Margarita García Robayo: "No creo que las escritoras necesiten ser visibilizadas porque son lo suficientemente buenas"
De visita en la última Filsa, la escritora colombiana conversó con Culto sobre su más reciente novela Tiempo Muerto -que trata la tragedia personal que experimenta una pareja cuyo matrimonio ha terminado- y el proceso creativo tras sus obras.
"El matrimonio de Lucía y Pablo es un espejo de la sutil forma que puede llegar a cobrar la violencia cuando llega el fin del amor. Esta es la historia descarnada de ese tiempo muerto, de ese amplio y doloroso espacio que se abre, muchas veces de manera inexplicable, entre dos seres que se aman".
Así dice la sinopsis de la novela Tiempo muerto de la autora colombiana Margarita García Robayo, quien en 2014 fue galardonada con el premio Literario Casa de las Américas.
A propósito de esta publicación —la más reciente— y las obras anteriores que conforman su haber literario, García fue invitada a Filsa 2017 como parte de las escritoras latinoamericanas destacadas. En conversación con Culto, la escritora profundiza sobre su inspiración para Tiempo muerto, detalla cómo es su proceso creativo y da cuenta de sus principales referentes literarios.
-¿Cómo ha sido tu experiencia en Filsa?
-Buenísima, la verdad es que me parece una muy buena iniciativa la de invitar a escritoras latinoamericanas porque, aunque no creo realmente que las escritoras necesitan ser visibilizadas, porque son lo suficientemente buenas para que la gente las encuentre sin que nadie las apunte con un reflector; sí creo creo que se dan pocos espacios donde esas escritoras pueden confluir y dialogar de cosas que son comunes a lo que hacen. En general, por cuestiones culturales o lo que sea, todas estas situaciones de ferias y demás son mayoritariamente masculinas, entonces a una siempre le toca estar discutiendo —insisto que es exactamente igual un hombre con una mujer— pero creo que a veces hace falta.
-Sobre Tiempo muerto, tu última novela, ¿por qué elegiste la temática de una crisis matrimonial?
-La temática es lo de menos en la novela, es como el argumento que me parecía funcional para los temas o cosas que quería decir. Desde una postura como 'escéptica' sobre el ideal por ejemplo del matrimonio de mucho años, la familia como tradicionalmente la entendemos, y escéptica frente a esa circunstancia siempre feliz y en armonía de personas que conviven y se quieren. Me gustaba que fuera la historia de un matrimonio roto desde un principio e indagar en eso pantanoso que tienen las relaciones, en especial las relaciones de mucho tiempo como es el matrimonio que hace que se vaya naturalizando esa cosa que está como podrida y muerta desde hace mucho, y se convive con eso. Me interesaba hablar de eso, del 'paso del tiempo en los vínculos afectivos' para ponerle un título. También me interesaba el tema de la maternidad, la alimentación incluso que está en la novela. El tema de fondo es esa construcción cada vez más maleable y resbaladiza de la identidad y la pertenencia.
-¿Lo consideras un reflejo de cómo se dan hoy en día las relaciones?
-Me parece que es un tema bastante anacrónico el matrimonio, solo quise poner una lupa sobre lo que pasa con los vínculo cuando pasa mucho tiempo y cuando se empiezan a naturalizar conductas y situaciones que ya están excedidas en el tiempo. Lo que sí es muy contemporáneo creo, es cómo se comportan las personas frente a esto que ocurre desde el principio de los siglos, que es que se acaba esto que tenían dos personas y continúa intentando, o ni siquiera intentando, continúa por inercia. Más que lo contemporáneo, me interesaba retratar una clase muy específica, una clase media latinoamericana formada, esa gente que por ejemplo se gana becas y se va a estudiar afuera, se sitúa afuera y hace como un pequeño lugar de pertenencia —un lugar que no es suyo— y empieza a darse todo eso de estar parado sobre el aire, que cuando se tiene hijos es peor, porque es intentar darle una identidad a tus hijos desde un no lugar que vives. También está esa cosa de la clase media educada donde todo pasa por un discurso: los hijos, el matrimonio... Un discurso académico te sirve muy poco para sostener las cosas.
-¿Qué tanto de ti hay en lo que acontece a los personajes?
-Muchas experiencias cercanas, en cosas que me pasaron a mí. Seguro que el tiempo es lo que nos pasa a todos y en los vínculos eso se nota mucho. No es una historia autobiográfica, pero sí tiene muchos componente biográficos y lo que más tiene de mí son los pensamientos y reflexiones en torno a los temas que están planteados. Esas son cosas que en general pienso y el dispositivo que uso para comunicarlos, para decirlos, para expresarlos es la ficción, es la novela. Entonces lo que más tiene mío, quizás es esta especie de pregunta permanente de qué es la identidad y qué es la pertenencia. Y cómo se convive con eso, con no saberlo y no tenerlo resuelto.
-¿Cómo influye particularmente en esta novela -y en las anteriores- tu procedencia de Colombia y tu actual residencia en Argentina?
-La afecta de muchas maneras porque yo creo que parte de lo que me interesa hacer es establecer una distancia entre lo que escribo y sobre lo que escribo. En general escribo bastante sobre cosas que tienen que ver con mi lugar de origen o mi extracción o la clase a la que pertenezco. Entonces al estar 'in situ', uno no tiene tanta perspectiva y tanta distancia como si lo mira desde afuera. Me gusta tener esa distancia, y en mi opinión, ha sido positiva porque me permite mirar como si estuviera observando con una lupa o un microscopio una pequeña sociedad a la cual pertenezco o de la que fui parte, pero que ahora estoy afuera y puedo mirarla con toda la frialdad y toda la distancia que necesito para escribir.
