Este es el concierto en que U2 telonea a U2. Porque en el primer segmento de lo que vamos a ver esta noche, los músicos se paran arriba de un escenario alternativo y tocan cuatro de las canciones que inspiraron el nacimiento de The Joshua tree. Luego, a partir del quinto tema, U2 ocupa el escenario central, grande y parafernálico, y ejecuta entero ese álbum de 1987 donde venían "Where the streets have no name", "With or without you" y todas esa melodías que los ubicaron en la primera división del rock mundial.
Por eso es muy simbólico que U2 sea su propia banda de apertura en esta gira de los 30 años de su título más rentable. Porque es un símbolo gráfico y rotundo de lo que muchos piensan hace años: que son dos los conjuntos que responden al mismo nombre. Los primeros, los del prestigio y los títulos clásicos; y los segundos, los más recientes que giran por el mundo con un show de grandes éxitos y que se atreven a cerrar sus conciertos con un tema tan intrascendente como el recién estrenado "You're the best thing about me".
Le pasa a U2 lo que le pasa a los grupos con historia. Que generan pasiones profundas y emociones encontradas. Porque están los que se declaran fanáticos y que pueden tolerar deslices continuos como los que ha tenido la banda de Bono en sus últimos tres álbumes. Y también están los que ven a Bono como la encarnación del corporativismo musical. Sin embargo, lo que es difícil de cuestionar, es que sólo generan estos debates los que han sabido llegar lejos. Y Chile ha visto ese proceso.
Su estrecho vínculo con el país partió precisamente con el título del 87. Fue con una de las canciones, "Mothers of the disappeared", que el grupo politizó su recordado debut del 98 con los familiares de los detenidos y desaparecidos de la dictadura en el Nacional. Un vínculo que se volvió más difuso con su retorno de 2006 y que desapareció por completo en el show más reciente de 2011, en esa gira del 360°, donde aparecían enjaulados como una cruel metáfora de lo que se habían convertido: en prisioneros de su propia megalomanía.
Hoy conscientes del exceso, el grupo vuelve a sus raíces. Y por eso en el mencionado primer segmento aparecen como una banda desnuda, sin apoyo, como un telonero más, para luego abrazarse a la tecnología y la grandilocuencia, pero esta vez para defender canciones de tan alto vuelo como "I still haven't found what I'm looking for" y "One tree hill", una que fue dedicada a nuestro Víctor Jara. Quizás el de esta noche sea el concierto que siempre quisimos ver de U2. Uno que llega 30 años tarde, pero que califica como imperdible precisamente porque sus actores, tan odiados y tan amados, son de los pocos que han sabido vencer al tiempo. Como las bandas grandes. Como las bandas con muchas vidas.