Es pleno otoño en Estados Unidos, pero la estación representada por la caída de hojas y el viento se hace sentir de forma muy diferente a lo que se acostumbra en Chile. La humedad empapa el ambiente camino a la Comic Con, evento realizado en el Centro de Convenciones Jacob Javits en Manhattan.

Las opciones para trasladarse en Nueva York son las de toda ciudad, pero siempre he creído que la mejor forma de conocer un lugar es caminando. Fueron 40 minutos de recorrido desde el hotel por calles que se alejaban de las concurridas avenidas más céntricas, pero a medida que mi ruta se acercaba a su fin, se unieron a mi camino personajes cada vez más curiosos.

Siguiendo la lógica de perseguir a la manada, tomé las calles elegidas por personajes como la princesa Peach y Deadpool. Cuando ya estaba a unas cinco cuadras de distancia, aparecieron miembros del staff indicando las entradas correspondientes a cada tipo de pase.

El Centro Javits es tiene capacidad para más de 56 mil personas y, a juzgar solo por la cantidad de personas que esperaba entrar a las 10 de la mañana, esta capacidad sería aprovechada al máximo en el recinto.

Tras pasar la revisión de bolsos, el camino quedó libre para el mar humano conformado principalmente por cosplays de distintas franquicias, universos y producciones.

Los videojuegos, animé, series, películas, música y libros, vieron renacer a sus personajes en diferentes estilos, algunos con mayor fortuna que otros, pero eso poco importa, la Comic Con es la instancia para convertirse en tu personaje favorito.

En calidad de periodista —y seguidora encubierta de más de una saga— no fui disfrazada y solo hice un guiño a Star Wars con una polera de Darth Vader. Sin embargo, fue lo mismo que si hubiera usado cualquier otra vestimenta: el nivel de producción de los trajes es tal que en suma se parece más a un universo paralelo.

Mentiría si dijera que mi primera impresión fue maravillarme. El lugar era tan grande y con tal cantidad de gente, que sentirse abrumado era fácil. Fue con el pasar de las horas que adquirí mayor noción de tiempo-espacio para moverme con naturalidad.

Esta no era la primera Comic Con a la que asistía. En 2014 fui a la versión chilena en la Estación Mapocho cuando Christopher Lloyd era el invitado principal. El formato es más o menos similar: innumerables stands de venta y exposición de artículos, asediados por la multitud que asemeja un hormiguero visto desde las alturas.

Es lógico que ocurra esto considerando que el Centro Javits destinó cuatro niveles distintos al evento cuya tónica son las filas para los servicios, un caminar lento por los stands y el encuentro cercano con personajes de todos los universos posibles.

Si bien imperaban los disfraces pertenecientes al mundo del animé y, por supuesto, los héroes DC y Marvel; Rick y Morty más Daenerys Targaryen con Jon Snow fueron las duplas que más veces vi deambular en una amplia variedad de formatos.

Cerca de las 13.30 fui al patio de comidas. En todo puesto era al menos media hora de espera, pero rápidamente me distraje cuando empecé a escuchar la "Marcha Imperial" característica de Darth Vader.

Cruzando la gran sala y apartando a la gente que se atravesara en el camino, un general del Imperio lideró una larga fila formada por stormtroopers, jawas y el temido Vader.

Lejos de intimidar, la gente inmediatamente sacó sus cámaras y se acercó a ellos. Darth Vader impresiona y causa admiración donde sea que vaya.

Con un almuerzo rápido —donde fui bautizada como "Moneca"—, me dirigí al escenario dispuesto para Marvel. La pantalla proyectaba una gran imagen del artista canadiense The Weeknd bajo el título "Starboy". La programación del evento dispuso su aparición a las 14.30 horas, pero fue recién a las 15 horas que el intérprete de "Can't feel my face" hizo su entrada.

Con mi metro cincuenta de estatura no vi mucho con mis propios ojos. Era una gran cantidad de personas que quería ver al cantante, por lo que solo pude captarlo extendiendo mi teléfono lo más alto que pude. Pero el montón se disipó rápido. Solo quienes hubiesen pagado previamente podían acceder a la firma del artista, por lo que la mayoría sacó un par de fotografías y se fue, como yo.

Cerca de las cuatro de la tarde, fui al área destinada a DC cómics para encontrar un poco de equilibrio en el mundo de los superhéroes. Fue un buen timing considerando que en ese momento comenzaron a regalar chapitas, separadores de páginas y diademas de cartón de la Mujer Maravilla. Me negaba a usarla quizás por un poco de vergüenza, pero aún con ella en mi cabeza, no llamaría la atención entre tantos Yoshis, Sub Zeros, Bowies y Wallys.

Los paneles, que dan origen a los grandes anuncios y conversatorios con héroes de las ficciones del momento, se realizan en salas aisladas. Los cupos son limitados, pero los acérrimos seguidores se aseguran tomando posición horas antes que comience el conversatorio.

Así ocurrió con el panel de Black Mirror a realizarse al finalizar el día sábado. La serie iba a ser comentada por su creador Charlie Brooker, su productora ejecutiva Annabel Jones y presentaría "una o dos sorpresas" según prometía la descripción.

La fila estaba formada por unas 200 personas, pero el panel anterior tenía casa llena y una vez finalizado, el staff de Comic Con no echa a nadie. Si faltan asientos, solo se les permite la entrada a quienes reservaron con anticipación.

Culto fue uno de ellos, con un encuentro entre los realizadores de la serie y sus seguidores, que dieron el final perfecto a un día que por muy real que fuera, no dejó de sentirse como parte de una ficción.