La historia la cuenta el periodista Sergio Marchi en la biografía del músico. Su madre, Carmen Moreno, comenzó a trabajar intensamente en radio, como productora de Folklorísimo, un programa muy exitoso en donde distintas estrellas de la canción se convirtieron en invitados estables. Carmen les habló a todos de su hijo y no exageraba cuando decía que era "un Mozart de nuestros tiempos".
La primera en comprobarlo sería nada menos que Mercedes Sosa, un día en la casa de los García Moreno, al escuchar tocar a Carlitos y comentar por lo bajo: "Este chico es como Chopin".
Otro de los que se sorprendieron fue Eduardo Falú, quien descubrió que lo de Carlitos iba más allá de un talento natural para la música. Una noche, en un show producido por Carmen, se puso a ejecutar la guitarra para probar sonido. A poco de tocar se escucha una vocecita:
-El maestro tiene una cuerda desafinada -le dice Carlitos a su madre, que no pudo evitar que Falú escuchara.
-A ver, ¿qué es lo que dice el chango? -se acerca Falú, divertido.
-Nada, Eduardo. Le pareció que había una cuerda desafinada -intentó zafar Carmen.
-¿Ah sí? ¿Cuál es? -insiste Falú.
-Esta -le responde Charly señalando la quinta cuerda.
El maestro hace vibrar el la y comprueba que, efectivamente, está desafinada. Así todos descubren que Carlitos tenía oído absoluto, una capacidad con la que nace solamente una persona entre cada millón.
Nacido un 23 de octubre de 1951, Carlos Alberto García fue anotado como García Moreno, pero en 1995 decidió cambiar el García Moreno por el García Lange, tomado de su abuela Maurine, por el cual se identifica con una prosapia familiar que tiene una tradición de genialidad.
El músico siempre cuenta que su abuelo paterno hizo el puerto de la ciudad de Buenos Aires y el torreón de Mar del Plata y que su padre era físico y matemático. Lejos de la exageración, según su biógrafo Sergio Marchi, la historia es verídica y la teoría genética parecería encontrar una ratificación en sus cualidades musicales, propias de un genio.
Mientras que a los doce años se recibió de profesor de teoría y solfeo, fue en 1964 cuando The Beatles llegaron a sus oídos. Allí acabaron los sueños de sus padres, de tener un concertista en la familia. En ese instante terminó el futuro de un auditorio en el que señores de sonrisa y frac aplauden un concierto de música clásica. "Cuando escuché a Los Beatles —dice Charly García—, me volví loco: pensaba que era música marciana. Música clásica de Marte. Enseguida comprendí el mensaje: 'tocamos nuestros instrumentos, hacemos nuestras canciones y somos jóvenes'. Para mi época y mi formación, eso era muy raro. No se suponía que los jóvenes hicieran canciones y cantaran. Lo primero que escuché de ellos fue 'There's a place'. Me di cuenta de lo que pasaba con las cuartas y un par de cosas interesantes más. Y ahí, ¡kaboooom!, acabó mi carrera de músico clásico".
Muere un concertista de piano, pero nace una estrella del rocanrol.