La primera vez que fui a una tocata quedé sordo. Literalmente. Acoples, tarros punk y algunas patadas me dejaron con un taladro en la cabeza y la Gran Avenida presurizada como cabina de avión. La segunda, la tercera y la cuarta vez terminé completamente extático y con más preguntas que certezas. Ahí empecé a conectar con los videos chilenos que pasaban en el cable, las revistas que traían compilados y las presentaciones en vivo que pasaban en Dínamo y luego Panoramix.
Entonces salté a los conciertos en teatros, a los espectáculos numerados y del discman pasé a Napster y todo lo que vino después. Las voces que me hablaban —por los audífonos y los amplificadores— de alguna forma conectaban con mi adolescencia.
Los mejores conciertos eran un espacio por explorar y perderse como en el buen cine: un viaje hacia territorios extraviados y alucinantes... hasta que alguien encendía la luz y sonaba la música envasada.
De a poco fui entendiendo algunos asuntos como que Aldo Asenjo es un rockstar verdadero, tanto como Álvaro Henríquez o Ana Tijoux, o que Mi destino es el mejor disco solista de Jorge González. Que Cristián Fiebre fue subvalorado. Que hay que ver en vivo, alguna vez en la vida, a Luis Cheul Trío. Que Pancho Molina es un monstruo. Que hay que poner atención a lo que dice Cristóbal Briceño. Que en Pánico manda la bajista. Que Congreso, con Jaime Vivanco y Jorge Campos, son palabras mayores. O que Weichafe fue secuestrado por Rockaxis y todo lo que eso significa.
Comprendí que en el medio hay muy buenos traductores de medios sajones sin una gota de opinión. Que se notan las entrevistas con la encargada de prensa al lado o la productora del evento esperando el link de la "nota". Que hay "críticos musicales" que han hecho carrera sin ir a ningún concierto, acaso la jauja del ejercicio musical. Que hay reportajes con la profundidad que puede alcanzar un amigo de los músicos. En general, que preocupa más el párrafo neutral, la foto con el entrevistado y el dato biografista, que, por ejemplo, alguna interpretación o punto de vista interesante.
Por suerte, siempre están los libros. Acá algunos brillantes. A lo menos inspiradores. Verdaderos manuales para todos los aspirantes a escribidores y escritores de música.
Rolling Thunder: con Bob Dylan en la carretera
"Dylan te llama y tú lo dejas todo, como el canto de las sirenas o algo así", escribe Shepard, el Chejov del Oeste, un vaquero errante autor del emblemático Crónicas de motel, en el volumen publicado originalmente en 1977. Allí Sam Shepard (pareja de Patti Smith) conoce a Bob Dylan con el encargo de escribir un guión y termina armando un diario de ruta desde el mismísimo ojo del huracán: Dylan y su Rolling Thunder Revue, el trueno que rueda, una gira de música, disfraces y versos a cargo de gente como Allen Ginsberg, Joni Mitchell y Joan Baez, entre varios músicos, poetas y pintores, atravesando pequeñas ciudades estadounidenses, motivados por la detención racista del boxeador Carter. Lo que iba a ser una película sobre la gira, terminó siendo una crónica a retazos, con fotos en blanco y negro de Ken Regan. Como una cámara, Shepard muestra lo que otros no ven: Ginsberg y Dylan improvisando un blues sobre la tumba de Kerouac, o cuando al autor de Highway 61 Revisited confiesa que lee a Conrad. Se trata de vivir en movimiento constante, haciendo música en un autobús, y de divertirse más de lo que permite la ley. (2006, Anagrama. Traducción de Fernando González C.)
