Algo incorrectos

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Convertida en una banda que ya cruza generaciones, Green Day concentra su fuerza para que el público se sienta protagonista a cada momento del show.


Es imposible que un fan de Green Day se pueda sentir defraudado tras un show de la banda, no hay manera. El trío estadounidense funciona con la lógica de toda la carne a la parrilla desde el primer minuto de concierto. La energía que despliegan generosos difícilmente delata a músicos cuarentones con décadas de estrellato. Ayer, con el estadio Bicentenario de La Florida repleto, presentaron Revolution radio (2016), el álbum que intenta encarrilar su discografía algo dispersa de los últimos años, aunque en realidad se trató de una cita de grandes éxitos con la formación de sexteto que hace largo rato ensamblan en directo, restando magia al concepto de power trio que encarnaban en los 90.

Con "Rapsodia bohemia" de Queen, "Blitzkrieg bop" de The Ramones y "Así habló Zaratustra" de Richard Strauss como prólogo, Green Day arrancó con "Know your enemy", uno de sus mejores temas, interpretado con ánimo de nocaut. Hubo explosiones de confeti, llamaradas y un fan que se trepó al escenario a cantar, aunque todo estaba fríamente calculado por Billie Joe Amstrong, el líder que jamás suelta la batuta.

El menudo guitarrista corre, grita, vocifera, levanta los brazos y aleona a la audiencia sin descanso, al borde de lo exasperante y sin muchos matices, bajo el deseo constante de dominar a la masa. Es capaz de estirar las canciones y lanzar peroratas maldiciendo las redes sociales y los artilugios electrónicos, para luego pedir que levanten y enciendan esos mismos aparatos recién denostados.

Billie Joe gritó el nombre del país incontables veces y recogió cada bandera tricolor arrojada al escenario. Por supuesto dejó en claro que el público chileno es el mejor de la gira, algo que probablemente repetirá en las fechas que restan esta semana en Lima, Bogotá y el DF, tras 16 meses de tour mundial.

Convertida en una banda que ya cruza generaciones, Green Day concentra su fuerza para que el público se sienta protagonista a cada momento del show. Es una transacción justa. El grupo pone las canciones energéticas que se suceden sin variables, y la gente responde entusiasta a esa fantasía que el trío pretende de la juventud y la rebeldía eterna. Un juego de roles que funciona perfecto y efervescente por un par de horas en que ambas partes se sienten libres y algo incorrectas por libreto.

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Fotos: Carlos Muller.

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