El viejo Glenn Hefner, un profesor de Nebraska que se ufanaba de nunca haber visto a las chicas desnudas de la revista de su hijo Hugh, tuvo la culpa de todo. De religión metodista y descendiente en línea directa del gobernador puritano William Bradford (1590-1657), Hefner padre jamás entendió demasiado por qué su hijo se ganaba la vida con el cuerpo femenino desnudo. Peor, nunca lo aprobó bajo sus propios códigos morales, aunque no despreció ser el tesorero de la publicación por un tiempo. Contra aquella estrecha mentalidad de la prohibición y el temor a Dios se rebeló en principio el joven Hugh Hefner (1926-2017). Era el conservadurismo religioso de su casa, pero era también el de su país. De aquel gesto de rechazo nació Playboy, la revista que desnudó a Norteamérica y luego la mandó a la cama sin sentimiento de culpa.
De cierta forma, la publicación significó una venganza contra su propio pudor: en una entrevista dada ya pasados los 70 años Hefner confesó que llegó virgen al matrimonio y que tras casarse con su novia de toda la vida, tuvo sexo por primera vez a los 22 años. Aquella misma mujer, Mildred Williams, le confesó que le había sido infiel mientras estaba en el Ejército y, según Hefner, fue el golpe emocional más fuerte de su vida. A los 10 años de casado, Hef se divorció, no sin antes haber salido varias veces con otras mujeres y con el permiso tácito de la esposa que aún se sentía "culpable".
Fallecido de causas naturales la noche del miércoles en su residencia de Los Angeles, Hugh Hefner se casó otras dos veces y tuvo cuatro hijos. El más importante de todos sus vástagos, en cualquier caso, fue Playboy, la revista que creó en 1953 a los 27 años. La publicación, se sabe, llegó a ser una de las marcas americanas por excelencia (a lo General Motors o Coca-Cola), pero, sobre todo, significó un estilo de vida que se rebeló contra la inmaculada sociedad americana de ese momento.
Hefner, que tenía estudios de sicología y escritura creativa, creó la revista con apenas 1.600 dólares: 600 eran propios y mil de su madre. Desde su primer número y, contra lo que se pudiera creer, trató de ser al menos dos cosas: un catálogo de mujeres atractivas y un terreno para la buena lectura. Hefner describía el estilo Playboy así en el primer número, el mismo de Marilyn Monroe, en diciembre de 1953: "Disfrutamos de uno o dos cócteles, algún entremés, ponemos música en el tocadiscos e invitamos a una compañía femenina para una tranquila discusión sobre Picasso, Nietzsche, o para tener jazz o sexo".
Como lo explica la española Beatriz Preciado en su libro Pornotopía (2010), hay algunas claves maestras para entender a Hefner y el fenómeno Playboy. Por ejemplo, la revista les permitió a los hombres una suerte de liberación dentro del hogar, territorio habitual de la mujer: el hombre Playboy tenía su habitación, escuchaba sus discos, y, muchas veces, le decía a la esposa que compraba la revista por la buena literatura que traía en sus páginas. Podía ser verdad o mentira, pero las muchachas estaban ahí.
Si el hombre era soltero, ya tenía la mitad de la batalla ganada en su "emancipación masculina". En ese sentido, películas como La comezón del séptimo año, Piso de soltero o, sobre todo, las saga de James Bond correspondían perfectamente al modo de vida Playboy: soltero, sensible, cultivado, a la moda, con apetito erótico y cultural.
Durante los años 60, con la llegada de los movimientos contraculturales y la consolidación de las luchas por los derechos civiles en EEUU, Hugh Hefner se alineó con Martin Luther King, a veces a través de donaciones y en otras oportunidades dando el apetecible espacio de su publicación. En los 60, cuando vendía sobre el millón de ejemplares (llegó a siete millones en los 70), Playboy se pobló de entrevistas a personalidades afroamericanas, desde Malcolm X en la política a Muhammad Ali en el deporte y Miles Davis en la música. La mayoría de ellas las hacía un periodista negro: era Alex Haley, futuro escritor de la saga antiesclavista Raíces.
Hef, como le decían sus amigos, también fue el único que en 1953 se interesó en publicar un cuento del autor de ciencia ficción Charles Beaumont donde se mostraba un futuro en que la regla era la homosexualidad: el relato provocó protestas y lluvias de cartas a Playboy, pero Hefner siempre solidarizó con Beaumont, demostrando su rechazo a la homofobia.
Los ataques del feminismo arreciaron a partir de los años 70 y también hubo denuncias de acoso sexual en su contra, pero de alguna manera Hugh Hefner siempre tuvo una salida para todo. A eso le ayudaba su humor, su espíritu festivo y la sagacidad en el manejo de la imagen.
Es probable que Hef estuviera demasiado preso de su autoparodia en los últimos años, pero es difícil dudar de su genuino apego a las mujeres. Fue consecuente: antes de morir pidió que sus restos descansaran al lado de la tumba de Marilyn Monroe, la primera chica Playboy.