Primero lanzó un muñeco de madera desde la cornisa de su habitación. El muñeco voló por los aires y rebotó pesadamente en un costado de su objetivo. Se destruyó. Después Charly tomó una gran pelota de goma y la lanzó. Esta vez el objeto cayó en su sitio. La probabilidad de éxito era del 50%. Cara o sello.
Es un hecho indesmentible que Argentina logró sobrevivir a los difíciles años de la dictadura militar, al espanto de la guerra de las Malvinas y a la asfixiante crisis económica simplemente gracias al fútbol y a la música. Cuando el régimen de Videla arreció con mayor violencia, el Mundial de 1978 coronó a la selección albiceleste como la mejor del orbe. Cuando estalló el conflicto armado con los ingleses, la música anglosajona tuvo que dar paso al rock argentino. En la época de recesión, los cánticos y el talento futbolístico devolvieron el cetro de campeón del mundo a los argentinos.
Y dos tipos fueron los encargados de llevar sobre sus hombros la carga de ser los nuevos ídolos de una nación hambrienta de figuras míticas. Diego Armando Maradona y Charly García reemplazaron a los fallecidos Perón, Gardel y Evita en la mente de los argentinos. Maradona y García. Charly y Dieguito. Ambos fueron los referentes máximos de la cultura transandina de los `80.
Pero comenzada la década de los `90, los dos niños símbolo envejecieron y se hicieron más que nunca hombres. Su declive comenzó a ser evidente y hacia fines de la década pasada, Diego y Charly sólo hicieron más pública su agonía. Argentina entonces no lloró por sus muertos en vida.
Les hizo cánticos, les daban prensa cada vez que aparecían en el estadio de Boca completamente drogados o bajándose los pantalones en una presentación. Lo que hizo el pueblo argentino fue amparar la locura de sus ídolos. Nadie se atreve a decir en qué nivel están. Todo el mundo los consiente y luego levanta los hombros: "Así es Diego", "este Charly no cambia". Se van a negar hasta que alguien muera o camine sin identificación por la calle como un vagabundo.
Y eso, el viernes recién pasado estuvo a punto de ocurrir.
Charly García, el "loco lindo", se lanzó al vacío. Cayó de pie sobre el agua y sonrió ileso. Todos los testigos contuvieron la respiración. Argentina casi despierta y llora de nuevo.
Pero sólo fue otra de Charly García.
Otra del genio y figura.
1. Maldita Mendoza
Miércoles en la noche. Había estado casi un año sin pisar un escenario y eligió la muy provinciana ciudad de Mendoza para hacer su re-debut. El gobierno federal argentino ideó para el verano pasado una serie de conciertos en diversas ciudades transandinas. Charly García era el número puesto para Argentina en Vivo porque su partner en la tocata sería su madre adoptiva, Mercedes Sosa. Ambos cantarían ante las cuarenta mil personas que llenarían el mundialista estadio Malvinas Argentinas.
Y así ocurrió. Primero realizó la prueba de sonido frente a los veinte mil espectadores que ya habían llegado al césped del coliseo deportivo. La gente estaba feliz porque gozaba de un sorpresivo y feliz entremés. Sin embargo la estrella del rock decidió bajar el telón y ensayó en privado. Pero nada de eso amilanó a los asistentes que, una vez llegado el momento de la presentación, repletaban el lugar.
Charly abrió su mente y corazón. Delgado, con una polera y sentado frente a un poderoso órgano-piano-sintetizador, cantó por cerca de dos horas y media. El show fue sólido. A García se le pueden reprochar muchas cosas, pero sus letras y capacidad musical están fuera de discusión. Es más, si en alguna de sus presentaciones logra entregar medianamente un show coherente, se estará en frente de un espectáculo solidísimo. Esta fue la ocasión. Salvo el fragmento con Mercedes Sosa, que a decir de los periodistas acreditados fue el punto más bajo.
-¡Viva la sinfonía, muera el rock chabón (versión más popular y callejera del rock argentino)! -gritó Charly en medio de su presentación.
García desconcertaba al público, lo movía desde el himno nacional argentino estilo Charly y lo repasaba con alusiones como "ustedes, ¿dónde estaban cuando los milicos desaparecían gente?". Los llevaba por sus súper clásicos "Nos siguen pegando abajo", "No voy en tren" y "Hablando a tu corazón" y los regresaba al período Sui Géneris con un par de temas que habían sido censurados en la época del régimen militar, como "Juan Represión" y "Botas locas".
La banda de Carlos Alberto García, su gran soporte vital encima del escenario, no sucumbió ni a las amenazas de su líder de bajarse los pantalones, como hace 4 años en el mismo estadio mendocino, romper su guitarra o lanzar el teclado a la concurrencia, que entre desubicada y agradecida cantaba y gritaba. El show de Charly seguía siendo especial aunque decadente. Cálido y tan destructivo como puede ser subirse a la montaña rusa sin cinturón de seguridad.
Al final, Charly García miró triunfante al público. Estaba en el borde del escenario. Se despidió y quedó encantado. Su regreso había sido perfecto.
2. Rezo por vos
Madrugada del Jueves. Después del concierto, Charly y los chicos de la banda fueron a un local a divertirse. Ingresó a un bar, saludó a la gente y, de improviso, Gladys del Carmen Navarro, una mendocina de 37 años, se abalanzó sobre el músico para extraerle un autógrafo. El señor Carlos Alberto García se enojó y desde ese instante las versiones se bifurcan como dos brazos de un mismo río. Según Gladys, García reaccionó violentamente y le lanzó una silla. Ella le respondió con un botellazo en la cabeza y recibió una posterior agresión de parte del hombre de los bigotes bicolores, que incluyó un par de manotazos que calificarían como acoso sexual.