-¿Cuáles fueron las principales diferencias en el proceso creativo entre tus novelas Lo que no aprendí, el compilado Cosas peores y Tiempo muerto? ¿Cómo concebiste cada novela?
-Lo que no aprendí, esa sí que es una novela más autobiográfica, inspirada en un momento específico de mi infancia en Colombia en 1991. Una novela que está un poco más localizada en un lugar porque necesitaba que estuviera ahí. Lo que plantea esa novela es el pararme en un lugar escéptico en la construcción de los propios recuerdos, de las memorias familiares y personales. Entonces está dividida en dos partes. La primera, es sobre en una niña que vive con sus padres en Cartagena en 1991, con todo un mar de fondo que son los narcotraficantes y la extradición. Y luego está la segunda parte, que es sobre una mujer adulta -que nunca se llega a establecer si es la misma niña o no- que pone en cuestión todo lo que se contó antes. Así que intenta ser una reflexión sobre ella, sobre esa construcción, tan azarosa y falible que es la construcción de la memoria. Esa novela fue un ejercicio de pensar qué me pasaba en ese momento, y en la segunda parte, trata cómo procedo con todo lo demás. Es tratar de poner en los libros los temas y cuestiones estéticas que me preocupan. Las realidades de la sociedad en la que vivo, el entorno en el que me muevo. Poco me salgo de eso porque poco me interesa el pasado remoto y las cosas futuristas. Creo que soy una escritora realista y me gusta retratar las cosas de la realidad que me llaman la atención. No en un sentido periodístico, pero sí un sentido gráfico atravesado por la ficción.
"Cosas peores es un libro de cuentos que preparé específicamente por un concurso -Casa de las Américas- que por suerte ganó. Un libro que llevó bastantes años porque los cuentos estaban muy deshilvanados, unos en una época, otros en otra, entonces me puse a buscar qué los conectaba. A los escritores nos preguntan siempre por los temas y motivaciones, y yo en general los descubro después de escritos. No es que yo piense "ahora voy a escribir un cuento donde todos los personajes padecen una enfermedad terminal", no, pero claramente había algo en mí que me llamó a mirar bien las cosas, esas que llaman "las obsesiones del escritor". Creo que uno se obsesiona con ciertos temas y empieza a escribir sobre ellos, y el resultado, es que tienes un mapa mental de ti mismo.
El otro día vi un documental de Joan Didion que decía algo así como que ella escribe para saber cómo piensa y lo que siente. Me sentí totalmente identificada, y dije 'wow, es primera vez que alguien lo dice en palabras'. Con Cosas peores pasa un poco eso, terminé armando un libro bastante circular en cuanto a los temas de cuentos que no tenían mucho que ver entre sí.
Tengo otros libros, pero quizás lo más importante de Tiempo muerto es que tenía en la cabeza un montón de temas sobre lo que quería plantearme desde el lugar del escepticismo, que si estoy en un matrimonio perfecto, que si tengo la familia perfecta... Todos esos temores y todas esas cosas que venía detectando, en gente cercana, en mí misma, seguramente la mayoría de las cosas vienen de mí misma".
-¿Cuánto tiempo te tomó escribir esta novela?
-Entre que la empecé y la terminé debe haber pasado un año. Pero bueno, un año es nada porque uno empieza a corregir, mirar, darle vueltas... Fue una novela que estaba para publicarse hace un año y al final quedé embarazada, así que no pude ir a Colombia donde se publicó originalmente. Justo en Filsa hablábamos de cómo los libros tienen un tiempo tan distinto al de uno. Este libro lo terminé hace dos años, entonces hablar de este libro ahora, es como medio atemporal. Yo ya estoy pensando en otros proyectos.
-¿Cuáles son tus influencias literarias?
-Son muchas, y dependiendo del libro que estoy escribiendo, acudo a distintas referencias. No solo son literarias, son un montón de cosas a las que acudo para saber o tener una mejor idea del tema que quiero tocar. Pero en literatura me interesa mucho, no por una cuestión de militancia de género, pero claramente tengo una afinidad muy particular con autoras, mujeres escritoras. Me gusta mucho el trabajo de una mexicana que se llama Josefina Vicens que solo hizo dos libros y son fabulosos. Me interesan cuentistas norteamericanas como Lorrie Moore, Anne Tyler. Una autora que descubrí hace un par de años es Lucia Berlin que tiene una antología... en fin, un montón de mujeres con las cuales me siento muy a fín. Y poetas, muchas mujeres poetas como Sharon Olds. Y un montón de autoras contemporáneas, que la lista es larguísima. Más que afinidades de temas o estéticas, creo que todas somos muy distintas como para ponernos en un "boom" -que no creo que exista tal cosa- son universos muy distintos y me gusta ver lo que hacen.
-¿Te gusta algún escritor o escritora chilena?
-Alejandra Costamagna me fascina, me encanta. Ayer me regalaron una antología de la poeta Elvira Hernández y estoy fascinada. Un montón de chicas jóvenes como Romina Reyes, y una chica que leí hace poco y me gustó fue Paulina Flores, con la que estuve en una mesa ayer leyendo parte de su trabajo. También hay escritores como Diego Zúñiga que me encanta, Alejandro Zambra, Luis López-Aliaga, hay un montón de escritores que me gustan muchísimo.
-¿Ya tienes un próximo proyecto en mente?
-Sí, estoy trabajando ahora, pero no tengo nada muy adelantado. En realidad, el proceso de escritura a mí me dura poco. Trato de sacarlo rápido, o sea el tiempo de incubación de la idea, concebirla, pensarla y saber qué quiero decir, lleva más tiempo. Ahora estoy pensando en un libro, probablemente de cuentos, pero no quiero contar mucho porque no lo tengo muy definido. Lo más probable es que pise algunos de los temas que ya he tratado.
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