Todos te quieren cuando estás muerto
Parásito, fisgón, brillante: este libro es una monumental guía de entre líneas y momentos incómodos con el star system norteamericano. De alguna forma, Strauss logra revelar el carácter de sus entrevistados a partir de pequeños gestos y diálogos. "Puede decirse mucho de una persona en un minuto, si se elige el minuto correcto. Aquí van 228", presenta a la manera de un psicoanalista. No se trata de corregir como si se estuviera redactando el resumen de una obra ya escrita, como diría Borges. El mérito de este crítico musical es seleccionar los mejores pasajes de sus entrevistas publicadas en The New York Times, Village Voice o Rolling Stone: un silencio incómodo, un pequeño malentendido o una idea condensada para crear verdaderos perfiles abreviados de gente como los integrantes de Radiohead, Led Zeppelin, el baterista Ringo Starr o Korn. Con humor cáustico lee la mente de Britney Spears y ensaya sobre las grupis con Dave Navarro, que invita regularmente a su hogar a prostitutas de dos mil dólares: "Ya no me gusta herir los sentimientos de las jovencitas, no es lo mío. Una prostituta no se va a presentar en la puerta de tu casa a las cuatro de la mañana diciendo que se acaba de trasladar desde Michigan para poder pasar contigo el resto de su vida". Descubre, por ejemplo, que el guitarrista Omar Rodríguez-López (The Mars Volta, At the drive-in) es superviviente de un incesto y acompaña a comprar pañales a Snoop Dogg o describe el hedor de un nervioso Julian Casablancas o por qué Prince no deja que los periodistas usen grabadora. Así, volviendo a revisar cintas, sin la presión de deadlines o la deformación del tono y el estilo que imponen los medios y sus editores, Strauss arma un mapa de certezas y autenticidades a través de personajes arrogantes, apasionados, completamente estúpidos, brillantes, artistas, drogadictos y sexópatas. (2012, Contra. Traducción de Mercedes Vaquero y Simon Saito)
No digas nada. Una vida de Charly García
Charly García tiene tantos discos propios como biografías escritas por extraños. Acá la mejor: la interpretación de su obra y vida pública a través de confesiones de primera mano recogidas por el periodista argentino Sergio Marchi. "Él crea, yo describo lo que él crea con la óptica de lo que yo creo", dice el autor en casi seiscientas páginas ordenadas en treinta y seis capítulos. Se trata de un relato personal y peatonal, desde que descubren su oído absoluto, hasta su historia personal con el piano, los inicios de Sui Generis y la lucha por sacar adelante la banda, entre presiones familiares y el germen de la apatía. Hay capítulos dedicados a La Máquina de Hacer Pájaros, Serú Girán, la influencia gravitante de Elton John, sus métodos de trabajo, los músicos que vinieron, su relación con Palito Ortega y el productor inglés Andrew Loog Oldham. Entre un nutrido contingente de cercanos, hablan León Gieco, Litto Nebbia, Fabiana Cantilo, Calamaro, Nito Mestre, Cerati, Fito Páez y alguna ex pareja. Quizá porque la mitad del libro busca descifrar la personalidad del músico vivo más importante de Argentina, hay una pintoresca entrevista con Steven Tyler, de Aerosmith, sobre cómo sacar a García, a quien conoce, de la autodestrucción. Tal vez el epígrafe de Keith Richards lo resume mejor: "Nunca tuve problemas con las drogas, solo con la policía". (2013, Sudamericana)
Rolling Stone Interviews
Si el rocanrol fue la respuesta cultural a los cambios sociales y políticos de 1950, los medios de comunicación los responsables de amplificar el incipiente discurso: "Amor y paz". A fines de los 60, el universitario Jann Wenner imprimió una revista en donde sus propios referentes discutían las formas de cambiar el mundo. Músicos, intelectuales y escritores intercambiaron ideas en un país que empezaba a carecer de ellas. Ahí están Andy Warhol entrevistando a Truman Capote, y Cameron Crowe a Neil Young y Joni Mitchell. Este libro selecciona las mejores y más sensibles plumas que pasaron por Rolling Stone, para retratar a gente como Francis Coppola, Kurt Cobain, Eminem, Bill Murray, Mick Jagger, Hunter S. Thompson, Tom Wolfe, Axl Rose y Bono, entre ceniceros, profundidad, botellas de cerveza y líneas de cocaína. (2007, Back Bay Books)
En busca de la música chilena
El periodismo es el primer borrador de la historia, dijo Philip Graham, editor de The Washington Post. De ahí que muchas bibliotecas se nutren a diario de la prensa. Este volumen, re-editado por Catalonia, bucea en más de cien artículos periodísticos para "encontrar la música chilena". A veces intentando definiciones: "De todas las bellas artes, la música es sin duda alguna la que más fácil e intensamente se siente; pero es al mismo tiempo la que menos se comprende", dice una crónica fechada en 1911. O precisiones, a propósito de la Ley del 20% de música chilena en radios: "debería llamarse ley del músico chileno, que es quien realmente la necesita, sin importar el origen ni el destino de la música que haga", se cita el propio González, responsable de la antología, desde su columna aparecida en 2010 en El Mercurio. A veces segregaria en la distinción culto/popular, a veces luminosa en la pluma de Gabriela Mistral, Patricio Manns o el eterno Payo Grondona, el volumen ordena tardes de biblioteca y documentos en ocho capítulos, con títulos como "Los años duros", "Lejos de la guerra" o "Poder joven", más una primera parte a cargo del fallecido escritor José Miguel Varas, que revisa la música popular del siglo pasado a través de una crónica larga. Hace sentido la frase que imprimió Orwell en 1984: Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro. (2013, Catalonia)