Fue el tráfico de indulgencias que colmó la paciencia de Martín Lutero (1483-1546). En realidad su rabia tenía un nombre: Johann Tetzel. Un fraile dominico que predicaba cerca de la ciudad de Jüterbog, quien afirmaba que las indulgencias eran tan eficaces que, gracias a ellas, no pasaría por el purgatorio ni quien hubiera violado a la Virgen María.

Es el año 1517 en Alemania y el teólogo y religioso agustino Martin Lutero hace clases en la Universidad de Wittenberg, ciudad ubicada a orillas del Elba, entonces capital del pequeño ducado de Sajonia. Erudito y creyente en la fe de Dios, desconfía de una Iglesia interesada en la riqueza y en el Papa que actúa como monarca imperial. Son años donde los herejes terminaban en la hoguera.

"Predican que tan pronto suena la moneda que se echa en la caja, el alma sale volando del purgatorio. Solo es lucro y avaricia", dijo Lutero, quien aburrido del intercambio de perdón por dinero, que promovía en sus naríces el fraile Tetzel, apuntó en una hoja las 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg, un día 31 de octubre de 1517. Hace 500 años. Era el comienzo de una revolución religiosa llamada Reforma protestante, que renovó los cimientos de la Iglesia Católica.

"La Reforma luterana desató pasiones sin freno, ira, miedo y odio, pero también alegría y agitación. Lutero mismo fue un individuo muy emotivo", se lee al inicio de Martín Lutero, Renegado y profeta, la reciente biografía publicada por Lyndal Roper. "Por un lado, expresó ideas más misóginas que cualquier otro pensador, pero, por otro, no solo estaba a favor de la sexualidad en el seno del matrimonio, sino que creía que el sexo debía proporcionar placer tanto a hombres como a mujeres", agrega la historiadora australiana de Lutero. El alemán pasó 12 años en un monasterio y luego se casó con Catalina de Bora, una monja católica, con quien tuvo seis hijos. El nuevo volumen también repara en paradojas y obsesiones de quien tradujo la Biblia al alemán, como su interés por el demonio y su antisemitismo.

"Es de la Reforma de donde vinieron muchos cambios sociales", señaló ayer la canciller, Angela Merkel, hija de un pastor luterano. A 500 años de la revolución de Martín Lutero por primera vez fue feriado en toda Alemania. Pero no solo Wittenberg, cuna del protestantismo, hizo eco de la fecha con misas y souvenir. También el arte mostró sus efectos ante tamaña empresa que modificó para siempre la Iglesia en Occidente y que tres décadas después de las 95 tesis de Lutero, reaccionó con la llamada Contrarreforma.

El artista Ai Weiwei se hizo presente en la exposición Lutero y la vanguardia desarrollada en Wittenberg. Su obra reconstruye su propia detención en una cárcel de China. Además, exponen sus trabajos artistas como Markus Lüpertz y Jonathan Meese. Mientras en Berlín se exhibe El efecto Lutero. 500 años de protestantismo. La muestra explora, a través de más de 500 objetos, fotografías y obras de arte, las consecuencias de la Reforma desde una mirada global y su evolución hasta la actualidad. Por otra parte, en el Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid, se exponen siete obras de su colección permanente bajo el nombre Lutero y la Reforma. Allí están presente cuadros desde Santa Casilda, de Francisco de Zurbarán, hasta Jesús entre doctores, de Durero.

El peor del grupo

Martín Lutero no era el único ni estaba solo. A principios del siglo XVI muchas personas dentro de la Iglesia estaban clamando por reformas. "Había corrupción y superstición. Los puestos eclesiásticos se podían comprar y vender. Muchos sacerdotes eran adúlteros, borrachos e ignorantes de las Escrituras", apuntó Owen Chadwick, historiador británico, autor de The early reformation on the continent.

"La gracia y la misericordia de Dios son gratuitas", decía Lutero ferviente opositor a la compra de bulas papales, que absolvían pecados siempre que se pagase dinero para dar más lujos a la basílica de San Pedro con sede en Roma. "¿Por qué el Papa, cuya fortuna es hoy más abundante que la de los más opulentos ricos, no construye la basílica con su propio dinero", reclamó Lutero, a quien los jesuitas llamaban "El peor de los herejes".

Hace un año en Suecia, el Papa Francisco y el presidente de la Federación Luterana Mundial, Munib Younan, firmaron una declaración rechazando todo tipo de violencia en nombre de la religión. "Lutero fue un reformador en un momento difícil y puso la palabra de Dios en manos de los hombres. Tal vez algunos métodos no fueron correctos, pero si leemos la historia vemos que la Iglesia no era un modelo a imitar: había corrupción, mundanismo, el apego a la riqueza y el poder", dijo entonces el Papa jesuita, congregación que combatió en primera fila la reforma luterana.