael, el hombre de los mostachos y la expresión enajenada, al teléfono con Culto desde Los Angeles.

En efecto, Sparks apareció como parte de la ola de glam rock que sacudió al planeta en la primera mitad de los 70, aunque casi en los descuentos, cuando sus oráculos mayores, Marc Bolan y David Bowie, ya habían empezado a abandonar el maquillaje, las botas de plataforma y la estudiada ambigüedad sexual. Por lo mismo, los Mael acompañaron su encanto estético con un sonido único, quizás el más singular de toda esa generación: la voz frenética y melodramática de Russell parecía moverse a toda velocidad entre influencias del cabaret, la música clásica, Broadway, el rock and roll y el pop electrónico.

Fueron capaces de hacer una canción saturada de ruidos de estornudos (Achoo), genuinos hits como "This town ain't big enough for both of us" y "Never turn your back on mother earth", y de aparecer disfrazados como un novio y una novia llegando al altar en la tapa del álbum Angst in my pants (1982). La historia los etiquetó como los "Queen alternativos", aunque su huella fue mucho más allá y se transformaron en influencia fundamental para los estilos que luego desarrollarían bandas como Devo, The Cars o XTC. Morrissey emite hasta hoy diversas imágenes de la agrupación en la previa de sus shows, e insignes como Björk y Mike Patton se cuentan entre sus devotos confesos.

-¿Cree que Sparks ha sido valorado como se debería?

-Tratamos de no sentir rencor con eso. Sentimos y sabemos que lo que hemos hecho es fuerte, importante e incluso respetado. No tenemos ningún control sobre lo que la gente dice, pero sí comprendemos que nuestra evolución siempre apunta a llegar a más público.

En esa misión, los norteamericanos han mantenido una trayectoria guiada por la persistencia, con su vigésimo primer disco, Hippopotamus, estrenado a principios de mes, y con un reciente y exitoso proyecto que los unió a Franz Ferdinand, bautizado como FFS y que los llevó a un público que desconocía su legado.

Ron sigue: "Nos sorprendió el número de personas que a partir de ahí nos ha reconocido mucho más. Una de las cosas más positivas que nos dio FFS fue que la gente que no sabía quiénes eran Sparks ahora se ha puesto al día con nosotros y ha escuchado todo lo que hemos hecho desde el inicio. Yo llamo a eso revaluación crítica. En el pasado se nos ignoró, pero ahora se nos toma más en cuenta, aunque ese tipo de cosas no debería ser importante, pero ayudan a que la banda se mantenga sólida. Es un gran momento para nosotros".

-¿Siente alguna similitud entre Sparks y Franz Ferdinand?

-Sí, aunque es difícil ser específico en determinar qué hace a otra banda ser tan especial. Cuando trabajamos con ellos, sabíamos que estábamos al mismo nivel y por lo tanto no teníamos que darles demasiadas explicaciones.

Hay otro paralelo entre Sparks y el conjunto de Alex Kapranos: su sensibilidad profundamente europea. Pero hay un matiz esencial. Aunque nacieron en California, el poco éxito que arrojaron sus primeros singles en EE.UU. los obligó a mudarse a Inglaterra, donde su música fue adoptada como propia.

-Es lo mismo que le pasó a Jimi Hendrix: subestimado en EE.UU., encontró el éxito en Reino Unido.

-Sí, estoy de acuerdo con esa comparación, porque siempre hemos sido fanáticos de la música inglesa, incluso mucho más que la música de Norteamérica, a pesar de vivir en Los Angeles.

Aquí nuestros álbumes no dieron frutos, pero cuando hicimos conciertos en Inglaterra todo cambió, la reacción fue muy distinta. Un tiempo después recibimos una oferta de una disquera que nos solicitaba mudarnos a Inglaterra. Era un sueño hecho realidad, en donde ya no teníamos que pretender ser una banda inglesa, podríamos mudarnos hasta allá.

También a partir de la resurrección que disfrutaron con los Ferdinand, Sparks se envalentonó y editó un reciente trabajo donde se puede hallar desde hip hop (Giddy Giddy) hasta su estampa más clásica (Missionary position, Edith Piaf): incluso a más de 40 años de su irrupción, el grupo se sigue comportando como una especie imposible de domesticar.

Mael se explaya: "No sé si seremos algo eterno, pero siempre queremos progresar con el contenido pop, el que siempre ha sido nuestra motivación. En cierta forma somos afortunados, o quizás malditos. No siento que trabajemos porque simplemente es parte de la rutina. Hay cosas relacionadas al hip hop que nos atraen mucho, desde los 80 hemos sido fans de Public Enemy y por años hemos escuchado material de esa categoría. Es parte de lo inquieto que somos".

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