Mi cara, de aspecto serio, no deja ver lo que estoy pensando, pero ahí reside la grandeza. Puedo inventarme las historias más locas o decir las tonterías más grandes de la historia y mis compañeros de equipo me las van a creer. Me río por dentro y ya planeo la siguiente broma. Sin embargo, esto me ha costado más de un susto, sobretodo si Gennaro, el "Rino" Gattuso, estaba cerca.

Al no ser un hombre letrado ni tampoco un gran orador, cada vez que "Rino" abría la boca el camarín se convertía en el "Carnaval de Rino". La gente empezaba a gritar, a imitar sonidos de trompetas, a cantar la conga… Siempre lo mismo, nunca dejábamos que terminara las frases.

En una ocasión, agarré su celular y le escribí un mensaje a Ariedo Braida, nuestro director deportivo. Como yo, "Rino de Janeiro" estaba a punto de renovar el contrato, así que me encargué de la negociación: "Estimado Ariedo, si me das lo que quiero, te presto a mi hermana". Rino me descubrió y casi me mata antes de llamar a Ariedo: "Solo es una broma estúpida de Pirlo", dijo. Siempre me pregunté si la respuesta de Braida fue "oh, qué pena".

En las concentraciones de Italia, Daniele De Rossi siempre se escondía debajo de su cama y esperaba. Podía estar hasta media hora. Gattuso entraba, se lavaba los dientes, se ponía su pijama de leopardo, leía un poco y miraba algunas fotos. Justo cuando estaba a punto de quedarse dormido, Daniele se levantaba mientras yo salía de mi escondite en el armario. "Rino" siempre se lo tomaba bien, a pesar de estar cerca de un infarto. Le pegaba a él y luego a mí, para demostrar que también sabía cómo tratarnos.

En otra ocasión, le dimos un baño con un extintor. El empate ante Irlanda a domicilio fue suficiente para clasificarnos para el Mundial 2010, así que el partido contra Chipre era casi un amistoso y ese fue el ánimo en la previa. Lippi, el entrenador, nos dio la noche libre en Florencia y casi todos fuimos a cenar, pero Gatusso no. Estábamos borrachos y nos quedamos hablando un rato. No estábamos cansados, así que necesitábamos alguna distracción. Todos pensamos igual: "Vamos a joder a Gattuso".

Estaba casi dormido. Al pasar por el pasillo, De Rossi vio un extintor y tuvo una gran idea. Al tocar la puerta de la pieza, Rino salió y Daniele le abrió el extintor de arriba a abajo, antes de salir corriendo a esconderse a su habitación.

Me dejó solo frente a ese monstruo enfurecido en calzoncillos, gritando a todo el mundo en un estado de furia. Traté de escapar pero era imposible. Si Gattuso enfurecido te persigue, puedes correr lo que quieras pero siempre te alcanzará. Así fue, y me dio todo su repertorio de combos y patadas.

Gattuso era supersticioso también. En el Mundial 2006, como las cosas iban bien, no se cambió el polerón en un mes. 40 grados en Alemania y él vestido casi como un buzo submarino. A partir de cuartos de final, la cosa empezaba a ponerse hedionda. Con extintor o sin él, el olor no se iría.

"Rino" siempre fue mi víctima favorita, a pesar de que estuvo a punto de matarme con un tenedor. Durante las comidas en Milanello, inventamos mil maneras de hincharle las pelotas. Cuando conjugaba mal algún verbo (casi siempre), se lo decíamos de inmediato, e incluso cuando lo hacía bien le decíamos que no para que se volviera loco. Ambrosini, Nesta, Inzaghi, Abbiati, Oddo y yo éramos "el grupo de la muerte".

—Rino, ¿cómo estás?

—Mal. Nos ganaron ayer. Estaría mejor si ganábamos.

—Rino, habla bien. Es: Estaría mejor si hubiéramos ganado.

—Es lo mismo.

—No, Rino.

—Ok, pues. Estaría mejor si hubiéramos ganado.

—Rino, ¿cómo eres tan ignorante? Es: Estaría mejor si ganábamos.

—Pero eso es lo que he dicho antes.

—¿El qué, Rino?

—Eso de ganar.

—¿El qué, Rino? ¿Puedes repetirlo?

Sabíamos lo que pasaría a continuación, así que todos agarramos los cuchillos de la mesa para esconderlos. Gattuso tomaba entonces un tenedor e intentaba clavárselo a todos. Más de una vez le achuntaba y hundía el tenedor en nuestra piel. Más de uno se perdió algún partido por los ataques de "Rino", siendo la explicación oficial del club que sufríamos de molestias musculares.

Nos alejábamos de él cuando enloquecía, pero cuando se calmaba y se iba a su pieza, volvíamos a la carga, bloqueando su puerta con sofás.

—¡Déjenme salir! ¡Ya va a empezar el entrenamiento!

—Cállate, Rino.

Entonces se volvía loco y rompía todo lo que tenía a mano. Pero a pesar de sus enojos, era uno de los tipos buenos.

Entre otras cosas, he visto también a "Rino" atrapar y comerse vivos algunos caracoles por una apuesta. Realmente podría formar parte de una película.