Hay tres eventos que marcaron el imaginario infantil del dibujante nacional Félix Vega (1971) y que, luego, moldearon el mundo en que se desarrolla su novela gráfica Juan Buscamares (1996-2003).
A los cinco años y de la mano de su abuela abandonó perturbado la sala de cine donde proyectaban el musical El principito. De ese momento conservó la imagen de un esqueleto de pez en medio del desierto. Este recuerdo borroso se volvió nítido cinco años después, cuando visitó el Museo Nacional de Historia Natural y vio de cerca el esqueleto de ballena y el cuerpo del niño del cerro El Plomo.
Con esas impresiones en la memoria, Vega dibujó el encuentro de un hombre con el esqueleto de una ballena en un desierto de arena craquelada. Después vino el nombre del protagonista, los personajes secundarios y, con todos esos elementos, armó un universo apocalíptico y onírico.
Esa imagen que plasmó en 1993 es hoy la portada de la nueva edición para Chile de Juan Buscamares (Planeta Cómic). El libro recoge por primera vez en el país los cuatro tomos de la saga publicados entre 1996 y 2003 en Francia, Italia y España. El volumen viene a saldar una deuda con el cómic local: solo el primer capítulo, El agua (1996), circuló en Chile en una versión en blanco y negro.
Un mundo sin océanos
Similar al futuro que se presenta en la cinta australiana Mad Max, el mundo de Juan Buscamares es uno en el que los océanos se secaron y la humanidad, dividida entre soldados violentos, fanáticos religiosos y ladrones pistoleros, intenta conseguir agua a como dé lugar. Juan, el protagonista, vaga sobre la aridez de la Tierra hasta que se cruza con Aleluya, una mujer que vende su cuerpo para conseguir agua. Su viaje comienza y deberá enfrentar sus alucinaciones, la maldad y locura que se apodera de las personas, y cargar con el peso de ser señalado como el salvador que guiará a la humanidad hasta el mar. Mientras, descubre en sí mismo un poder que se remonta a los tiempos del Imperio inca.
"Es un cómic absolutamente sincrético de mis obsesiones de niño", dice Félix Vega, quien después de vivir más de una década en España, volvió en 2009. "Esta es una obra muy personal, a pesar que no habla de mí. Viene desde los cinco años y esta es una edición definitiva; si el día de mañana me muero, quedará Juan Buscamares para la posteridad", agrega sobre la renovada edición que cuenta con nuevo prólogo y epílogo, además de material extra como bocetos originales.
Durante un año, Vega escaneó, digitalizó y retocó diálogos, colores y líneas de los cuatro tomos, más nuevas páginas que dibujó este año. El autor explica que tanto los colores como los paisajes donde se desarrolla la historia cobran protagonismo al momento de entender la novela gráfica como un todo. "Cada uno de los libros (El agua, El aire, La tierra y El fuego) tiene un coloreado diferente que provoca sensaciones asociadas al elemento ausente en cada capítulo; las tormentas, el mar y el cielo son personajes dentro de la historia y están ligados al protagonista", explica.
Talento familiar
La carrera de Vega en el cómic se cultivó en su casa. Su padre, Oskar Vega, acuarelista y cocreador de Mampato, le enseñó la técnica de la acuarela y la tinta china. Sin embargo, su futuro como dibujante lo decidió después de leer Balada, del francés Moebius. "Yo quería ser ilustrador científico, de enciclopedias, pero esa historia me voló la cabeza y decidí dedicarme a dibujar y narrar historias", cuenta.
Si bien reconoce la influencia de autores como Horacio Altuna, Milo Manara y el mismo Moebius, el ilustrador dice que encuentra mayor inspiración en los hechos científicos, como el hallazgo del niño del cerro El Plomo. También la religión y la mitología son constantes en su trabajo, como en su más reciente obra para el mercado francés, Vinland.
Juan Buscamares y su autor se hicieron conocidos primero en Francia. Por su trabajo como ilustrador de historias cortas para la revista Playboy migró a España en 1997. Allá incursionó en el género negro: dibujó las novelas gráficas Asesinos anónimos (2005) y María Dolare$ (2006). Fue así como logró una carrera exitosa, pero que hizo poco eco en el territorio nacional.
Ganador de la mejor portada de cómic chileno en los premios FIC 2017, por su ilustración para Mocha Dick de Francisco Ortega y Gonzalo Martínez, dice que en 1996, año que salió el primer capítulo de Juan Buscamares, la novela gráfica en Chile era un formato poco explorado, pero hoy ha entrado en el mercado local. "La novela gráfica tiene una ventaja: llega a personas que no leen cómics. Pasaron 20 años y hoy está de moda el concepto y, en el fondo, tuvieron que pasar 21 años para que la historia (de Juan Buscamares) que nació aquí, volviera en este momento auspicioso", asegura.