Para los hermanos Adam y Matt Cinelioglu ha valido la pena viajar siete horas desde Manchester (Reino Unido) para llegar a la apertura. Aunque ambos son veteranos de convenciones en Londres, Birmingham y Polonia, Nueva York es "llegar al origen".

"Esto es enorme, una escala mucho mayor que en el Reino Unido", dijo a EFE Adam, quien planea hacer un vídeo de los "cosplayers", como se les llama a los aficionados que compiten en ingenio al disfrazarse de sus personajes favoritos.

Es el caso de quien van disfrazados de Frankenstein y su esposa de ultratumba de la famosa Familia Monster de la televisión, originarios de Long Island, quienes cada año eligen juntos su disfraz.

"Estábamos tan emocionados cuando la convención llegó a Nueva York", declara la vampira, de nombre real Donnay, y añadió que no se ha perdido ninguna edición de este evento desde que fue lanzado, en 2006.

Alrededor de la monstruosa pareja, en la multitud sobresalen aletas, cascos y espadas, se pasean una zombi y una tortuga ninja, un payaso, un Elvis y un conejo.

Aun con esa diversidad, los atuendos están condenados a repetirse: dos Jedis de La Guerra de las Galaxias coinciden en una esquina, y al verse improvisan un duelo para deleite de los presentes.

También abundan los Batman, por decenas, aunque para los iniciados cada uno sea distinto.

"Este es el Batman de la serie de televisión de los años 60, con el que yo crecí, tenía ocho años", explica el hombre murciélago, y apuntando a un rival moderno, añade: "El Batman de la película impresiona a la gente, 'miren, soy todo músculos,' pero mi Batman es querido".

Y es que esta es la meca de los aficionados, donde se escuchan debates arcanos sobre "quién fue el mejor Linterna Verde".

Nadie lo sabe mejor que quienes esperan sentados en la sección llamada Pasaje de los Artistas, los dibujantes ante los cuales se forman filas con los brazos cargados de carteles e historietas por firmar.

Entre ellos se encuentra el dibujante mexicano Humberto Ramos, uno de los latinos más conocidos por su trabajo con Spiderman.

"Yo crecí leyendo cómics, de pronto pasar de ser un fan a que te paguen por hacerlo es un gusto", declaró a EFE.

"Son 25 años de carrera, no siempre ha sido llena de triunfos, es una carrera en la cual no hablan ni las recomendaciones ni los amigos, pero al final el trabajo ha dado buenos resultados", concluyó

A lo largo del centro de convenciones, el Comic Con extiende su oferta al cine, la televisión o los juegos de vídeo. Y sobre todo la mercadotecnia. Si existe en la fantasía, aquí se encuentra a la venta.

Compiten por la atención de los visitantes todas las marcas de la industria, puestos de juguetes para niños y no tan niños, estatuas de colección, cascos de La Guerra de las Galaxias por 500 dólares, e incluso una marca de zapatos del mismo tema.

"¡Quiero esas botas Chewbacca!" exclama una compradora, apuntando a botas cubiertas de pelos como el personaje. La gerente de mercado Kate Osborne explica que se venden mejor la botas de personajes femeninos fuertes, seguidas de las "zapatillas de la resistencia".

A unos metros de la moda hay un vasto mercado de pulgas de vendedores de historietas, que recuerdan que lo más preciado son y seguirán siendo cómic de tinta y papel, y ningunos más que los del puesto de Ross Kearney.

Estos cómics, de colección, se encuentran resguardados tras un escaparate, recubiertos de plástico, acompañados de un ficha: están aquí para ser subastados.

Aquí las joyas de la corona son un original del primer número de Spiderman, de 1962, que según Kearney podría venderse por 180.000 dólares; el primer cómic de Batman, allá por 1939, un pedazo de historia que podría alcanzar los 300.000 dólares.