ES 22 de diciembre de 1989, y el dramaturgo irlandés Samuel Beckett acaba de morir en París a los 83 años de un enfisema y, según dicen, afectado de Parkinson. Un ejército de enfermeros parlanchines rodea ahora su cuerpo inmóvil, aún recostado en la habitación del viejo sanatorio donde quiso pasar sus últimos días, acompañado nada más que por libros y de un teléfono que, a petición suya, solo puede hacer llamadas pero no recibirlas. "Yo hablaré de mí cuando haya muerto", ironizó el también Nobel de Literatura de 1969. Algo inexplicable, sin embargo, acaba de hacerlo cambiar de parecer.
Pronto sus restos serán trasladados hasta el cementerio Montparnasse de la capital francesa, donde serán enterrados junto a los de su mujer, la ex tenista Suzanne Dechevaux-Dumesnil. Pero antes de reposar eternamente bajo la loza y contra toda su voluntad, el solitario y silente Samuel Beckett recibirá una visita por la que ha esperado años, incluso décadas: Godot. Está decidido a dar la cara y responder a sus preguntas.
Primero fue Rimbaud en 1991, en Malasangre o las mil y una noches del poeta. Cuatro años después Voltaire, en Candide (1995), luego Artaud en Nanaqui, el hombre que se dice poeta (1997), y hasta el ruso Vsévolod Meyerhold en Doctor Dapertutto del 2016, la última vez en que Mauricio Celedón (1958) y su compañía Teatro del Silencio estuvieron de paso por Chile. Siguiendo la hebra de sus espectáculos callejeros, en los que reviven a personajes y hechos históricos, en enero traerán al Festival Santiago a Mil su último trabajo, ¡Oh! Socorro, protagonizado por el enigmático autor de Esperando a Godot.
"Es poco lo que se sabe sobre la vida privada de Beckett. Hay más mitos populares en torno a él que historias reales, y eso me atrajo muchísimo, sobre todo que no haya ido a buscar el Nobel en 1969", comenta Celedón desde París. "Yo conocía sus obras más famosas, pero nunca le había puesto tanta atención hasta que un día, hojeando un libro que me regaló Juan Radrigán hace ya varios años, me encontré con una pequeña obra suya, una verdadera joya, Beckett y Godot", agrega.
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Mauricio Celedón, líder de Teatro del Silencio, dirige
¡OH! Socorro
, el montaje en el que participan 18 artistas, entre actores, circenses y músicos.[/caption]
La misma pieza, que simula un encuentro entre el autor irlandés y su personaje, debutó en 2004 en el Teatro UC, en un pequeño montaje que reunió a los actores Arnaldo Berríos y Fernando González. Sin embargo, recuerda Celedón, el autor de Hecho consumados y Premio Nacional 2011, de quien se acaban de cumplir en octubre dos años desde su muerte, quería que su texto volviera a enfrentar al público: "Fui muy honesto con él. Juan, le dije, yo solo hago teatro de calle, y ahí se amplifica todo, salvo las palabras, que yo no uso. Lo hice porque sabía lo sobreprotector que era Radrigán con sus obras, pero sentí que él estaba dispuesto a que yo la hiciera a mi pinta. 'Móntala como quieras', me dijo, y lo tomé como una carta blanca de su parte", dice.
Tras presentarse en París y Argelia, donde el grupo radicado en Francia estuvo de residencia, el espectáculo que debutará el 3 de enero en el Museo de la Memoria no será, advierte Celedón, "una adaptación del texto de Radrigán ni una versión libre. Juan estableció un diálogo que yo no utilizo, más bien me inspiro en él y en su humor para meter la cabeza en la vida y obra de este monstruo que era Beckett", dice.
18 artistas, entre actores, circenses y músicos participan en ¡OH! Socorro, que arranca precisamente ese 22 de diciembre de 1989, con la muerte de Beckett en París. Lo vemos entonces en una especie de purgatorio, a la espera de Godot y otros fantasmas, como los personajes de sus Actos sin Palabras (1956), que son perseguidos por las didascalias del propio autor. También Vladimir y Estragón, quienes buscan incansablemente un par de zapatos que cubran sus pies, y hasta una boca que persigue al escritor irlandés en un vano intento por poner palabras en la suya.
Al mismo tiempo, el montaje repasa parte de su biografía, cuenta el director: "Ya instalado en Francia, Beckett resistió y se enfrentó al nazismo durante su paso por Alemania. También tuvo un romance con la hija de James Joyce, Lucia, y en sus últimos años, cuando ya no aparecía en público, se había dedicado a escribir guiones de radio. Pero siendo Nobel y todo lo que ello implica, su silencio voluntario me parece un gesto revolucionario y urgente en una época como en la que vivimos hoy", opina. "Piensa en los migrantes sin voz o en la prohición de que los catalanes se pronuncien en Barcelona. Lo mismo en Siria. En ese sentido, el gesto y todo lo que no se dice adquiere una potencia capaz de desplazar al lenguaje hablado. Eso es muy Beckett", concluye.