La historia de amor entre Maria (Alexandra Borbély) y Endre (Géza Morcsányi) es el delicado e improbable lazo de una mujer con síndrome de Asperger y un ejecutivo con un brazo paralizado. Ella es tecnóloga en alimentos y él sabe de números. Ambos sueñan con un ciervo que corre por los bosques nevados, pero antes de que todo se ponga demasiado onírico, la directora húngara Ildikó Enyedi se encarga de mandarnos un cable a tierra con la historia de otro rumiante: un plano frontal muestra a una vaca enyuntada, aturdida, decapitada y posteriormente descuartizada, mientras su sangre oscura corre por los suelos. Maria y Endre trabajan en un matadero.
La película en cuestión, On body and soul, ganó este año e l Oso de Oro en el Festival de Berlín, no sin antes hacer fruncir varios ceños y ganar más de un silbido en la ceremonia oficial. Es una producción a todas luces provocadora, no para todos los estómagos. En Berlín le ganó a la favorita The other side of the hope de Aki Kaurismäki (que se quedó con el premio a Mejor director) y, de alguna manera, a la chilena Una mujer fantástica, que obtuvo el premio a Mejor guión, pero no el galardón principal.
Ahora, en algo así como la segunda fase clasificatoria al Oscar extranjero, la producción húngara otra vez está en la cancha: es una de las nueve cintas, junto a la chilena, que fue preseleccionada para lograr un cupo a la estatuilla. Fueron elegidas de un universo récord de 92 postulantes en el mundo y el próximo 23 de enero la Academia de Hollywood dará a conocer las cinco nominadas.
El filme húngaro es parte de un contingente importante de largometrajes que este año llegaron a los principales festivales del mundo, acapararon premios (muchas veces los principales) e, implacablemente, exhibieron historias de amargura y pesimismo extremo.
Es lo que algunos críticos llamaron en el último Cannes "el cine de la crueldad", representado en ese festival por obras ahí galardonadas como The killing of a sacred deer, que compartió el premio a Mejor guión con You were never really here (Mejor actor), Loveless (Premio del jurado), In the fade (Mejor actriz) y, de manera más oblicua, The square (Palma de Oro). Las dos últimas también están entre las preseleccionadas al Oscar extranjero.
Favoritas y periféricas
De todas las producciones que buscan quedar en la quina final, sólo la sueca The square se ha estrenado en el Chile. Dirigida por Ruben Östlund (Fuerza mayor), The square retrata el caso de un curador envuelto en un escándalo cuando busca posicionar una obra de museo con publicidad agresiva y políticamente incorrecta. En una de las escenas cúlmines, un hombre que se mueve y grita como orangután en una cena de etiqueta casi viola a una mujer. Luego, todos pierden la compostura y lo patean en el suelo.
Hasta hace un par de semanas, la favorita de la crítica estadounidense era la francesa BPM (Beats per minute), que había ganado los premios de los especialistas de Nueva York, Los Angeles y San Francisco. Ahora, fuera BPM de las nueve semifinalistas, la posta pasó a The square que ganó la semana pasada los galardones de los críticos de Chicago y Boston.
Bien posicionada está también la rusa Loveless, donde Andrei Zvyagintsev otra vez disecta la Rusia patriota, religiosa y capitalista de Putin a través de la historia de un matrimonio que no se soporta y que urgentemente se reúne para buscar al hijo adolescente perdido. Más sombría aún parte In the fade, cinta del consagrado alemán Fatih Akin acerca de una madre (Diane Kruger) en busca de los neonazis que la justicia liberó y que mataron a su hijo y a su esposo de origen turco.
La cosecha de Venecia 2017 aportó otras dos cintas de Medio Oriente que se internan en los caminos de la guerra y la intolerancia. Foxtrot, del israelí Samuel Maoz ganó el Gran Premio del jurado en la Mostra y cuenta qué pasa con un padre de Tel Aviv cuando su hijo muere lejos de casa, haciendo el servicio militar, obligatorio para hombres y mujeres en ese país.
The insult, del libanés Ziad Doueiri, obtuvo la Copa Volpi a Mejor actor en Venecia a través del relato de una disputa entre un libanés cristiano y un refugiado palestino. Ambos cineastas han tenido problemas en sus países debido a que no comulgan con el discurso oficial.
Desde Africa llegan dos producciones de muy distinta naturaleza. El senegalés Alain Gomis obtuvo el Gran Premio del jurado en Berlín por Felicité, cinta que transcurre en Kinshasa (Congo) y con actores no profesionales narra los esfuerzos de una madre por reunir el dinero que no tiene para operar a su hijo, malherido en un accidente de motocicleta. Finalmente, la "sorpresa" del grupo la dio la sudafricana The wound, de John Trengove, que no tuvo los galardones de las otras competidoras, pero que gustó a la Academia con su fábula sobre un rito de iniciación de adolescencia en una comunidad tribal.