Se supone que el Renacimiento fue la época de grandes cambios revolucionarios en lo político, religioso, económico, científico, filosófico; también lo fue en aspectos literarios y geográficos, todos los cuales de cierta forma se relacionan. Así como Cervantes revolucionó la novela, los viajes oceánicos peninsulares revolucionaron la comprensión de los límites del mundo.
A fines del siglo XV y comienzos del XVI las travesías de Vasco da Gama, Cristóbal Colón y Fernando de Magallanes en las naves de España y Portugal, ofrecerán a Occidente una nueva perspectiva para sus impulsos y configurarán un nuevo mapa global.
En una nave española, por su parte, 30 años antes de publicar el Quijote, viajaba Miguel de Cervantes de vuelta a su patria tras años de servicio militar y campañas (entre ellas la batalla de Lepanto, donde recibió heridas que le dejaron el brazo inutilizado), cuando fue capturado por corsarios y llevado prisionero a Argel. Pasó allí cinco años de su vida y la experiencia lo marcó profundamente.
Tanto de ese episodio de Cervantes como de los viajes oceánicos se ha ocupado Isabel Soler (1964), profesora en la Universidad de Barcelona, especialista en la literatura y cultura portuguesas, así como en los viajes lusitanos. Estuvo en Santiago para participar en el seminario "500 años de Magallanes", organizado por la UCV y la municipalidad de Punta Arenas (donde también viajó).
Del cautiverio del autor del Quijote escribió en Miguel de Cervantes: los años de Argel: episodio de los mejor "documentados" de la vida del autor, pues al ser liberado levantó un documento notarial sobre su estancia, intentos de fuga incluidos, conocido como la "Información de Argel".
De los viajes de Magallanes y otros se ha ocupado en varios libros. En el más reciente, El sueño del rey, refiere que los viajes oceánicos parten del sueño mesiánico del rey Manuel I de Portugal de crear un imperio cristiano universal que destruyera el Islam y no sólo del afán de dominar rutas marítimas, aunque terminó predominando lo segundo.
-En su libro aparece Magallanes y su "traición" a la corona portuguesa al capitanear su viaje para Carlos V. ¿Era un traidor?
-Pues, sí... Era un traidor. Y no lo digo yo, lo dicen los estamentos políticos, los documentos de la época, los pasos burocráticos que siguió la Corona portuguesa para atajar su empeño, lo dicen sus hombres... En la segunda parte de El sueño del rey, quise enfrentarme a los tres grandes navegantes, Cristóbal Colón, Vasco da Gama y Fernando de Magallanes, desde tres aspectos que los marcan biográficamente: el pensamiento mesiánico colombino, la intransigente firmeza del carácter de Gama y la total y absoluta, obstinada, independencia de Magallanes para conseguir sus propósitos, a la que yo llamé "traición". Magallanes se sintió maltratado por su rey y cruzó la frontera para ofrecerse al emperador: esa fue su traición, y, lógicamente, suscitó gran desconfianza a un lado y otro de la frontera... Cuando pensamos en Magallanes instantáneamente se nos dibuja el primer viaje de circunnavegación del mundo, pero ese no era el plan, porque su propósito era llegar al clavo de las Molucas por una ruta alternativa a la portuguesa. Lo fascinante de ese viaje -como el de Colón o el de Vasco da Gama- es la navegación a ciegas por mares, tierras y cielos nunca vistos.
-¿Ud. pudo conocer el estrecho?
-Sí. Nada más llegar a Punta Arenas, James, un buen amigo, hizo las presentaciones, y fue muy emocionante. Me pasé la tarde paseando por la playa hasta que el frío me sacó de allí. Apenas había nadie, sólo cormoranes que robaban el último sol, vi saltar algún delfín, me llené los bolsillos de conchas y caracoles y pedazos de madera. Al día siguiente crucé el estrecho con la sensación de estar cumpliendo un ritual privado y con la sensación de que Punta Arenas era el centro del mundo. Fue una experiencia inolvidable.
-¿Por qué se apartó de los viajeros portugueses hacia Cervantes?
-Ah, bueno..., yo uso a los viajeros portugueses para hablar de la historia de las ideas y de las mentalidades en una época, el Renacimiento, que considero radicalmente trascendente para entender lo que somos y el lugar intelectual y emocional en el que estamos. Cervantes, además de ser Cervantes, me parece un gran viajero, por mar y por tierra; y es así como lo he querido leer. A lo largo de todos estos años de pasar páginas de la inacabable literatura de viajes renacentista, me quedo con las de los náufragos y las de los cautivos. Pocos relatos de viajes consiguen la intensidad y potencia vital de las crónicas de naufragios o de las cartas y documentos de rescate de prisioneros. La Información de Argel, el documento con el que Cervantes regresó de su cautiverio, es pura literatura de viajes.
-¿Qué lleva a Cervantes a elaborar la "Información de Argel"?
-En eso Cervantes no fue diferente a cualquier otro cautivo rescatado. La Información era un documento obligatorio y necesario para reintegrarse en la sociedad. Era un documento oficial cuya función era demostrar la integridad moral del cautivo durante su prisión. Las condiciones de vida eran tan duras que muchos renegaban de su religión y se convertían al Islam. En la mayoría de los casos era la mejor alternativa: renegar para dejar de ser un esclavo o un galeote, para librarse de los trabajos forzados y la tortura. Por eso, si no se había apostatado, había que demostrarlo con testimonios, y eso hizo Cervantes.
-¿Y por qué no sufrió la crueldad usual, pese a sus intentos de fuga?
-Sin duda porque lo protegieron renegados con poder en Argel. No habla de ello en la Información y apenas aparece un nombre, el de Agi Morato, o Maltrapillo, un renegado murciano, corsario, y suegro del gobernador de Argel, Hasán Bajá Veneciano, el amo de Cervantes. En el documento se habla de cuatro intentos de fuga (yo creo que fue uno más), y fue castigado por ello: por un intento pasó cinco meses encadenado en el baño de Hasán Bajá y por el último, estuvo a punto de ser ahorcado. Pero es cierto que no sufrió ninguno de los terribles castigos que parece que se aplicaban en Argel: no lo empalaron, ni lo colgaron del gancho, ni lo desmembraron, ni lo lapidaron, ni lo quemaron vivo, ni lo arrastraron desnudo por las calles... Al margen de ello, soy de las que me creo el coraje y la valentía de Cervantes durante sus cinco años de cautiverio.