Ian Gillan (72) es un sobreviviente de esa era irrepetible del rock clásico. Su pelo largo, su garganta siempre estirada hasta el chillido, la mirada taciturna en las fotos versus su descarga salvaje en los escenarios, y esa combustión con el resto de sus compañeros -sobre todo el guitarrista Ritchie Blackmore, cuyo virtuosismo parecía marchar a alta velocidad junto a la voz del cantante- transformaron a Deep Purple en una de las expresiones artísticas más influyentes de la música popular. Por lo mismo, valen preguntas como estas:

-¿Qué le pareció el festival Desert Trip del año pasado, que reunió a glorias como Dylan, McCartney o los Stones? ¿Le hubiera gustado estar?

-Mmm, tengo que ser honesto: no tengo idea de lo que me hablas.

-¿No escuchó hablar de ese megafestival que se hizo en California?

-Nada, ni me suena, no sé nada al respecto. No suelo leer los diarios.

-¿Y sabe por ejemplo que algunos contemporáneos suyos, como McCartney o AC/DC, han encabezado Lollapalooza o Coachella?

-Para nada, tengo interés en la cultura y en otras cosas. Y en cuanto a música, sólo giro alrededor de Deep Purple. No sé lo que está pasando en la industria musical ni en su actualidad. No sé, sólo no sé.

Además de ser una de las figuras más representativas del cancionero de los 70, el británico es un artista singular. Con un tono sobrio, cumpliendo con estricta disciplina los minutos asignados para la entrevista, Gillan subraya a cada minuto que lo suyo no son los diagnósticos en torno a la escena actual, ni menos observar su trayectoria como si se tratara de un historiador decretando conclusiones gracias a la perspectiva que arroja el tiempo. De hecho, advierte que para él todo sigue casi intacto.

"El modo de trabajar que hoy tenemos con Deep Purple no se diferencia en nada a lo que venimos haciendo desde que yo entré al grupo, en 1969. Es sencillamente lo mismo", estima.

De cierta manera, esa postura, tan desprendida de las presiones, mirando a su agrupación como si fuera una fuerza continua e inmune al curso de los días y los cambios de integrantes, explican cómo el quinteto se ha convertido en paradigma de persistencia, con casi cinco décadas de carrera que arrastran vigencia hasta hoy, a través del reciente álbum Infinite (2017). Y con un elenco que aún mantiene a soldados estoicos, como el baterista Ian Paice y el bajista Roger Glover, presentes desde los orígenes; o el guitarrista Steve Morse, integrado en 1994.

Pero esa misma actitud y destino, a momentos tan irregular desde lo discográfico, también los ha situado históricamente un peldaño más abajo que Led Zeppelin y Black Sabbath, conjuntos que hoy semejan verdaderos acorazados que fueron capaces de torcer el rumbo del rock y movilizar multitudes. Sin embargo, la historia es azarosa y ha dejado a Deep Purple como los únicos supervivientes de ese triunvirato que sacudió los 70.

"Bueno, seguimos aquí. Eso más bien son pensamientos tuyos. Nosotros sólo tocamos música. Eso es todo. Amamos tocar en un vivo y no renunciaremos nunca a eso, porque nos sigue resultando muy revitalizador. Es parte de la clave", define el londinense, en su estilo, remarcando que siguen aquí: en esa condición de guardianes de un legado que se extingue, comandarán el festival Solid Rock este 8 de diciembre en el Movistar Arena, junto a Cheap Trick y Tesla. Pero esta gira sugiere que los hombres de "Smoke on the water" puede que no estén más aquí.

-El tour se llama The long goodbye (El largo adiós). ¿Es una señal de un posible retiro?

-No, realmente no. Sugiere que tarde o temprano vamos a tener que terminar, pero no sabemos cuándo. Lo llamamos sólo The long goodbye, en lugar de The bye-bye (se ríe). Pero el retiro es algo que va a pasar en los próximos años, de eso estoy seguro.

-Su compañero Ian Paice dijo en diciembre que este podía ser el último gran tour del grupo.

-Bueno, te estoy diciendo la verdad de lo que siento. ¿Qué intentas hacer? ¿Empezar un pleito? Los tiempos cambian. El lunes puedes ver algo de una manera, pero el viernes lo puedes ver de otra. Es el curso de la vida. Hace unos años, todo el mundo enfermó. Tuvimos una mala temporada. Ian Paice enfermó. Yo enfermé. Steve enfermó. Roger enfermó. Y entonces, alguien dijo "deberíamos parar". Y todos dijeron "sí, hemos tocado por algún tiempo ya, entonces hagamos eso". Y ahora, todos nos sentimos mucho mejor, así que mejor seguir un poco más.

Las últimas dos entregas del conjunto, Now what?! y el mencionado Infinite, han significado un renacimiento de las bondades que hicieron enormes a Deep Purple, mérito de Bob Ezrin, el veterano productor que moldeó el sonido de Alice Cooper y que fue fundamental en la etapa más tardía de Pink Floyd.

"El sonido de esos discos es fantástico. Él siempre llegaba y nos decía: 'Quiero verlos hacer más en el estudio lo que tocan o hacen en el escenario. Quiero traer libertad al estudio. No te preocupes de lo comercial, eso te agobiará. No me molesta si las canciones son de cinco, seis, siete, nueve o diez minutos". Personalmente, estos discos tienen el mejor sonido que alguna vez hayamos logrado. No hay ninguna diferencia a cómo hemos hecho las cosas siempre: llegamos al lugar, nos reunimos en la cocina, tomamos café y luego a trabajar. Ahí estamos grabando por seis horas, para luego salir, cenar, tomar vino y cerveza. Es como ir a la oficina".

-Usted insiste en que los métodos no han cambiado, pero sí han cambiado los integrantes, partiendo por Ritchie Blackmore.

-Pero no hemos cambiado en los últimos 20 años. Pero más que eso, lo más importante es que estamos más viejos. Cuando envejeces, aprendes mucho más, cambias, evolucionas, tienes más intereses. Es muy bueno envejecer como músicos y seres humanos. Yo ahora estoy mucho más metido en la política, en la teología y en la sociedad de lo que estaba a mis 20, cuando sólo me interesaban las chicas, los autos rápidos y las fiestas.

-Es muy crítico de la escena actual. ¿Ve algo de Deep Purple en algún grupo de los últimos años?

-En ninguno. No tengo idea de cuáles son los músicos que suenan hoy y nunca la voy a tener. Todos gritan a los cuatro vientos algunos nombres, pero yo no los escucho. Mis bandas favoritas son con las que tocamos, Rival Sons y Monster Truck. Ellos me gustan mucho.

-¿Y qué le parece compartir cartel en Chile con Cheap Trick?

-(Piensa) No sé, cada banda es diferente. No tenemos un estilo, somos lo que somos, y ellos son lo que son. Es música, es buena. Me gusta Cheap Trick, he trabajado con ellos muchas veces. Me entretienen. No son como Deep Purple, así como nosotros no somos como Cheap Trick. Es música. Y por eso mismo, nunca voy a creer en las categorías y en las comparaciones.