La monarquía es una crisis permanente en el segundo ciclo de The Crown

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La segunda temporada de la serie de Netflix regresa el viernes balanceando problemas familiares y hechos políticos que cambiaron a la corona británica.


El guionista Pete Morgan ha hecho su marca registrada el uso de una intimidad propia del teatro, donde abundan las conversaciones entre cuatro paredes por sobre la grandilocuencia, como forma de explorar la relación entre política y celebridad en la pantalla grande. Tanto La Reina (2006) como Frost/Nixon (2008), utilizan acontecimientos históricos que marcaron la cultura británica (y mundial) como el escenario sobre el cual se puede explorar la compleja psicología detrás del poder, y de personas que saben que millones de ojos están sobre ellos.

Su aproximación para The Crown, la serie que creó y escribe para Netflix, no es distinta. De hecho, para la segunda temporada de la historia, que pretende abarcar las casi siete décadas de Isabel II como cabeza de la monarquía británica, Morgan redobla en su estilo, priorizando por sobre todo la vida personal de sus protagonistas, y lo que su figura de la monarca significa para la sociedad sobre la actual reina.

El segundo ciclo, que se estrena este viernes en Netflix, comienza con una conversación a bordo del yate real en Lisboa entre Isabel (Claire Foy) y su esposo, Felipe (Matt Smith), en el retorno del duque de Edimburgo del viaje de cinco meses al que es enviado por la monarca en el final de la temporada pasada. El matrimonio está quebrado y lo único que evita el divorcio es el hecho de que la magnitud del escándalo podría derribar la monarquía.

La travesía del duque vino acompañada de fuertes rumores de infidelidad, un hecho que la serie deja nebuloso, sin una respuesta definitiva, a pesar de que claramente insinúa una verdad. No califica de spoiler mencionar que, por supuesto, el matrimonio no toma ninguna decisión tan radical, y siguen juntos hasta el día de hoy, pero el momento sí sirve para entender mejor la dinámica de dos personas que debieron anteponer el deber por sobre la felicidad. El proceso también sirve para humanizar y entender al príncipe Felipe de una forma que no se vio durante el primer ciclo.

Esa será sólo una de las tantas crisis que la monarquía vivirá en los nuevos episodios.

De un escándalo a otro

Que la política no sea el foco principal de The Crown no implica que no esté presente en su segunda temporada; principalmente a través de escándalos. Abarcando la vida de la Reina entre 1956 y 1963, la serie aborda hechos históricos como la crisis del Canal de Suez y la frustrada invasión a Egipto que transformó al Reino Unido en un paria internacional, hasta el descubrimiento de documentos que vincularon al abdicado rey Eduardo VIII, tío de Isabel II, al alto mando nazi durante la II Guerra Mundial. Los primer ministro de este período, Anthony Eden (Jeremy Northam) y Harold Macmillan (Anton Lesser) son presentados como figuras trágicas que nunca pudieron despegarse de la enorme sombra de su antecesor, Winston Churchill (John Lithgow, cuya ausencia durante el ciclo también pesa).

La serie también junta en un episodio a la Reina y Felipe con lo más parecido a una pareja real que ha tenido Estados Unidos: John y Jacqueline Kennedy (Michael C. Hall y Jodi Balfour), generando un contraste entre cómo ambos matrimonios sobrellevan el peso de la vida pública.

Para el futuro, el desafío de The Crown es mayor. Claire Foy, quien sigue dando una de las mejores interpretaciones de la TV actual, deja su papel, junto a todo el elenco, para que la serie se reinvente con un salto temporal, con nuevos rostros para los mismos personajes. Olivia Colman (Broadchurch) será la próxima actriz en probarse la siempre pesada corona.

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