La versión de García es diferente. Ante la negativa del autógrafo, la mujer lo agredió, él se asustó y se retiró del lugar. Los chicos se quedaron en el local para contener a la mujer.
-Crónica TV decía que la gorda ridícula esa me había denunciado por acoso sexual, agresión y no sé que mierda más. ¿Cómo acoso sexual?, ¿a un hipopótamo? Después me contaron que dijo que le toqué una teta. Never. Jamás -dijo con tranquilidad al periodista Carlos Polimeni.
A las 8 de la mañana del día jueves fue detenido y posteriormente entregado al juez Gonzalo Guiñazú.
Este hecho se suma así a la lista de sucesos semi policiales, semi riñas callejeras y situaciones enteramente reventadas que Charly García ha protagonizado en los últimos tiempos. Desde 1995, cuando fue expulsado de Brasil por no contar con la visa de trabajo necesaria para presentarse en Río de Janeiro. O la vez que en 1996 se bajó los pantalones en Mendoza y mostró sus pene y testículos ante la atónita concurrencia. O cuando en octubre del año pasado, por amor a su ex-novia Florencia Zabala, de sólo 18 años, hiciera un escándalo, lo denunciara su ex suegro y lo detuvieran dos gendarmes, a los que Charly agredió a golpes. O la vez que le pegó a un fotógrafo que le dijo "sos un Yabrán" (apellido del inculpado por la muerte del reportero gráfico José Luis Cabezas).
En la Penitenciaría de Mendoza le sacaron una foto de frente y otra de perfil. Intentaron tomarle las impresiones digitales, pero allí Charly no aguantó.
-Basta, locos, no le voy a tocar el pianito a este fucking remedo de justicia, voy a guardar los deditos de para tocar mi Sinfonía en el Colón.
Fue hasta donde el Juez, este lo dejó libre pero con el proceso en camino para una próxima sentencia inculpatoria.
-Yo sé que soy un genio y tendría que elevarme, pero cuando le dan bola a la gente que busca a mi costa... me dan ganas de desaparecer -sentenció casi de manera premonitoria.
3. El gran salto
Viernes por la mañana. Mendoza hervía de calor y Charly había salido del Hotel Aconcagua a comprar al centro de la ciudad. Pagó por tres trípodes, tres cámaras fotográficas, un reproductor de CD y cuatro pilas alcalinas doble A. Además, en una ferretería adquirió un par de tubos de pintura que utiliza con frecuencia para escribir en la habitación que sea o le dispongan.
Vestía pantalones de mezclilla, polera y zapatillas. Volvió a su cuarto y hacia las 13.30, cuando el sol caía recto en toda Mendoza. Carlos Alberto, Charly, el Abuelo del Rock o como quiera que se le conozca, tomó la decisión.
Primero lanzó un muñeco de madera desde la cornisa de su habitación, llena con inscripciones Say No More, tal como se llama su sello discográfico independiente. El muñeco voló por los aires y rebotó pesadamente en un costado de su objetivo. Se destruyó. Después Charly tomó una gran pelota de goma y la lanzó. Esta vez el objeto cayó en su sitio. Los Crash Test Dummies habían cumplido su objetivo con una probabilidad de éxito del 50%. Cara o sello.
Y Charly no dudó.
Se sacó la polera y quedó con shorts rojos, como un guardián de la bahía. Abrió los brazos y saltó desde la terraza de su dormitorio hacia el vacío.
Un grupo de periodistas cubría en esos momentos la conferencia de prensa de la ministra del trabajo del Gobierno Federal Argentino, por lo que el salto y todo lo demás fue grabado como si se tratara de una cinta para Video Loco.
Charly García volaba veinte metros hacia la piscina del hotel, que se ubica en el segundo piso, y lo hacía sin escalas. Viajaba rápida e irremediablemente a romperse todos los huesos o salir medianamente ileso en el intento.
Cuando entró en el agua, "tal cual un clavadista profesional", como dijo un funcionario del hotel que vio todo el salto, simplemente se arregló el pelo y nadó un poco.
-Esta es la primera cosa deportiva que hago -dijo una vez que salió de la piscina-. ¿La sensación?... El vacío, y después el agua mojada. ¿Miedo? Sí, un poquito, pero si no, no tiene gracia.
Después Charly se fue. Partió desde Mendoza a Buenos Aires, nuevamente sin escalas. En ese lugar, en el barrio de Palermo, le pegó a unos periodistas y les lanzó maceteros y una silla. No ocurrió nada, de nuevo.
Hace dos días intentó dar por cerrado el caso. Llamó a la prensa, estaba sentado entre sus grafittis y con un protector de micrófono en la nariz.
-Ser un rock star es levantarse un día y decidir que hoy quiero tener a toda la prensa en mi casa -dijo.
Luego comenzó a sacar fotos con una de las cámaras nuevas mientras las grabaciones de su música rebotaban por las paredes a todo volumen.
-A mí me dicen genio, ídolo y todas esas cosas y lo único que deberían saber es que, para hacer música, hay que ser muy inteligente. Y yo lo soy. Además de que estoy bien hecho y puedo tirarme desde el noveno piso de un hotel a una pileta, sin hacerme nada. Hay algunos que se suben un par de escalones y se rompen la cabeza, pero yo no. Fue un acto de protesta.
Luego despidió a los periodistas, que nuevamente lo miraban atónitos.
-Yo me quiero comunicar con ustedes, pero que quede claro: no voy a bajar -dijo Charly García y se marchó.
No tenía más que decir.