Estamos llenos de festivales rimbombantes, carteles soñados para ex jóvenes y milénicos, cientos de miles de personas dispuestas a pagar millonadas para ver de cerca a ese artista pop que vuela pelucas o a la leyenda del rock que debuta en Chile en calidad de headliner.
Somos un país que, de pronto, es el paraíso para productoras. Uno que descubrió que las entradas equivalentes a sueldos mínimos no son obstáculos para quienes pueden y quieren, o para quienes quieren y se las arreglan para poder. Y entre tanta rimbombancia está En Órbita. Y en la órbita están los chilenos.
La segunda versión de la fiesta, que esta vez debutó el Planetario de Santiago como recinto apto para eventos de medio calibre, volvió a sorprender por la curatoría de sus artistas. Si durante la primera patita se aplaudieron elecciones como The Sonics, Os Mutantes y A Place To Bury Strangers, en esta pasada nos sorprendimos con la buena calidad de los músicos que jugaron como locales.
A diferencia de la mayoría de los festivales, este dio la oportunidad a que los chilenos fueran más que una anécdota de la hora de almuerzo cuando todos prefieren evitar el sol en lugar de ver cómo se consolidan proyectos de compatriotas en escenarios llenos de marcas y luces de primer nivel. En Órbita apostó por los fértiles sonidos del fin del mundo y, sin duda, ganó.
Tempranito y con el calor invadiendo, Fármacos abrió los fuegos de este viaje. En un horario digno de los nacionales en Lollapalooza, la banda liderada por Diego Ridolfi volvió a demostrar por qué su disco Estado de Gracia los llevó a un nuevo nivel de composición y apuesta en el que su vocalista se desenvuelve como pez en el agua.
Sólo minutos después el Skylab abrazó a Miss Garrison, una de esas bandas que se pule con tiempo y demuestra que el en vivo es una experiencia que debe ser distinta a la entrega de un disco. Fran Straube es una de nuestras reinas de la experimentación y la apuesta. Verla es cautivante y escucharla para qué decir.
Media tarde, entramos a tierra derecha en el cartel. Una apurada presentación de Niños del Cerro los sacó de los suburbios reclutando a los aún-pocos espectadores, y rápidamente The Ganjas se adueñó de los árboles del lado derecho del lugar para que la aventura espacial empezara a sacar la bandera tricolor para posicionarla en el inmenso espectro musical del día. Te gusten o no, -la ex banda de- Aldo Benincasa y compañía sí son un número de festival, digno de grandes escenarios. La práctica hace al maestro y la banda psicodélico de Santiago ya tiene de sobra.
Parecido es lo de Adelaida, que con un poco menos de años de trayectoria, logró condensar a la primera gran masa de gente del festival. Con apuesta en su buen último disco editado este año, 'Paraíso', los oriundos de Valparaíso llegaron a dar cara por la provincia y deleitaron en el escenario ubicado a la entrada del recinto de proyecciones astronómicas. Te hacía olvidar por minutos que estabas en una fiesta en la que conseguir trago tenía un precio base de 20 mil pesos.
Deleite nacional en la primera mitad de En Órbita, que ya empezaba a recibir al grueso de gente interesada en Lee Ranaldo o Damo Suzuki. Dos artistas clave en la historia mundial de la música que llegaron a Chile en calidad de novedad. Dos músicos que brillaron en sus respectivas bandas -Sonic Youth y Can- y que este fin de semana tuvieron la posibilidad de mostrar el lado b de su talento.
Es este último, el relicario del post-punk, que volvió a posicionar a Chile en la lista de destacados. Su improvisación casi astral fue una de las pasadas obligatorias en este recorrido y la tripulación no era nada más y nada menos que músicos de esta parte del mundo. Es una práctica que Suzuki lleva a cabo hace un buen rato, de hecho su visita al Normandie durante el 2009 lo tuvo compartiendo escenario con Gepe y Congelador. Ahora el turno fue de tres artistas de distintas escenas que dieron tonalidades increíbles a la presentación. Carlos Reinoso, responsable de AyeAye, Walter Roblero de Las Mairinas, y Yaney Salgado, ex Patio Solar y actual Emisario Greda y Prehistöricos.
Los murmullos, lo gritos, y las vocalizaciones del asiático se plegaron a la perfección con la experimentación de la guitarra de Salgado, los globos y caseteras por parte de Reinoso, y los efectos de Walter. Damo es un ritual y los nacionales le agregaron el misterio, la pasividad y su opuesto, la fiesta y la meditación, en la hora de improvisación que nos tuvo a todos en el trance.
En Órbita ya explotaba con el poder de Les Deuxluxes, la nostalgia por fin debutante en nuestro país de Parquet Courts, y la siempre encantadora pasada de Juana Molina. Pero aún quedaban sorpresas. A las 9 de la noche, Protistas se tomó el Voyaguer y comenzó el lento y seguro aterrizaje. La agrupación que mutó su formación, y que hoy por hoy brilla casi en modo orquesta con la incorporación de Carlos Doerr en los sintes y Niña Tormenta en el acompañamiento vocal, se re-versionó con arreglos perfectos para abrazar la noche a punta de acento Santiaguino. Las Microondas de Álvaro Solar dispararon en un horario que no suele de ser de los locales.
Después de andar todo el día corriendo de un lado para el otro, Alejandro Gómez se colgó la guitarra y comenzó a despedir el asunto. Perrosky ya es un adolescente dejando esa compleja etapa. Los hermanos, que siguen celebrando su reciente disco 'Cielo Perro', le metieron ruido nacional una vez más y cerraron la pasada de esta parte del mundo en un evento que logró equilibrar el talento extranjero con el local. Harto ruido, buen sonido, y el agradecimiento a los respetuosos espectadores que tuvieron la posibilidad de este interesante mejunje sonoro que dejó en claro que para hacer las cosas bien y sonar bonito no tienes por qué hablar en inglés.