"Yo era un chico muy llamativo, lo que tenía sus desventajas en asuntos de represión, ya que te llevaban preso. En realidad, yo era bastante loco: me hacía mi propia ropa —sin entrar en ninguna comunidad—, vivía en la Avenida Santa Fe. Me tomé todo eso con mucha inocencia. Recién salía de un colegio militar. Cuando empecé el secundario, ya estaba muy influenciado por los Beatles, cortarme el pelo me hinchaba las pelotas. Fui contemporáneo de eso, de Help, del Sgt. Pepper's. Era inevitable".
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"Nos decían hippies, putos, locos… La cultura rock existía solamente entre los que la curtían, no estaba tan difundida. Era muy fácil distinguir quién era quién porque no había MTV".
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"Los paparazzi antes no existían, al menos para los rockeros de acá. Nunca en mi vida me sentí tan en Chismolandia como ahora. Debe ser porque yo tengo el récord de las cosas que no se pueden hacer: resistencia a la autoridad, corrupción de menores… Incluso me han adjudicado hijos. Me estoy ganando la fama de rockero inmortal".
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"Sui es la adolescencia, para nosotros como para los pendejos de quince. Cuando me encontraba componiendo El día que apagaron la luz, y estaba pensando en la tapa —una idea tipo la estética de El jinete sin cabeza de Tim Burton—, alguien me dijo: 'Como en la época de Sui'. Después escuché el tema varias veces más y pensé: 'Caramba, tengo una época'. Así como la del Paleozoico o la del Medioevo, hay una época que es la de Sui Generis. Entonces, Sui debe haber generado algo. No me hice a semejanza del mundo, sino que logré que un cacho de mundo fuera semejante a mí".
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"Me veo creyéndome un poco más inteligente que los demás. Cuando uno tiene esa edad, se come el mundo, no le importa nada. Era muy creído: era profesor de piano, tocaba muy bien… La cagada era el género, que no existía. Estaban Los Gatos, Almendra, Manal y algunos más: ahí mismo empezamos a hinchar las bolas con esto. el hecho de haber tenido un solo plan hizo que mi música trascendiera, no como otros que eligieron grabar lo que les proponían las compañías".
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"No paro porque cuando toco, escucho. Y si me equivoqué, bueno… No soy de grabar y después ponerme a escuchar; para eso hago otra toma. Más ahora que hay 48 canales. Creo que es piola lo que estoy haciendo. Cada disco te manda una historia y a la vez existe una continuidad entre ellos. A Sinfonía para adolescentes lo veo muy cerca de La hija de la lágrima y de Casandra Lange".
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"Me aburrían los grupos que tenían un concepto, un mensaje o algo que decir. Escuchaba palabras juntas, sin una historia ni nada. En ese sentido, los Beatles con Sgt. Pepper's fueron pioneros. A ellos les pasó lo mismo que a mí: en un momento querés la sinfonía. Es decir, te aburrís de tocar el piano. En mi caso, el apetito de música es mayor que la innovación. Si hay dos cosas y elegís una, cuando la tenés ya querés la otra".
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"Grabar me encanta, es tan copado como componer".
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"En Vida no conocía nada: tocaba y callaba. Confesiones de invierno, el segundo, lo hicimos en RCA; teníamos ocho canales, pero había una soga roja —como la de las discotecas— para que nadie pasara y tocara la consola. Un día le digo al técnico: 'Bueno, voy a poner el distorsionador', y el tipo me responde: '¿Cómo? Nos pasamos toda la vida para lograr un sonido limpio y ustedes vienen a distorsionarlo?'. Otra cosa que hacíamos era grabar a las orquestas que venían: les decíamos que estábamos ensayando y grabábamos; y cuando lo hacíamos en serio, grabábamos desde otro canal, reducíamos, y así podíamos ser más ampulosos. Todo eso lo aprendí de Billy Bond".
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"Prácticamente me pasaba el día en el estudio; si no estaba haciendo algo mío, tocaba con la Pesada o solamente curtía… Había horas en que no pasaba nada. Había un humo gigante, como un hongo atómico".
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"Fui a ver a Almendra al Pueyrredón de Flores, a Los Gatos también. Eran buenísimos. No voy a entrar en la vieja polémica de que si el rock era mejor antes que ahora, pero esos grupos eran impresionantes".
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"Fuimos con Pedro Aznar y un amigo neoyorkino a una peluquería; era la época de la Haircut Band, con grupos tipo A Flock of Seagulls. Nosotros estábamos con el pelo largo y caímos una noche al CBGB: nos quisimos violar al guitarrista de un grupo que tocaba y terminamos curtiendo toda la noche en el hotel. Como nos avergonzábamos mucho de nuestros pelos, nos lo quisimos cortar. Por suerte fuimos a una peluquería de artista. Quedaba por el Soho y mi peinado se llamaba 'Slick a little, you know, funky, but one you can pass through the airport to", que quiere decir: 'un peinado un poco loquito pero que no te impida pasar por un aeropuerto'. Al mío lo interpretaron bien e hicieron justo lo que quería. A Pedro le pusieron una taza en la cabeza y le cortaron tipo los Carlitos Balás. Bueno, me corté el pelo, quedó buenísimo, y también me compré un saco. La verdad es que no sé por qué corno lo hice. Me sentía fuera de moda".
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"No es que fui al cine, vi una película y me corté el pelo. Esa es la primera vez que estaba en Nueva York, y me fue tan bien que estaba alucinado; no entendía nada. Estaba en las nubes y sin miedo. No le di tanta importancia al hecho de cortarme el pelo, pero puede ser que la tenga".
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"Cuando tenía que buscar músicos, si no los conocía de antes, eran amigos de amigos. A Fito, por ejemplo, lo conocí en la oficina de Grinbank. Me dijeron: 'Ese es Fito Páez'. Yo realmente no lo había escuchado nunca, solo sabía que era bueno. Cuando lo vi le dije: '¿Querés tocar conmigo?'. Y se fue llorando, es divino… Calamaro casi vivía en mi casa. A mí me gusta producir discos —Los Abuelos de la Nada, Los Twist, Suéter, etc.—, porque me encanta que a mis amigos les vaya bien, así pueden comer conmigo en restaurantes caros".
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"No me gustan los grupos que hay ahora, pueden tocar bien, pero no me parece que les pueda aportar algo. Me propusieron algunas cosas, pero no me interesaron. No hace mucho me hicieron un homenaje, eso es genial… Sin embargo, lo que me encanta es que los grupos hagan demos y disquitos, también que Calamaro haya pasado por ese síndrome que le dio conmigo: 'No pueden estar ahí arriba los que tienen más de treinta años'. Me parece bien pelearse con un represor o con un tipo que en la esquina te hincha las pelotas; pero pelearte por música, o por quién toca mejor o quién tiene que estar más alto en los charts, eso es cosa de putas. Está bien, los músicos somos todos putas, pero eso es de puta barata".