Se dieron cuenta cuando lo estaban grabando. Pancho Sazo interrumpió una toma que había quedado particularmente bien y bromeó con el resto de sus compañeros: "Esto es lo mejor que hemos hecho en harto tiempo, ¿ah?". Las caras sonrientes en el estudio de grabación reafirmaron la sentencia de su cantante más histórico y aquello terminó siendo el antecedente más privado e íntimo de lo que algunos meses después se confirmaría de manera pública.
La canción que te debía, su álbum recientemente editado, no sólo vino a saldar una deuda con el catálogo de Congreso. Su segundo disco original en siete años (apenas el cuarto en las últimas dos décadas), también se ha convertido en uno de los títulos fundamentales en la discografía de un grupo que a punto de cumplir 50 años podría estar fácilmente abanicándose en su ilustre pasado. Y probablemente ésa sea la real ventaja de una agrupación como la nacida en Quilpué en 1969 y que nunca se ha dejado presionar por las exigencias del mercado. Lo más cerca que estuvieron de eso fue en 1990 con Aire Puro, en una época muy especial para la música chilena y el país en particular. Pero esto es distinto, porque responde a otra época, y porque tiene un peso artístico que Congreso no alcanzó en sus títulos más recientes, Con los Ojos en la Calle (2010) y La Loca sin Zapatos (2001).
Son 15 canciones las de este nuevo álbum con un amplísimo repertorio de estilos. Desde el electro tango de "París" hasta la electricidad rockera de "A las Yeguas del Apocalipsis", pasando por el pop en clave reggae de "Premio de Consuelo" y otro en clave andina como "Canción por la Paz", además del vals peruano que se escucha en "Rey Midas" y la balada que le da el nombre al disco y que en rigor es una melodía que Sergio "Tilo" González que le escribió a su hija Gabriela, diseñadora teatral, pero que se escucha como un manifiesto de lo que significa este conjunto para la música de hoy: "Tú me has inspirado todo lo que soy / la canción eterna que dura hasta hoy / todo lo que fui te lo debo a ti / nostalgia de mi amor".
La tapa del álbum no solo esconde la riqueza multicolor de su contenido. Una foto en blanco y negro tomada por el saxofonista Jaime Atenas en la década de los 80, se ve borrosa, lejana, oscura. Casi como si la intención también fuera renunciar conscientemente a lo que sería más recomendable desde el punto de vista del marketing. Es decir, una portada vistosa y colorida para uno de los mejores títulos de su discografía. Pero Congreso nunca ha estado preocupado de asuntos tan mezquinos. Estos músicos han estado ocupados más bien en hacer lo que les corresponde, crear sin temor al riesgo, a poco de los 50, con la certeza de lo hecho y un oficio que les permite firmar el mejor disco chileno de la temporada.