Hay ciertas brechas que la televisión abierta no puede acortar con el cable o el streaming, pero también hay vacíos que nunca logró llenar por razones políticas o decisiones editoriales. Uno de aquellos huecos fue la inexistencia del documental La batalla de Chile (1975-1979), cinta emblemática en la filmografía latinoamericana, en su programación. Con el paso del tiempo el filme de Patricio Guzmán (1941) tuvo una cuidada edición en DVD en Chile y desde hace un tiempo también está disponible en la plataforma online OndaMedia y en la señal de cable VTR On Demand.
Desde ahora además se incorporan cinco filmes nunca exhibidos en Chile fuera del circuito de los festivales: En nombre de Dios (1987), La cruz del sur (1991), Pueblo en vilo (1995), Isla Robinson Crusoe (1999) y Madrid (2002). Están disponibles en aquellos servicios de streaming y cable, junto a la mencionada La batalla de Chile, La memoria obstinada (1997), El caso Pinochet (2001), Salvador Allende (2004), Mi Julio Verne (2005), Nostalgia de la luz (2010) y El botón de nácar (2015). En total se trata de casi la totalidad de su obra, desde 1973 hasta hoy.
La llegada de las cintas de Patricio Guzmán a estas plataformas (en OndaMedia sin costo y en VTR sin cobro extra On Demand) viene acompañado de la edición de un estuche con aquellas mismas 12 cintas en formato DVD. Las películas estarán dentro de dos semanas a la venta, aunque aún no se especifica su precio.
La disponibilidad de las creaciones menos conocidas del realizador, gestionado por la distribuidora Market Chile y por Corfo, entrega la posibilidad de apreciar el costado más antropológico y costumbrista en su mirada. Es este tipo de sensibilidad, lejos de la contingencia histórica y política, el que también ha permeado sus más recientes filmes, particularmente Nostalgia de la luz y El botón de nácar.
De los cinco largometrajes que se estrenan en esta colección sólo En nombre de Dios (1987) responde a una motivación directamente ligada a las circunstancias del momento. La cinta, estrenada en el Festival de Toronto de 1987 y luego mostrada en Berlín, tiene la particularidad de ser la única que el realizador hizo en el Chile de Pinochet, registrando durante tres meses el clima de las protestas y manifestaciones.
El centro cívico de Santiago es el paisaje físico y moral de una época que en un año más desembocaría en el plebiscito que acabó con el régimen militar. La cinta, muy elogiada en el extranjero, se centra en la labor de la Iglesia Católica y su Vicaría de la Solidaridad, pero además resalta las figuras del cardenal Silva Henríquez y de los sacerdotes Mariano Puga y José Aldunate.
Cuatro años más tarde, Guzmán volvió al país, esta vez ingresando al territorio del sincretismo y al cruce del catolicismo con las tradiciones precolombinas. La película fue La cruz del sur, se estrenó en el Festival de Toronto y en ella muchos vieron una defensa de la religiosidad popular y también de la doctrina de la teología de la liberación.
En 1995, el director chileno llegó a la comunidad mexicana de San José de Gracia, ubicada en el Estado de Aguascalientes. Se encontró con el escritor local Luis González, uno de los padres de la llamada "microhistoria" en ese país, y reconstruyó el caso de este villorrio. La película Pueblo en vilo muestra hasta qué punto se puede contar la historia de un país remitiéndose a lo que pasa en una de sus aldeas.
Poco después de su celebrada La memoria obstinada, vino Isla Robinson Crusoe, un cortometraje documental que busca darle cara y voz a un territorio asociado apenas a la novela de Daniel Defoe y al consumo de langosta. Posteriormente, entre El caso Pinochet y Salvador Allende, Guzmán se dio un respiro lejos de la contingencia y desarrolló Madrid, suerte de homenaje a la vida en las calles y en las tascas (restaurantes) de la capital española.