Dupla creativa y sentimental de larga data, Jonathan Dayton y Valerie Faris fueron en los 90 responsables de algunos de los clips más rotados de MTV (de REM, The Smashing Pumpkins, etc.), así como de shows para la cadena videomusical. En 2006, próximos a la cincuentena, dieron el golpe a la cátedra con Pequeña miss Sunshine, un debut fílmico ovacionado en Sundance y apapachado por la crítica, acerca de una familia vistosamente disfuncional que lleva a su integrante más joven a un concurso infantil de belleza.
Tras esta comedia ingenieril, y pese a los buenos augurios, sólo han hechos dos largos más en los siguientes 11 años. El segundo de ellos, La batalla de los sexos, fue producido por la subsidiaria indie de Fox (igual que Pequeña… y Ruby Sparks) y escrito por el ganador del Oscar con Slumdog millionaire.
Protagonizada por Emma Stone y Steve Carell, la película ofrece una de esas historias insólitas que ya cuando tenían lugar llevaron a muchos a imaginar una película. Ahora que llegó a las salas locales, puede legítimamente el espectador preguntarse si habrá valido la pena. Sobre todo cuando la moral didáctico-ilustrativa le resta bríos al fresco de época.
Corre 1972 y las estadounidenses afiliadas a la LTA (Lawn Tennis Association) rompen con el muy masculino gremio del tenis: lideradas por la multicampeona Billy Jean King (Stone), rechazan que se les pague hasta ocho veces menos que a los hombres y lanzan su propio gremio e inician con él un tour de partidos. En este difícil comienzo King, cuyo marido está en casa, conoce a una peluquera que altera sus esquemas y despierta inquietudes varias.
Al año siguiente, cuando el rendimiento de King flaquea y pierde el número 1, vuelve a asomar, como desde el principio, el personaje de Carell: Bobby Riggs, un ex campeón de los courts que es también un excéntrico, un ludópata inveterado y un "cerdo machista", como se refiere públicamente a sí mismo. Riggs le propone una exhibición a su contraparte, 26 años menor, para demostrar la superioridad del sexo masculino. Ella, tras rehusarse repetidamente, termina aceptando. Desde la indignación feminista, por de pronto, pero no sólo desde allí.
Como toda cinta que interpreta y que juzga el pasado con las facilidades que da el presente, esta batalla se vale de empatías por defecto y "anticipa" el futuro con los resultados en la mano. Así cuesta menos halagar la buena conciencia del espectador, sobre todo cuando la representación y la puesta en escena son de los que segurizan y eventualmente encandilan por un rato (excepción hecha de la gran Elisabeth Shue: volver a verla siempre tendrá sentido).
He acá una película que dice harto y que muestra poco.
La batalla de los sexos. De Jonathan Dayton y Valerie Faris. Con Emma Stone, Steve Carell, Sarah Silverman. EEUU, 2017. 121 minutos.