Es la primera fotógrafa y la octava mujer en recibir el Premio Nacional de Artes Plásticas. Los últimos años, el trabajo de Paz Errázuriz (1941) ha cobrado renombre: sus fotografías en blanco y negro de travestis, boxeadores, ancianos y enfermos siquiátricos -personajes anónimos, comúnmente marginados por prejuicios de clase, sexo o edad- han dado literalmente la vuelta al mundo, y ahora el galardón viene a coronar justamente una carrera de más de 40 años.

"Este premio es un espacio compartido y ganado por todos", dice la artista que esta semana recibió oficialmente el galardón de manos de la Presidenta Michelle Bachelet, en una ceremonia en La Moneda. "Es una distinción comunitaria", agrega, en referencia al grupo de artistas que a fines de 2016 organizó una campaña levantando su candidatura al premio, y que en pocos meses sumó el apoyo de instituciones como el MoMA de Nueva York, el Malba de Buenos Aires, la Fundación Mapfre de España, y en Chile el Museo de Bellas Artes y el MAC.

De formación autodidacta, la carrera de la artista se remonta a mediados de los 70, cuando comenzó a fotografiar, sin referentes ni modelos, distintas realidades humanas, todas al borde de la marginalidad. Durante la dictadura, la artista salió a la calle a captar imágenes con su lente, una práctica riesgosa para la época y poco habitual en mujeres de ese entonces.

Muchos de sus registros, sin embargo, no fueron revelados hasta décadas después. Es el caso, por ejemplo, de la serie Circo, actualmente expuesta en la galería Cecilia Brunson Projects de Londres. Se trata de 30 fotografías que datan de entre 1984 y 1989 y que registran el mundo circense -de Santiago y ciudades como Osorno y Chillán- desde la cotidianidad de sus personajes, lejos del glamour de la pista. La serie permaneció por años guardada, hasta que recién en 2013 la encontró e imprimió por primera vez.

"Así me ha pasado con un montón de material. Resulta que en esos años en Chile no había mucho material fotográfico, tampoco dinero. Era todo muy precario", explica la artista. "Como máximo yo hacía un par de copias chicas, un borrador y listo. Casi no tengo eso que llaman material vintage, la mayoría son negativos".

Por eso es tan importante el trabajo que la fotógrafa viene desarrollando desde 2015 con el Centro de Patrimonio Fotográfico (Cenfoto), y que busca ordenar todo su archivo: en estos casi tres años Errázuriz, junto a la curadora Andrea Aguad, ha podido revisar literalmente miles de negativos y fotos que constituyen cerca del 90% de su obra, desde sus primeros trabajos hasta el último realizado en 2014 y que constituye su primera serie digital.

-¿Cómo fue trabajar por primera vez lejos de lo análogo?

Bien paralizante, pero en algún momento se tenía que producir el quiebre. Estuve sin hacer fotos más de un año, porque estaba preocupada, inhibida, curiosa y aterrada de si yo era capaz de manejar todo ese mundo digital, hasta que por fin lo hice (…). Ahora también tengo mis reticencias con lo análogo: soy de una postura muy ecológica con el gasto de agua. ¿Sabías que para lavar una foto ocupas por lo menos 100 litros? Por eso le propuse un proyecto al Taller Gronefot para armar un laboratorio análogo sustentable, a partir de un sistema que vi en México. Estamos trabajando en eso.

Retrospectiva itinerante

El mundo de la prostitución ha marcado especialmente la trayectoria de Errázuriz. La primera vez fue en 1982 cuando comenzó a fotografiar, de la mano de la periodista Claudia Donoso, a un grupo de hombres que se travestían y prostituían en burdeles de Santiago y Talca. Años después, en 1990, publicó las fotos en el libro La manzana de Adán -reeditado en 2015 con imágenes inéditas y en formato bilingüe-, que tiempo después se transformaría en una publicación histórica del arte nacional.

La última vez fue en 2014, cuando una incursión por el norte de Chile la llevó a registrar prostitutas en la frontera con Perú. Titulada Muñecas, la serie es la primera edición digital de la artista y una de las pocas obras que ha realizado a color.

Parte de este trabajo es el que ahora se puede ver en una retrospectiva en el Museo Amparo de México, que a través de 170 imágenes -muchas de ellas mostradas por primera vez-, videos y documentos, dan cuenta de su trabajo tras el lente. Organizada por la Fundación Mapfre, la misma muestra llegará en junio al Museo Nacional de Bellas Artes.

"Es muy importante para mí que la muestra se haga justo después de este premio. La fotografía hace rato que entró al mundo del arte y el hecho de que el Premio de Artes Plásticas se haya dado por primera vez a la fotografía también habla de eso. Antes que Chile, mi obra tuvo espacio en otros países, es importante que ahora llegue acá", señala.

-¿Cómo ve la nueva generación de fotógrafos en el país?

Hay cosas muy interesantes. Creo que hay muchos talentos, está por ejemplo el trabajo de Andrés Durán, Francisca Montes, Carla McKay, Gabriela Rivera, Catalina González. Solo creo que en general se necesita más paciencia. Hoy, la gente joven todo lo quiere para mañana, pero las cosas se demoran, tienen que madurar, pasar por muchos coladores, reflexiones y, sobre todo, por la autocrítica.